Cuando uno cree que el arte ha perdido su capacidad de suscitar escándalos, siempre alguien se las arregla para llevar las cosas un poco más lejos y arruinarle o revolucionarle la vida a alguien. O algo así debe estar reflexionando Bartomeu Marí, ahora ex director del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) mientras va vaciando su escritorio laboral. El problema que motivó su renuncia fue una escultura, obra de la austríaca Inés Doujak y el británico John Barker, llamada Haute couture 04 transport y parte de la exposición colectiva La bestia y el soberano. Representa al rey Juan Carlos I en cuatro patas, sobre un piso lleno de cascos nazis, siendo aparentemente sodomizado por una mujer de trazos indígenas, inspirada en la líder obrera y feminista boliviana Domitila Barrio, que a su vez es sodomizada por un perro. Una obra polémica, digamos, que casi dejó estupefacto a Marí cuando la descubrió un día antes de la inauguración. La pieza había sido seleccionada por los comisarios artísticos (curadores) del museo Valentín Roma y Paul B Preciado, quienes, al parecer, no habían advertido al director acerca del potencial polémico de la escultura, especialmente en una institución cuyo patronato es presidido por la reina Sofía.

Marí exigió el retiro inmediato de la obra, pero los comisarios se negaron, por lo que el director decidió clausurar la exposición entera. Inmediatamente, el día de la prevista inauguración, se convocó una manifestación de artistas frente al museo, que protestaron acerca de lo que entendían como una brutal censura, y las presiones públicas de allegados al sector, activistas de red y empleados del museo fueron tan fuertes que el director se vio obligado a reabrir la exposición unos días después, con la estatua de Juan Carlos, la mujer y el can incluida.

Confrontado con el hecho de que había recibido un contrato en el que se veía una gran foto de la escultura (a la que evidentemente no prestó mucha atención) y convertido en una bestia censora ante los ojos públicos, Marí decidió renunciar ayer y ahorrarle más disgustos a la institución, que no pasa por su mejor momento. Vengativo, su última decisión formal fue la de despedir a los dos curadores que habían seleccionado la atrevida pieza.