La Paz, Riachuelo, Carmelo, Rosario y Chuy. Éstos fueron algunos de los pueblos y ciudades que visitó el proyecto MomoMomoMomo, recorriendo corsos barriales y desfiles suburbanos con una exposición de 12 afiches realizados por diseñadores e ilustradores locales, cuyo punto de partida es el carnaval. Cada ilustrador aportó su mirada sobre un género que, pese a ser uno de los que cuentan con mayor convocatoria y el que seguramente sea “el género uruguayo con más proyección hacia la región, carece de una regular representación desde el diseño y la gráfica”.

Los afiches formaron parte de una muestra itinerante que giró durante febrero y marzo por desfiles del interior y diversos eventos centrados en el carnaval “como fenómeno y expresión popular, minimizando los aspectos concursables y competitivos”. Para acompañar esta experiencia de intercambio, los organizadores -luego de obtener los Fondos Concursables 2015- imprimieron 3.600 afiches que se distribuyeron de manera gratuita entre los visitantes y asistentes, en cada lugar a donde llegó la muestra.

Mañana a las 19.30, en la plaza José Carré (Bulevar España esq. San Salvador), se realizará el cierre del proyecto: además de acceder a los afiches, se podrá visitar la muestra, que contará con la presencia de algunos de los autores. La idea inicial de MomoMomoMomo fue del ilustrador e historietista Fabián Roudown, que junto al escritor y artista plástico Rafael Juárez ofició de productor. Los diseñadores y dibujantes de la docena de afiches fueron Atolón de Mororoa, Martín Azambuja, Diego Bianki, Lucía Burgueño, Jorge Carbajal, Lucía Franco, Gabriel Frugone, Santiago Giani, Mario Martínez, Dani Scharf, Alfredo Soderguit y Roudown.

Para concretar la instalación en los corsos y desfiles barriales, los productores debían comunicarse con los organizadores locales para que les habilitaran un espacio y, de ese modo, poder montar la exposición de los afiches junto a los ejemplares de obsequio. Según contó Roudown a la diaria, la gente se sorprendía muchísimo cuando se enteraba de que podía llevarse estos afiches sin ningún costo: “En todos lados, la respuesta fue muy buena y muy diferente”. El dibujante cuenta que la referencia general del proyecto se inició con Candombe, fiebre de carnaval, del artista plástico argentino Diego Bianki. Este trabajo narra la fusión de las cultura africana y occidental a partir del cruce de la ilustración, el diseño y la literatura infantil. “Su posicionamiento me interesó mucho, ya que acá no contamos con referentes en cuanto al trabajo de temáticas populares que cuenten con un desarrollo artístico desde el diseño y la ilustración”, contó. Roudown arremete contra el medio uruguayo, asegurando que en el país no existe una industria gráfica: “Una industria necesita renovarse para continuar existiendo en el mercado, y si no existe como tal, no se renueva. Lo que acá sucede como renovación y desarrollo se centra en el ímpetu de los creadores y pequeños impulsos independientes”. Como ejemplo de esta particularidad, el historietista asegura que en el contexto del carnaval, la publicidad la monopolizan “dos o tres empresas de bebidas alcohólicas, y la gráfica que realizan no es nada buena, cuando aquí podría existir un importante desarrollo. Hay una gran disociación de lo que es el carnaval y cualquier expresión de arte popular con la gráfica. Ésa fue la inquietud movilizadora...”.

“Está en el aire que a la gráfica no le cae simpático el carnaval, y, de hecho, el carnaval no asume a la gráfica: si ves el proyecto más emblemático de carnaval, Agarrate Catalina, su gráfica es terrible. El trabajo en conjunto de la gráfica y el carnaval se detuvo en los años 70, cuando los popes de la cultura gráfica trabajaban en afiches y discos”, sostuvo.

El artista considera que el quiebre se produjo con el comienzo de la dictadura militar, y luego este vínculo nunca se volvió a retomar. “Quedó reducido a un núcleo, cuando el carnaval es el género de mayor convocatoria. No sólo posibilita muchas reflexiones conceptuales por un grupo de personas, sino que también, dentro del propio carnaval, se genera una evolución constante. Esto se produce porque hay un ejercicio y existe una industria”. Otra de las inquietudes que movilizaron al alma máter del proyecto se relaciona con vulnerar ciertas hegemonías, ya que la política del diseño tiende a la “endogamia”: “Lo cultivan estudiantes de diseño, con profesores de diseño, para circular en el medio del diseño y ser consumido por diseñadores. Por eso mismo es autoconcluyente”.

Consultado sobre la consigna de creación, el productor respondió que el tema disparador fue, simplemente, el carnaval. Los ilustradores que trabajaron en el proyecto ya habían participado en Guía ilustrada de Montevideo, cuatro libros en los que 50 dibujantes uruguayos interpretaron espacios emblemáticos de la capital. A Roudown siempre le interesó la creación colectiva, más que nada porque “no crea un discurso unívoco”. Luego de invitar a los artistas el proyecto se presentó a los Fondos Concursables, y “un hecho gráfico se terminó transformando en una experiencia vivencial y tangible que participó en el carnaval, porque no sólo fue una recreación”. “Por lo pequeño de algunos pueblos donde presentamos la muestra, puedo decir que no representábamos o recreábamos el carnaval, sino que uno mismo, con los afiches, terminaba generando e integrando ese propio carnaval”, afirmó.

¿Por qué existe esta ruptura entre el carnaval y la gráfica? Roudown considera que la respuesta radica en la actitud tanto de los conjuntos como de los diseñadores e ilustradores, que han sido solapados por la lógica “enferma de la no circulación”.