“¿Preguntaron dónde queda la salida?”, grita alguien desde el patio. “Eso nunca se puede olvidar”, agrega otro, riendo. Cuando se ingresa al Centro de Rehabilitación Punta de Rieles se observan construcciones de ladrillos, múltiples espacios verdes, y varios privados de libertad jugando un partido de fútbol. Por allá, a lo lejos, unas remeras celestes identifican a los operadores, civiles -sin armas- que llevan adelante la organización de la unidad penitenciaria.

Además de almacén y tienda, el centro cuenta con un invernadero donde se cultivan plantas aromáticas. Estos emprendimientos se perciben como un espacio de aprendizaje para la futura reinserción social de los internos. “Nosotros defendemos una propuesta de trabajo diferente”, dijo a la diaria el director del establecimiento, Luis Parodi. “Fundamentalmente se trata de que la cárcel se parezca lo más posible al afuera. Esto incluye circulación, ciertas libertades y derechos. La idea de Punta de Rieles es que sea también un pueblo, pero sin eufemismo: hay requisas y controles, pero el resto de las vidas de los internos es muy similar al afuera, y por eso tenemos los mismos problemas que el barrio”, agrega.

Parodi se refirió al proceso de que las cárceles dejen de pertenecer al Ministerio del Interior; éste constituye el tercer intento. En ese sentido, cuenta que ahora “también se incluye la figura de los civiles, quienes nos tendríamos que hacer cargo de las tareas propias de la cárcel y de generar espacios de aprendizaje”.

Consultado sobre cómo repercuten en la población las propuestas culturales, el director no dudó en responder que es necesario “acercar a esta gente a la cultura como sea”. Citó al político socialista francés Jack Lang para referirse a la idea de que “cultura es todo”, y dejó claro que han asumido la obligación de acercarlos a todas las manifestaciones y circuitos culturales posibles, “estemos o no de acuerdo”. Cree que la cultura debería humanizarnos, y ése es el camino que intenta transitar la dirección.

La subdirectora técnica, Lourdes Salinas, agrega que, en general, ninguno de los penitenciarios había tenido la posibilidad de acercarse a propuestas culturales. Explica que la mayoría de la población proviene de contextos carenciados y, de hecho, “crecieron dentro de instituciones, ya sea el INAU [Instituto Nacional del Niño y Adolescente del Uruguay], la cárcel o los refugios. Por eso la idea es intentar sensibilizar”. Antes de que finalizara la charla, Parodi hizo un alto y pidió: “No nos dejen solos. La garantía de que hagamos las cosas bien tiene que ver con que haya mucha gente cerca para que vea, critique y aporte”.

Acá adentro

Mientras algunos de los invitados a la obra conversaban en la puerta, los actores preparaban el montaje en un salón. Severa vigilancia, primera pieza del francés Jean Genet, se centra en tres jóvenes presos en una misma celda, donde discuten sobre asuntos vinculados al delito y al mundo carcelario mientras esperan que llegue la mujer de Ojos Verdes, uno de los tres reclusos, ya condenado.

Antes de que comenzara el espectáculo, los internos ingresaron y se ubicaron a lo largo del salón, intercambiando mates entre risas. Si bien el laboratorio realizó ensayos en el centro, daba la sensación de que los espectadores se sentían un poco perdidos en el desarrollo de esta experimentación escénica. Aun así, Claudio, concentrado, filmó toda la obra sin pestañear. La cámara se la facilitó su familia, y a partir de entonces la utiliza para realizar registros audiovisuales, además de participar activamente en la radio comunitaria.

La gestora de Educación y Cultura de la unidad, Fátima Gabito, contó que en la actualidad se dictan talleres de música, periodismo e iniciación a la lectura. Además, se ha seguido implementando la radio comunitaria, proyecto propiciado desde los propios talleres. La gestora explica que la idea es apoyar a la radio comunitaria a partir de las tres áreas (música, periodismo e iniciación a la lectura) y, de ese modo, incorporar a todos los privados de libertad que perciban inclinaciones por cualquiera de los tres ejes; la idea es llegar a un grupo de 25 o 30 integrantes, ya que se espera que se consolide en el tiempo. Estos talleres son propuestos por el programa Aprender del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), en el marco del Plan de Equidad.

Gabito contó que en el centro hay muchos interesados en estas actividades. Varios integrantes muestran facilidad, por ejemplo, en bailes como el hip hop o la cumbia, inclinación que es compartida por una amplia franja etaria. “Se puede ver que la población de acá es muy joven. Por eso nos planteamos centrarnos en un proyecto formal para el centro y para los privados de libertad que asistan a los talleres, para así lograr un producto”, adelanta.

Se busca que los docentes conozcan los intereses de todos los integrantes, con el cometido de lograr la permanencia del grupo. La docente explica que es importante apoyar y acompañar al privado de libertad, ya que frente a cualquier situación crítica puede abandonar el grupo, por eso el diálogo y el acompañamiento permanente son imprescindibles.

El área de Ciudadanía Cultural de la Dirección Nacional de Cultura provee también un taller de candombe: esta temporada de carnaval algunos internos participaron en la comparsa Mi Morena, luego de obtener el permiso de los jueces. Gabito explica que esto colabora con la construcción del compromiso y el crecimiento para su reinserción. “Ellos saben que han ganado estos espacios por su conducta y por su compromiso con los compañeros”, afirma.

Tanto el grupo de la radio comunitaria como el de candombe autogestionan su espacio y su proyecto. Incluso los demás talleres utilizan estos espacios como puntapié inicial para trabajar distintos aprendizajes: cómo salir al aire y cómo y a quién se dirigen, ya que la radio también se escucha en un perímetro exterior. “Esto es otro mundo si se lo compara con el Comcar o el penal de Libertad”, advierte la gestora.

María José Palavecino, integrante de la coordinación de Educación y Cultura del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), coincidió con Gabito en que la particularidad de Punta de Rieles se vincula con el adentro y el afuera, y con una serie de propuestas de la sociedad civil, una de las cuestiones que más lo distinguen.

Ondas libres

En este establecimiento que fue cárcel de mujeres durante la dictadura cívico-militar funciona una radio comunitaria. Su responsable es Darío, quien estando en libertad participó en grupos carnavaleros como La Reina de la Teja, Momolandia y Sarabanda, y en la actualidad está gestionando la posibilidad de grabar un disco a partir del trabajo del INR. Cuenta que la idea de la radio comunitaria nació en 2013, cuando recibieron al sociólogo colombiano Pablo Trejo, quien dictó una serie de talleres e hizo entrevistas en el centro penitenciario. Él fue el primero en proponer la idea: “Nosotros lo vimos como algo viable, pero al mismo tiempo imposible, dada la burocracia del país y el lugar en donde estamos. Nos contactamos con la gente del Mides [Ministerio de Desarrollo Social] y el MEC, pero quisimos ir a más. Por eso nos comunicamos con la directiva de aquel momento y quisimos llegar a Daniel Olesker, ministro de Desarrollo Social de entonces. Le comentamos nuestra ansia de tener una radio y el porqué: en primer término, queríamos comunicar a las personas de afuera que del portón para adentro también había gente. Esto sin victimizarnos, porque cada uno hizo algo para estar adentro. Pero queríamos contar que adentro había gente que lloraba, reía, tenía hijos, y que estaba arrepentida de lo que había hecho. Si vos no me das una oportunidad de demostrarte que cambiamos, con hechos, es muy difícil. La herramienta se nos dio, y Olesker se comprometió a donarnos 50.000 pesos, con los que pudimos conseguir los equipos. Al comienzo tuvimos talleres sobre el diálogo y sobre cuándo, cómo y por qué hacer una entrevista. Le teníamos un poco de miedo a eso de tener la gente enfrente. De a poco, nos fuimos soltando. Muchos compañeros se fueron en libertad, y pudimos acceder a personajes públicos como [Aureliano] Nano Fole y María Inés Obaldía. Pero un día me encontré solo manejando la radio, y ahí fue cuando nos juntamos con el Boca, Jonathan, Claudio y Galván, y les expliqué que había que hacer las cosas en serio. Pudimos contar con la visita de un juez y un fiscal argentinos de procesamiento penal, a quienes les gustó cómo los entrevistamos, y nos donaron una laptop y un módem. Incluso quedaron tan enganchados que les estamos mandando los programas”.

Ahora la radio debe emitir sin frecuencia, según explica Darío, debido a que el Mides le asignará una señal en 2017. Como vía alternativa cuentan con la colaboración de la también radio comunitaria Planeta (103.9), que les presta sus transmisores. El líder del grupo recuerda que en el lugar donde hoy funciona la radio antes se torturaba y violaba: hace dos semanas, invitaron a una ex presa política y “cuando entró se le caían las lágrimas: nos dio las gracias porque habíamos cambiado todo”.

Los programas se centran en “lo que se vive en la cárcel” y en las historias de vida de cada uno. “Vos sabrás más que yo que lo mejor de la entrevista ocurre cuando apagás el grabador o el micrófono, por eso vamos aprendiendo día a día cómo hacerlo mejor”.

“Nosotros estamos acá, pero la mente vive instalada afuera”, dice. Tal vez por eso mismo, junto con Jonathan filmó la película Cambio de vida, que se estrenará a fines de abril. Si bien cuentan que hay interesados en adquirir los derechos, primero la verán todos juntos en el centro. “Ayer vimos 40 minutos de adelanto y está... que te eriza la piel”, sentencia, mientras los cuatro acompañantes asienten convencidos, acariciándose el brazo.