La publicación de este libro de Carlos María Domínguez en noviembre del año pasado casi coincidió con la noticia de que La casa de papel (2002), su libro archipremiado y architraducido, sería llevado al cine por el director argentino Juan Pablo Buscarini, según anunció el semanario El Eco de Colonia en su versión digital del 24 de enero. El Río de la Plata es algo más que un tema en la obra de Domínguez; es un universo amplio en el que caben islas, costas océanicas, balnearios, embarcaciones, hombres y mujeres. Se lo puede rastrear como tema central en las crónicas que integran Escritos en el agua (2002), como espacio en el que se desarrolla la trama en la novela La costa ciega (2009) o como metáfora productiva en el título de Cuando el río suena (2012). En los cuentos de Mares baldíos (2005) la mayoría de las peleas entre los hombres (porque no hay mujeres en el mar de estos cuentos, salvo Marica en “Delta”) o con la naturaleza ocurren dentro de distintas embarcaciones. El Skena, el Francia, el Fidji o el Coatham (hundido en aguas del Río de la Plata) son escenarios ideales para desencuentros, como ocurre en el diálogo casi absurdo que se desarrolla en “Una conversación honesta” o la convivencia violenta en “La trampa de arena”. Y cuando no son escenarios son metáforas como la descripción del cuerpo de Johnny Weissmüller (“La confesión de Johnny”) en la que brazos y piernas parecen “remos de un barco que nunca había encallado” (73).

El libro es una pieza fundamental de este universo marítimo, y su publicación, diez años después de su edición original en alemán, es un acierto de la multinacional Random House Mondadori. Los siete cuentos que componen el volumen fueron traducidos por Elisabeth Müller para la editorial Eichborn de Frankfurt (Alemania). En el mismo 2005 los lectores uruguayos conocieron cuatro de los siete cuentos que integraban Mares baldíos gracias a la editorial local Cal y Canto. Esta segunda edición da a conocer al público rioplatense la totalidad de los textos en español. La versión alemana empezaba con “La confesión de Johnny”, que había aparecido en una compilación de Banda Oriental en 1998. Ahora, casi diez años después, el autor o la editorial decidieron alterar aquel orden y abrir con “Combustión”. Es probable que el relato de un decadente Johnny Weissmüller, contratado por el peronismo para dar clases de natación, fuera más interesante para los lectores alemanes que un cuento cuyo escenario es un bar en la rambla montevideana. Pero el cambio resulta interesante por otro motivo.

Desde su primera edición Mares baldíos abre con una cita del escritor WH Auden: “El mar es de hecho ese estado de vaguedad y desorden bárbaros del cual emergió la civilización y en el cual, a menos que haya una salvación merced a los esfuerzos de los dioses y los hombres, siempre existe la posibilidad de volver a hundirse”. Estas palabras son una excelente introducción para la anécdota que se narra en “Combustión”, que tiene como protagonista a Gari, primer oficial del Skena, barco petrolero estadounidense. Éste le cuenta al narrador cómo fue que decidió abandonar su carrera en el momento justo en que iba a convertirse en capitán, después de que su barco fuera atacado brutalmente por una misilera iraní durante la guerra entre Irán e Irak (1980-1989). La barbarie en la que siempre es posible “volver a hundirse” no solamente refiere a ellos sino también a las decisiones de Gari dentro del buque petrolero estadounidense. La elección de “Combustión” realza la cita y sugiere seguir leyendo el libro en esa clave.

La lucha del hombre con la naturaleza tiene un aire de familia con la oposición civilización-barbarie y también recorre las ficciones de Domínguez. El tema es antiguo y tiene su historia en la literatura latinoamericana. Alcanza con leer el final de La vorágine, de José Eustasio Rivera, para encontrar una naturaleza amenazante, que todo lo traga. Los cuentos de Mares baldíos, todo el universo de Domínguez en torno al mar, se inscriben en esta tradición e incluso le aportan alguna novedad. En el cuento “El árbol de las garzas”, una especie de Robinson Crusoe protagoniza un temporal en el Río de la Plata que no sólo destruyó su obra civilizatoria, sino que lo puso en peligro de muerte. Pero en este cuento, la naturaleza, al mismo tiempo que amenaza al hombre, lo ayuda a sobrevivir. Algo similar ocurre en “La trampa de arena”, en el que las mismas fuerzas de la naturaleza que hacen encallar al Francia luego lo ayudan a salir cuando ya no es necesario. 555Ninguno de los cuentos del libro aburre o decepciona. Comparten además un clima común que los hace más atractivos. El historiador Eric Hobsbawm escribió que vivir en un puerto en el siglo XIX era vivir cerca del mundo. Estos relatos de Carlos María Domínguez confirman que sigue siendo así en el siglo XXI. Es lo que hace que a pesar de estar insertos en el Río de la Plata puedan iniciar su recorrido traducidos al alemán. Pero el éxito de estas narraciones no reside solamente en el tema sino en el manejo de la técnica del cuento, que Domínguez domina a la pefección. Y si no me creen, lean Mares baldíos y después me cuentan.