“Hemos llegado a la conclusión de que ya era hora de rendir un tributo especial a sir Michael Caine”, afirmaron el presidente de la Academia de Cine Europeo (EFA, por sus siglas en inglés), Wim Wenders, y la presidenta de su Junta Directiva, Agnieszka Holland, y uno no podría estar más de acuerdo con ambos directores. Hablamos de un actor que, por ejemplo, se animó en 1972 a participar en la película Sleuth (en español Juego mortal o La huella), basada en una exitosa obra teatral de Anthony Schaffer, en la que casi todo el tiempo compartía pantalla, mano a mano, nada menos que con Laurence Olivier, y salió muy bien parado de esa prueba, pero también de un laburante que no ha tenido el menor problema en interpretar papeles menores, en secundar a colegas que no le llegan a los talones en el oficio, o en aportar un toque aislado de distinción a grandes bodrios (y que en algunas olvidables ocasiones hizo las tres cosas a la vez).
Atendiendo a la trayectoria de Caine, que lleva casi 60 años e incluye más de un centenar de películas, la EFA decidió otorgarle un premio honorífico, distinción que en casi tres décadas de existencia de la institución, fundada en 1988, sólo se había otorgado en dos casos anteriores: el del director portugués Manoel de Oliveira (que recibió el suyo en 2007) y el del actor y director francés Michel Piccoli, a quien le entregaron uno en 2011.
Caine, nacido en 1933 como Maurice Joseph Micklewhite e hijo de un pescador, abandonó el liceo a los 15 años y comenzó a actuar como extra cuando era un veinteañero. Tuvo sus primeros papeles importantes en Zulu, de 1964; Ipcress (1965, primera de la serie de films en los que interpretó al espía Harry Palmer); y Alfie (1966). Luego vinieron otros hitos de su carrera, y con grave riesgo de olvidar alguno de ellos hay que mencionar por lo menos Un trabajo en Italia, de 1969, y Asesino implacable, de 1971, en las que interpreta a sendos gángsters en forma memorable; El hombre que sería rey, de 1975 y coprotagonizada por su amigo Sean Connery; Educando a Rita y Cónsul honorario (basada en el libro homónimo de Graham Greene), ambas de 1983; Hannah y sus hermanas, de 1986 y dirigida por Woody Allen (con éste y Mia Farrow en el elenco); Mona Lisa, del mismo año (durante el cual trabajó en otras tres películas); Little Voice, de 1998; Las reglas de la vida, de 1999; Shiner y Letras prohibidas, ambas de 2000; Last Orders, de 2001; y El americano impasible, de 2002 (nuevamente sobre un libro homónimo de Greene). También interpretó, por supuesto, al mayordomo Alfred en las películas de Batman dirigidas por Christopher Nolan, y al padre de Austin Powers en el tercer film de ese personaje de Mike Myers, de 2002; estuvo en la cuarta y atroz entrega de la serie Tiburón, de 1987, y no le hizo ascos a trabajar en la versión de Cuento de Navidad con los Muppets, en 1992. No hay espacio para una mención mínima a la gran cantidad de papeles que ha desempeñado en teatro y televisión.
El actor, ganador de una colección de premios que incluye el Oscar, el BAFTA y el Globo de Oro, recibirá éste que le faltaba el sábado, en el teatro berlinés Haus der Berliner Festspiele.