Alberto Olmos presentará su última novela hoy a las 19.00 en el Centro Cultural de España. Para aprovechar mejor esta visita, la diaria lo entrevistó vía email.
-Alabanza comienza con una huida del mundo. Y “mundo”, en este caso, es casi sinónimo de “internet”. Sin embargo, gran parte de la novela es una reflexión sobre la tecnología. ¿Está muerta la literatura? ¿La mató internet? ¿Vale la pena salvarla o resucitarla? ¿Por qué?
-En principio yo quería con mi novela tratar un espacio que conozco bien y sobre el que nunca había escrito: mi pueblo. Soy de un pueblo de Segovia de unos 1.000 habitantes. Preferí hacer que los personajes fueran a él en lugar de tenerlos allí viviendo desde siempre. El asunto de la decadencia, a mi juicio, innegable de la literatura como forma de ocio y hasta como forma de conocimiento, me interesaba en esos momentos; por eso lo incluí. Creo que la tecnología es mala aliada de la literatura, en la medida en que la tecnología actual fomenta la sociabilidad, y leer es un acto violentamente solitario. Ya digo en el libro que la literatura va camino de convertirse en algo como la ópera, quizá con menos público. Sobre si vale la pena salvar la literatura, yo no puedo decir otra cosa que sí, dado que la literatura me salvó a mí o, siendo menos cursi, me ha dado todo lo que tengo.
-En esa huida se salvan dos libros. Uno es el de los cuentos completos de Felisberto Hernández. ¿Cómo es tu relación con Uruguay y su literatura? ¿Es la primera vez que visitás Montevideo?
-Al igual que futbolísticamente, literariamente Uruguay es una nación potentísima, que despierta asombro por lo exiguo de la población. En ese sentido, la veo como la Irlanda de América. Adoro los cuentos de Felisberto Hernández (adoro el pelo de Felisberto Hernández) y también la prosa última de Mario Levrero y la actitud de [Juan Carlos] Onetti, y no hay nadie de mi generación que haya pasado por la universidad que no haya leído a [Eduardo] Galeano y a [Mario] Benedetti. Quizá echo de menos en España una mayor representación de la literatura actual de vuestro país. Y sí, es la primera vez que piso Montevideo y, por lo que sea, espero encontrar calidez.
-Retomando el primer tema, la novela habla de la muerte de la literatura tal y como se conocía en 2013. Eso plantea, de algún modo, la existencia de otra forma de arte. ¿Cómo es la literatura del futuro?
-Elegí 2013 porque la fecha inspiraba todo tipo de fatalidades. También porque calculé que mi libro podría aparecer ese mismo año, lo que resultaría simpático e irónico. No veo posibilidades de que la literatura del futuro sea muy distinta de la que encontramos en Tom Jones o en El satiricón: palabras que narran un presente y que, al cabo, se vuelven testimonio para los que vendrán y, por tanto, diálogo. No concibo -y, de hecho, no quiero ni imaginármelo- una literatura que no sea exclusivamente palabras sobre un soporte que hay que leer una detrás de otra según las normas milenarias de la lectura en Occidente. Si esa literatura -la literatura- no existe mañana, me gustaría a mí no existir tampoco.