Hoy, esta célebre compositora, considerada una de las figuras clave del folclore latinoamericano, presenta en el teatro Solís su último disco Afrodiáspora, celebrando la presencia africana en el continente.
-Perú tiene tres vertientes muy marcadas: la cultura afro, la de los pueblos originarios y la europea. En un país tan heterogéneo en ese sentido, imagino que debe haber sido complejo diseñar políticas culturales.
-Cuando fui ministra de Cultura sucedió algo muy hermoso, como fue la aprobación por unanimidad de la Ley de Consulta Previa [a los pueblos indígenas]. Eran los primeros días de gobierno cuando se presentó y se aprobó. En ese sentido tenemos muchas heridas, porque los pueblos indígenas nunca fueron consultados, siendo los dueños de su región. Entonces, se atendía a los hechos pensando que esa gente era menor de edad o que no podía tomar decisiones sobre su tierra. Las políticas se digitaban desde Lima. Fue una decisión que el Ministerio de Cultura trabajara en la reglamentación de la ley, y para nosotros fue un gran honor asumir ese trabajo. La ley se reglamentó, pero desgraciadamente se produjo un viraje en el gobierno [de Ollanta Humala], y la ley no se aplica como se debería. Al menos, como nosotros la reglamentamos. Otra vez, para los pueblos indígenas se reproducen situaciones que no los respetan.
-En tus comienzos, a partir de la visita a comedores populares, asentamientos y comités comenzaste a formar parte de un movimiento social que se iniciaba.
-Yo vengo de ese lugar. Mi madre era una mujer cocinera que me enseñó dos cosas: el trabajo y su consecuencia, y la necesidad de celebrar todos los logros para que vengan otros. Recuerdo haber estado muchas veces en los comedores populares celebrando con las mujeres un 8 de marzo, o celebrando sus triunfos, ya que lograron con empeño una ley sobre los comedores populares que se respeta hasta el día de hoy.
-Sos la representante más destacada de la música afroperuana. Has dicho que este estilo se ha dado a conocer porque ha sido trivializado. ¿Cómo es posible revertir esta situación?
-Cuando se puso de moda la música afroperuana comenzaron a utilizar sus melodías en las publicidades. Después los grupos de muchachos que se van a Europa a ver qué sucede, cuando nunca en su vida -en general son muchachos limeños- han pisado un pueblo de la sierra, y ensayan como sea alguna música tradicional de ese sitio y la tocan mal, también la trivializan. Además de saturar, claro. Porque tú escuchas eso y dices: “Debe haber otras cosas más originales y más simbólicas”. Cuando escuchas al verdadero artista que salió de los pueblos indígenas tocando sus arpas y violines, entonces entiendes que ése es el verdadero músico. Pero ya al mercado lo han saturado con sonidos andinos que no tienen la calidad debida. De esto mismo trata la película que es un homenaje a la música del Perú, llamada Sigo siendo [Kachkaniraqmi, 2012] de Javier Corcuera. Ustedes entienden perfectamente lo que sucede ahí, porque se encuentran realizando un rescate musical.
-José Mariátegui apostó a favor de que los sujetos culturales se reconocieran en la tradición nacional y en un nuevo -y compartido- proyecto de nación, recuperando voces de grupos culturales subalternos. A la distancia pareciera que en Perú muchos grupos continúan huérfanos, ajenos a las políticas estatales.
-Sin lugar a dudas. Ahora mismo están los campesinos y los indígenas luchando por su espacio. En nuestros países padecemos la burocracia, y no es posible que hasta el día de hoy no cuenten con la propiedad de sus vidas y de sus tierras. Ellos mejor que nadie saben qué necesitan y cómo pueden luchar por su espacio para cuidar la Amazonia. Ellos entienden perfectamente que talar los árboles genera consecuencias para el medioambiente de sus regiones, pierden su biodiversidad. Pero, sin embargo, hay muchas empresas que no los respetan por el prejuicio racial que todavía existe en nuestro país. Un presidente de Perú cometió la desgracia de decir que eran “ciudadanos de segunda clase” [Alan García].
-Interpretás con sutileza la música negra de Perú. ¿Cómo percibís el diálogo entre la tradición y el presente?
-Es perfecto, porque lo que tienes que hacer es ir a la raíz, y desde ahí se puede hacer combinaciones y fusiones. Pero sólo si conoces a fondo y con respeto la raíz. Desde ese conocimiento se pueden hacer los cambios y las modernizaciones, e introducir un piano de jazz, por ejemplo. Todo esto se puede hacer si se comprende la raíz de la música. Esto es lo importante. Por eso ayer me conmoví muchísimo viendo la comparsa La Melaza. Ves que la gente lo disfruta como si realmente hubiera nacido en medio de eso.
-¿Cómo fue tu experiencia cuando presidías la Comisión Interamericana de Cultura de la OEA?
-Esta organización era de todos los ministerios de Cultura de los países americanos. Fue una muy buena experiencia, que implicó una suerte de premio para el Perú. Lastimosamente, la gente que me ha sucedido no comprendió el mensaje y no le dio la importancia que tenía.
-¿Cuál era ese mensaje?
-La integración de los ministerios de Cultura de América, porque cada país tiene su prioridad diferente, pero en algunos puntos coincidimos. Yo lo veía como una proyección de trabajo, ya no por la cultura de Argentina, Uruguay o Ecuador, sino más bien de América Latina, ya que tenemos cuestiones en común muy fuertes. Contamos con eventos culturales que nos hacen aprender unos de otros. Por ejemplo, yo aprendí de las Casas de la Cultura de Chile, donde se desarrolla un trabajo cultural muy interesante. También lo tienen en Ecuador, junto a la variedad de los afroecuatorianos y la presencia de los indígenas. Colombia, por ejemplo, logró -y éste fue el sueño que me sentí muy frustrada por no concretar- levantar un archivo de toda la música colombiana. Ellos lo iniciaron con la brillante ministra de Cultura Paula Marcela Morenos, y lo han continuado. En Perú no hemos comenzado y tenemos tanto para registrar… El problema es que se va perdiendo. Sólo existen dos personajes que entonen los cantos eshuvas, por ejemplo, y ellos son de la Amazonia y ya están un poco mayores. Por eso cuando fui ministra declaré estos cantos patrimonio nacional, para que no se pierdan. Pero es una propuesta que los jóvenes cantantes pueden continuar cantando y reinterpretando, y así no se muere una tradición. Pero lamentablemente no se ha podido desarrollar. Puede estar fuera de lo que te guste o no te guste, pero es la expresión de un pueblo que existió, que tuvo muchísimos problemas con las industrias extractoras que intentan movilizarlos de sus lugares, porque hay mucho petróleo y minería, además de las invasiones de la cultura global. Así se pierde el alma de un pueblo y el alma de una nación, cuando son expresiones que vuelven muy valioso el patrimonio inmaterial.
-Por esto mismo me imagino que una de las prioridades de tu gestión como ministra era la lucha contra la desigualdad cultural y la descentralización, además del impulso de la Ley de Consulta Previa para que las comunidades sean protagonistas de un desarrollo inclusivo. ¿Por qué decidiste dejar el cargo? ¿Por la corrupción y la falta de aplicación de la ley?
-La verdad es que hay mucho misterio, pero cuando tú lo ves desde el punto de vista político hubo un movimiento: el presidente no continuó con los asesores ni con el equipo de personas que pertenecían a la izquierda moderada o a la izquierda izquierda. Se produjeron enormes cambios a partir de la salida del gabinete del señor [Salomón] Lerner. Cuando él renunció, todos los ministros renunciamos (y ese gabinete era una lumbrera que decidió trabajar por un cambio). A algunos no les aceptaron la renuncia y a otros sí, y el gobierno tomó otro rumbo, ligado a la idea de que en Perú hay que invertir y liberar el camino a las empresas para que continúen invirtiendo. Esto significa sacrificar, a modo de ejemplo, monumentos históricos. Tenemos enormes monumentos históricos, y otros menores que no dejan de ser importantes. Sin embargo, si una empresa trabaja cerca de uno, ellos precintan unos documentos para que el Ministerio de Cultura les facilite un permiso que asegure: “No existen restos arqueológicos”, y así puedan excavar. En mi época esto se daba así. Nosotros como gobierno deberíamos ver que todo esto estuviera ordenado, para que realmente al empresario no lo demoren 20 años y finalmente le quiten el permiso, si es que no existen monumentos arqueológicos cerca. Pero emitieron decretos que abiertamente favorecieron a las empresas. Piden que el Ministerio de Cultura se pronuncie en un plazo que no supere los 30 días. Esto da lugar a mucha corrupción y a la posibilidad de que cuando el ministerio no funciona correctamente con la rapidez que debiera, entonces inmediatamente viene el silencio administrativo y la empresa puede hacer lo que quiera. Esto a mí me parece un decreto lesivo a nuestro patrimonio.
-¿Cuál fue la respuesta de la comunidad?
-Ha habido protestas. Pero el país padece una corrupción terrible que es necesario limpiar.
-¿Es posible?
-Creo que si pones realmente la atención debida, y tienes voluntad política, es posible. Hay muchas sospechas, y quedaron entredichas muchas cuestiones de arqueólogos que no cumplieron con su rol. Todo esto trae como consecuencia una traición a nuestra historia, a nuestra cultura. Los peruanos que aún no han nacido tienen derecho a ir y conocer Machu Picchu.
-En varias ocasiones te has referido a la discriminación hacia los afroperuanos y las mujeres, algo que has padecido en primera persona. ¿Esto motivó la creación del Centro Cultural de la Memoria?
-Claro, padecí esa discriminación desde que era una niña estudiante de colegio. Me entregaba a trabajar para que ningún niño sufriera el racismo. A los niños de la sierra que van hacia la costa los discriminan por su manera de hablar, por el color de su piel, porque viven en los sectores más pobres. El centro cultural es para valorar lo que tenemos. En mi recorrido, mientras investigaba y trabajaba, pude ver artistas peruanos y afroperuanos maravillosos, que no habían sido registrados y que no pasaban sus canciones en la radio. Yo he seguido trabajando sobre esto, y con todo el material que tenemos hemos fundado el Centro Cultural de la Memoria, que tiene grabaciones, entrevistas, libros de todo lo que se ha recogido. Es un gran tesoro, y esta institución se pensó para que todo pueda estar disponible para el público.
-Ésta es la primera vez que visitás Uruguay.
-Sí… Tengo el gusto de traer una banda muy linda de músicos: el pianista Manuel Sánchez, un guitarrista con quien trabajo hace muchísimos años, Ernesto Hermoza, Hugo Bravo en las percusiones, y un joven músico que toca el contrabajo llamado Oscar Huaranga.
-¿Cómo definirías el concierto de esta noche?
-Es un concierto difícil porque nunca hemos cantado acá, y hacer el programa es un lío. Lo que sí va seguro es “Caras lindas”. Frente al homenaje que me rindió la comparsa La Melaza al nombrarme su madrina, yo quiero cantar esta canción, de la que ellas tomaron su nombre. Lo que hicieron ayer [por el domingo] ha sido increíble. 208 tambores que sonaban en el vientre mientras la calle temblaba... Era un poder musical fuertísimo.
-¿Cómo te has vinculado con los referentes del folclore uruguayo?
-Tuve relación con artistas como Daniel Viglietti y Alfredo Zitarrosa, y de hecho fueron los primeros músicos uruguayos que conocí; años después también pude estar en un concierto de Jaime Roos. También está [Eduardo] Galeano, quien nos dio muchas referencias sobre América Latina. Al cineasta Walter Tournier lo conocimos cuando vivió su exilio en Perú, y en su casa escuchábamos mucha música. La primera vez que me crucé a Zitarrosa había ido con Los Olimareños representando a Uruguay en el Festival de Agua Dulce de 1972. En esa oportunidad me presenté a cantar canciones de un poeta peruano, Omar Aramayo, por las que al final obtuve un premio a la interpretación. Ahí estaba Zitarrosa sentado en primera fila, y desde ese instante quise conocer este país.