En la víspera del Oso de Honor que recibirá mañana, el cineasta alemán Wim Wenders presentó ayer en la sección oficial -pero fuera de competición- de la Berlinale el drama Every Thing Will Be Fine, en el que explora las posibilidades del formato tridimensional para narrar una historia centrada en la culpa y la redención. En su tercer título en esta 65ª Berlinale, luego de Queen of the Desert -de Werner Herzog- y I Am Michael, el polifacético James Franco encarna esta vez a un escritor que atropella a un niño con su auto. Y si bien ni él, ni el hermano ni la madre (Charlotte Gainsbourg) del niño son culpables, todos deberán lidiar y convivir con ello.

El talentoso cineasta desconcertó a varios en el festival, que lo acusaron de utilizar el 3D sólo “por amor a su estética”, algo por lo que no se puede condenar a nadie, y mucho menos a Wenders. “Al rodar Pina descubrí que el 3D tenía mucho potencial más allá de espacios y arquitecturas”, aclaró el director de Las alas del deseo, hablando sobre esta apuesta que sorprendió y dividió a la crítica. “El 3D engrandece todo, también los sentimientos”, arremetió, decidido a defender su opción frente a las preguntas de los medios, centradas en por qué insistió en esa técnica que él mismo admitió que era idónea para Pina, pero no para todo tipo de películas.“Mi película muestra un proceso de recuperación psíquica tras un trauma desde varias perspectivas: la del causante del accidente, la de la madre y la del hermano que perdieron al ser querido”, añadió el cineasta sobre el conjunto de sentimientos que trató de retratar. Más allá de este uso del 3D aparentemente peculiar, el actor James Franco sostuvo que esta técnica ayuda a “subrayar a los protagonistas y confrontarlos con el público”. Franco también destacó la banda sonora del ocho veces nominado al Oscar Alexandre Desplat, que en la ceremonia de la Academia hará doblete junto con El Gran Hotel Budapest y El código Enigma.

Wenders, que dentro de unos días también competirá por un Oscar con el documental La sal de la tierra -sobre la vida y obra del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado-, admitió sentirse feliz por su regreso a la Berlinale con esta producción rodada entre Montreal y la pequeña ciudad canadiense de Oka, donde sobrevivieron a temperaturas extremas que llegaron a los 30 grados bajo cero:“los alemanes tenemos algo de nórdicos”, bromeó el director.