Sería interesante hacerle escuchar esta reedición de Sólo quiero salir de aquí (1991), el primer álbum de Cross (en su momento casete), a algún músico uruguayo promedio nacido entre los años 80 y los 90 (o sea, en el mismo período en que este disco se editó) y preguntarle qué le parece. Me animo a especular que, salvo en chicos excepcionalmente oscuros, la reacción será de horror, en parte por lo primitivo del sonido -que no es el coqueto y voluntario lo-fi (baja definición) tan querido de los chicos indie, sino más bien el producto de una absoluta falta de experiencia previa a la hora de grabar bandas ruidosas y brutales-, en parte por lo borroso de sus márgenes genéricos (no es exactamente un crossover entre punk y metal, sino un tercer estilo emparentado con ambos) y, sobre todo, por la abismal negatividad y furia que exuda este disco al que difícilmente se pueda separar de su contexto histórico. Es decir, en 1991 poco y nada quedaba de la efervescencia cultural de la primavera democrática y la movida cultural que había traído consigo. La aprobación popular de la ley de caducidad había dividido aguas en forma irreconciliable entre una juventud aún contestataria y el Uruguay conservador de sus mayores. Las bandas que habían acompañado el regreso de las libertades básicas se habían disuelto casi en su totalidad, y el gusto más bien cosmético por lo oscuro que cultivaban esas bandas (y que contrastaba con la exuberancia ambiental de todo el movimiento) estaba siendo reemplazado por un nihilismo mucho más profundo y desesperado. Las drogas duras, y con ellas el sida, habían desembarcado, y los ámbitos rockeros estaban diezmados por las emigraciones, las internaciones psiquiátricas y/o legales y por una muerte joven y caprichosa, de bases mucho menos idealistas que la que había acosado a las generaciones anteriores, pero no por ello menos muerte. Una época horrible que se extendió al menos durante un lustro autodestructivo y asfixiante, en el que hasta las muertes de Alfredo Zitarrosa y Eduardo Mateo pasaron como si tal cosa mientras el país era adornado con importaciones baratas de whisky y caviar, y exportaciones de talento y energía vital.

Nada extraño, entonces, que el debut de Cross se llamara Sólo quiero salir de aquí, mientras que simultáneamente Cadáveres Ilustres -otra de las escasas bandas sobrevivientes- titulaba uno de sus temas de batalla “Quiero salir de aquí”. No había ninguna pose depresiva en estas composiciones, realmente los rockeros uruguayos querían irse a la mierda a la primera de cambio, y era difícil no entenderlos. En el caso de Cross, el proceso evolutivo de la banda había acompañado los cambios del zeitgeist de la cultura joven uruguaya en esos años; en 1986 eran una de las escasas bandas de heavy uruguayo, y como tal sacaba sus piques de los discos de Iron Maiden y dedicaban canciones a la gloria de Ivanhoe y fantasías similares. Cinco años después, su primer disco hablaba de suicidio, sobredosis, locura, desaparecidos, represión y ese deseo de estar en cualquier lugar menos en aquella Montevideo opresiva. Ni siquiera el rock era visto como un territorio a salvo de la inundación, sino más bien como un ámbito claustrofóbico y autodestructivo, del que sólo se rescataba la furia catártica.

También la música se había acompasado a esa visión oscura; habían desaparecido los licks épicos de guitarras a lo Maiden, la velocidad se había acrecentado -acercándose simultáneamente al death metal y al punk hardcore-, y en general se presentaba como un sonido ecléctico del que no se tenía muchos puntos de referencia (algunas bandas españolas como Barricada y Eskorbuto iban por caminos similares, pero aquí predominaban otras de corte más claramente punk, como La Polla Records o Siniestro Total), que incluso musicalmente se había simplificado en relación con lo presentado en los primeros demos (incluidos en esta reedición). En realidad Sólo quiero salir de aquí es, a pesar de tratarse de la primera edición de la banda, un disco de transición entre el repertorio heavy no publicado de finales de los 80 y esta nueva etapa hostil y ominosa, sin llegar aún a los toques psicodélicos y de hard rock garagero que poblarían su disco posterior, Instinto salvaje (apenas esbozados por la cita al riff de “Interstellar Overdrive” de Pink Floyd que abre “A miles de kms de acá”).

La edición presenta el sonido remasterizado, lo cual no puede sortear algunas deficiencias de la grabación original, pero ésta, a pesar de algunos defectos, como un exceso general de reverberación (especialmente en la batería) es bastante más enérgica en sus guitarras que casi cualquier otra cosa editada en Uruguay en aquel momento. Aunque es un disco menos variado que su sucesor Instinto salvaje, es el que contiene los temas más conocidos y clásicos de Cross, como el mencionado “A miles de kms de acá”, “Amsterdam & el cielo” y el iracundo tema que le da nombre a todo. La reedición viene con varios temas extra (muchos de ellos son versiones previas que permiten ver los cambios estilísticos con mayor claridad), y con una numerosa cantidad de facsímiles de folletos de la época, fotografías e incluso una página de La República que presenta dos firmas extrañadas; la de Raúl Forlán Lamarque, que en una de sus clásicas reseñas impresionistas los define como dueños de una “estética de ring-side”, y un reportaje del querido Marcelo Jelen, que recuerda entre otras cosas que en 1991, mientras los Cross cantaban su tema “N.N”, nadie parecía querer acordarse de los desaparecidos. Negativo, desprolijo, en ocasiones elemental y primario, Sólo quiero salir de aquí sigue siendo un disco apasionado y completamente creíble en su rabia exasperada, difícil de comprender en la era de Marama y de anestesia general político-social. Tal vez suene enfermizo, pero este disco era una respuesta sana a una situación realmente enferma.