León Viejo es una banda de hard rock que viene remando desde hace casi 15 años. En 2004 editó su primer disco, Rockero eterno y, luego de una década de silencio, por medio de idea.me (plataforma latinoamericana de financiamiento colectivo por la que recaudaron fondos), vuelven al ruedo -o al ring- con Diez rounds. El grupo sufrió cambios en relación con su lejano primer disco, entre ellos, un nuevo vocalista. Actualmente, la banda está integrada por Marcelo González en voz, Roberto Pasquini en guitarra, Martín Casal en batería y Daniel Lemos en bajo.

“Nocivo para mí”, el primer tema y corte de difusión -y quizá la mejor canción de Diez Rounds-, empieza con un punteo con ribetes de AC/DC (una mezcla entre la intro de “I Put The Finger On You” y “For Those About to Rock”), pero cuando los amenazantes acordes se posicionan y arranca el verso, la guitarra tiene una llevada metalera que recuerda -hasta en el sonido- a “Enter Sandman”, de Metallica. Después de escuchar unos segundos la voz de González -que es mucho menos rústica que la del vocalista anterior-, queda bastante claro -por algunas inflexiones, texturas y colores- que una de las mayores influencias del grupo es la banda argentina “del palo” La Renga. Sin embargo, la letra de la primera canción no habla de cómo y en dónde estaba parado el diablo o dice que les gusta el rock (el maldito rock), sino que trata sobre la fiebre consumista, y es digna de atención: “Feria de las poses / tanto tienes más feliz. / Vendeme ilusiones / que yo las compraré por mil [...] Pobres, ricos, nobles / somos los mismos al partir: / huesos que se comen / los mismos gusanos que a mí”.

La mayoría de las canciones del disco siguen la misma línea de hard rock cuadrado, ideal para mover la cabecita y peludear hasta pedir turno con el quinesiólogo. Una de las más destacables es “Parecido a vos”, por su escurridiza e inquieta línea de bajo que se traza sobre los huecos que dejan las guitarras en los versos, su break con riff cansino a dos guitarras y su estribillo bien para arriba, que repite de forma obsesiva y pegadiza el título de la canción. Otra a tener en cuenta es “Paranoias”, una canción de corte más metalero -la línea que divide al hard rock y el metal, a veces, es muy fina: un poco más de distorsión, machacadas más fuertes a la caja, y ya están del otro lado-, con una interesante variación de dinámicas sonoras y jugueteo de guitarras gemelas.

Pero el problema es que, por la segunda mitad del disco, da la sensación de que ya pasamos por esta esquina hace unos minutos: las guitarras y los modos del cantante pueden parecer muy repetitivos. A los 40 minutos que dura el álbum le sobran como diez. Aún así, “Soles solos” (con un simpático arpegio en los versos) y “Sol del adiós” muestran recovecos no transitados durante el álbum. Sobre todo esta última, que es una canción tranquila, con todos los chiches que recomendaría la Comisión Internacional de la Balada -si existiera-: guitarras acústicas, violines y metáforas bajoneras: “Hemorragia del papel / desangrado del pincel / ciego que no quiere ver [...] Siempre al revés / de ser la otra parte. / No habrá después / si odié lo que fui antes”.

El último tema del álbum (“Menos que mi fe”) es un caballo de Troya sonoro, ya que arranca con arpegios eléctricos y acústicos que nos hacen pensar que se viene una power ballad de la hostia -una “Wind of Change” criolla- (ayudada por la letra: “Ni triste soledad / ni edad para estar solo. / Creo que ya olvidé / lo simple que es todo), pero a los dos minutos ya estamos de vuelta en Hard rock esquina Metal, escuchando el griterío y la distorsión.

En realidad, el disco cierra con un track 11 que está medio escondido: después de varios segundos de silencio, aparece un tema tranquilo y acústico -con una sola guitarra- titulado “Malena”, que empieza con una voz femenina a la que luego se le suma la del vocalista de la banda. El sonido de la canción desentona bastante con el conjunto del disco -quizá por eso es una especie de bonus track; además, el álbum se titula Diez rounds y no “once”-, pero no su letra, ya que sigue la línea tendiente hacia abajo de la mayoría de los temas anteriores: “Quema Malena / la soledad que nos dejás. / Quema Malena / la soledad te vino a buscar / pero no te puede apagar”.

Comparándolo con el primer disco del grupo, el cambio en la calidad del sonido es considerable. Además de la composiciones -más maduras- y de la interpretación -más certera-, tiene un trabajo de producción mucho mucho más pulido. El álbum fue producido por León Viejo y Pablo Soñora, y grabado en Montevideo Records. Como dato de color, algunos temas fueron masterizados en un estudio de Londres en el que solían grabar cuatro botijas de Livepool: Abbey Road. Debe de haber costado mucho remar hasta ahí. Tanto este disco como el anterior se pueden escuchar en el paraíso independentista online: leonviejo.bandcamp.com, de donde se pueden bajar en diversos formatos, pagando lo que se desee -también incluye la opción preferida de los que sufren de avaricia aguda: “0”-.