Con cada disco que compila canciones relacionadas con una temática particular se abre la canilla de los lugares comunes, y chorrean frases como “falta ésta y la otra”, “no puedo creer que no incluyeron aquélla”, “no entiendo por qué hay dos de Mengano y sólo una de Fulano”, y así. Por supuesto, no va a ser la excepción con el reciente lanzamiento del sello Ayuí, Montevideo en canciones, un álbum doble con 42 canciones relacionadas con la capital. Por lo tanto, vamos a dejar la canilla bien cerrada y enfocarnos únicamente en el contenido de los CD, porque, por más que nos quejemos de las que faltan, ya no las van a incluir.

El primer disco no podía empezar con otra que no fuera el Himno Oficial de Montevideo: “Una canción a Montevideo”, de Mauricio Ubal, aquella que cuenta con las intervenciones vocales de mastodontes como Eduardo Darnauchans, Fernando Cabrera y Lágrima Ríos.

Dada la naturaleza de la compilación, en ella cohabitan infinidad de géneros, estilos y sonidos (y calidad de grabaciones, ya que hay canciones del tiempo del ñaupa, como “Isla de Flores”, de Carlos Gardel, grabada en 1927) que dan como resultado un disco de lo más heterogéneo. Pero, huelga decirlo, la relación con Montevideo no está en la música sino en la letra o el título de las canciones (hay piezas instrumentales, como la clásica “Montevideo”, de Opa, interpretada por Nicolás Mora, Gustavo Etchenique, Andrés Ibarburu y Leo Maslíah, en una versión que desborda un pornográfico swing). Algunas letras atraviesan directamente a la ciudad, de forma más lineal; otras, apenas la rozan.

Muchas canciones funcionan por sinécdoque: hablan de Montevideo a través de su porción más característica y delimitada: el barrio. Pero, a veces, basta con una esquina, como es el caso de la emblemática “Durazno y Convención”, de Jaime Roos, de la que ya no queda nada por agregar -de forma estratégica, es la que abre el segundo disco-; pero, al escucharla por enésima vez, uno no puede resistirse a comentar que no hay mejor ejemplo de cómo una canción sobre una esquina puede hablar de todas las demás. Porque los yiros de paseo corto, los botijas de la moña suelta (y las rodillas bien mugrientas, claro está) y el canillita con la gutural publicidad de su mercancía pueden estar -estaban o estuvieron- tanto en Durazno y Convención como en Avenida Italia y Caldas o en Pablo de María y Guaná (elija la esquina que más le guste, señora).

Al volver a los barrios encontramos “Yo nací en Jacinto Vera”, de Daniel Viglietti (basada en el poema de Líber Falco); “Casabó”, de Esteban Klísich; la mítica “Adiós a mi barrio”, de Víctor Soliño y Ramón Collazo, interpretada por Los Olimareños; “A Bella Italia”, de Mauricio Ubal; “El vals de Pocitos”, de Jorge Galemire y Eduardo Rivero; “Tres Cruces”, de Alejandro Ferradás; y “Barrio Sur”, del inconmensurable Alfredo Zitarrosa (con letra de Enrique Estrázulas). Los barrios que no son mencionados en estas canciones aparecen en el fragmento del saludo de la Reina de La Teja de 1981, que se convirtió en un estándar murguero conocido como “Saludo a los barrios” (sí, la de “Malvín, / vieja barriada sin fin”) -la letra es de José Gato Morgade y la música parodia a la popera “À toi”, del francés Joe Dassin-.

El rock más concreto y llano también está presente, con canciones que rompen el molde lírico, como, por ejemplo “Montevideo me mata”, de La Tabaré, en la versión de 18 años vivos, de 2004, que tiene más groove que la original, incluida en el primer álbum de la banda, Sigue siendo rocanrol (1987). De cualquier manera, la que rompe cualquier esquema es la aguerrida y visceral “Montevideo agoniza”, de Los Traidores, probablemente la visión más nihilista y pesimista (es decir, punk) de Montevideo: “Y hay que decir, / que aquí vivir / ya no significa nada, nada, nada, nada. / Siempre es lo mismo, / siempre podridos, / acá no pasa nada”.

Los editores aclaran que hay varias canciones que hubieran querido que formaran parte de la compilación y que no pudieron considerarse, entre otros motivos, “por asuntos contractuales, autorizaciones dilatadas, o por decisión de los propios artistas”. Además, el booklet contiene información detallada de cada canción y apuntes sobre la selección de temas (con el título “Posibles versiones de Montevideo”), a cargo del compositor y escritor Elbio Rodríguez Barilari. El texto llama bastante la atención por sus notas al pie, que aclaran términos como “picados” (“partidos de fútbol informales, a veces en plena vía pública”) o “Gallegos” y “tanos” (“es un apócope de Italianos”). Es probable que las acotaciones se deban a que el proyecto del disco formó parte de las celebraciones de Montevideo Capital Cultural de Iberoamérica 2013 y fue visto con proyección internacional. Pero también es probable que muchas de las acotaciones no dejen de sorprender al montevideano promedio, que seguramente tiene un abuelo “tano” o “Gallego” y alguna vez jugó un picado en la calle. ¡Ojo el auto!