-El CD y DVD que van a editar se llama 15 años, pero la banda tiene más de 15 años...

-Exacto. En total ya son 17 años. ¿Qué pasó? En 2012 cumplimos los 15 años y empezamos a hacer toda la movida para el festejo, con toques tanto en Argentina como en Uruguay, y terminamos haciendo uno en noviembre y otro en diciembre. En 2013 nos tomamos vacaciones y empezamos a trabajar a mitad de año. Se nos fue todo el año, y en 2014 nos agarraron un par de viajes, por lo que hubo pila de cosas que estuvieron trancadas. Fue a lo Once Tiros; suelen suceder así las cosas.

-Vamos a repasar la historia. ¿De dónde viene el nombre de la banda?

-Juan Lerena, el bajista, lo vio en una placa de un noticiero argentino. Le gustó cómo estaban encuadradas las dos palabras -son casi la misma cantidad de letras-, y dijo: “Che, ¿y si le ponemos Once Tiros?”. Fue en una etapa en la que íbamos a ensayar y no teníamos nombre.

-El primer disco del grupo, Parvadomus, de 2002, tiene un estilo ska muy similar al de La Vela Puerca y lo produjeron Sebastián Teysera y Nicolás Lieutier, integrantes, justamente, de La Vela. ¿Una cosa llevó a la otra?

-Creo que si nosotros hubiéramos sido de Solymar, por decirte algo geográficamente lejano, no se hubiera dado. Básicamente pertenecemos a un movimiento que había en Punta Carretas en esa época. Había toda una movidita alrededor del parque de Villa Biarritz; también me acuerdo que hace años había una pista de patinaje en el shopping de Punta Carretas, en la que se juntaban varios rotos de la vuelta. En verdad, ninguno sabía patinar, pero era un punto de encuentro: siempre había alguno con una guitarra y tocábamos temas. A partir de esa movida conocimos al Chancho [Rodrigo Labella], que pasó a ser nuestro mánager y que a su vez es muy amigo de la gente de La Vela. Él les mostró lo que hacíamos, nos juntamos y empezamos a curtir. Después de un tiempo, nos dicen: “Bo, ustedes ya están para sacar un disco”. Tenían un pique con [el sello] Bizarro y además les interesaba hacer su primera producción. Intereses comunes, y bueno... La Vela Puerca era parte de esa movida en ese momento.

-La canción “Mamón” es muy La Vela...

-Sí, eso nos pasó salado. Pero no reniego de nada. Porque durante mucho tiempo, cuando éramos guachos, parecía que fuera un insulto, no porque sea La Vela, sino por la comparación. Después vas aprendiendo que para mostrar una cosa siempre es necesario compararla con algo. Hace tiempo que no hablaba el tema de La Vela. Cuando salió el primer disco, yo tenía 18 años y nos poníamos a la defensiva. De viejo te das cuenta de que nada que ver, que es ridículo. Acá siempre hay actitud de uruguayo, en todos los sentidos, que es renegar de sus cosas, como que una banda uruguaya es una influencia. Era lo que sonaba en la vuelta, es ridículo renegar de eso, más allá de que escuchábamos Reel Big Fish, The Mighty Mighty Bosstones y un montón de bandas californianas. Esto nunca lo hablé con el Enano [Teysera]; no sé si ellos escuchaban esas bandas, porque son muy parecidas: frases de vientos, ska, punkie...

-Tenías 18 años cuando grabaron el primer disco; arrancaste joven.

-A los 13 empecé a hacer mis primeras armas con la guitarra. De hecho, a la música llegué por el metal, o sea, nada que ver. Me encanta el metal. Mi banda es Iron Maiden, por lejos.

-Uno no pensaría en esas influencias cuando escucha Once Tiros...

-No, pero vos sabés que el otro día me crucé con un metalero y me nombró un par de cosas que él notaba en las canciones; nuestro caballito de batalla, “Maldición”, del primer disco, que en el medio tiene una parte muy parecida a “One”, de Metallica. El metal, quieras o no, siempre está en las influencias: en una escala o en un riff, aunque después sea un tema ska.

-El otro caballito de batalla de _ Parvadomus_ fue “El globo”.

-Ésa la compuso Lucas [Lessa], el trompetista, que ya no está en la banda. “Maldición” la agarró la gente; “El globo” fue nuestro tema “comercial”, por decirlo de alguna manera, el tema que iba a la radio. La música era pachanguera y entró en el ranking. Me acuerdo de que lo llegué a escuchar en el ranking de Concierto, y estábamos entre Chayanne y Shakira, o algo así; una cosa muy rara. Pero después venía mucha gente rockera que nos decía qué bien conjugada estaba la pachanga con la letra. La letra es un bajón.

-En el último disco, Imán, hay menos vientos.

-Ahora tenemos sólo un saxo. Nos fuimos quedando sin vientos: primero se fue Lucas y después Nacho [Piñeyro], por equis razones.

-¿Por qué no integraron a otros músicos?

-Porque vimos que estábamos yendo por ese camino de que las guitarras tuvieran cada vez más protagonismo. Ya en la producción de Imán nos dimos cuenta de que iba a ser así, que era mucho mejor tener un saxo polentón, que se le bancara -es Paulo Zuloaga, el saxofonista de hace años de La Abuela Coca- y dejarlo solo.

-¿Seguís trabajando de cocinero?

-Ahora laburo de mozo, pero me encantaría ser chef. Laburé un tiempo en la cocina de un boliche, y estudié cocina.

-No vivís de la música. Eso a la hora de hacer un disco te saca presión.

-Por eso demoramos cuatro años entre disco y disco. Y por eso cometimos el error comercial de no repetir un Parvadomus, y cometimos la honestidad de hacer lo que nosotros creíamos que teníamos que hacer en ese momento. Parvadomus fue disco de oro, y salimos a tocar por todos lados. Cuando teníamos que preparar otro disco sabíamos cuál era la fórmula, porque si te fue bien con el primero, repetilo... Pero no era el momento de hacer eso, y musicalmente todos queríamos probar por otro camino. Siempre hubo libertad.

-Ustedes arrancaron cuando explotó aquella movida del rock uruguayo de principios de 2000 y tocaron en los primeros Pilsen Rock; son de los pocos de esa camada que todavía siguen.

-Sí, igual nos agarró en la ola, no fue que dijimos: “Bo, es ahora, ¡vamos a hacer una banda!”. Hay pila de bandas que no siguen. El otro día hablábamos de eso [con el grupo]. Somos de la generación de Bufón, Cambiá la Biblia, Vinilo, Lapso...

-Pero supongo que cuando estaban en la ola sabían que iba a menguar.

-Sí, todo el mundo lo sabía, entre todas las bandas siempre lo comentábamos: “Se está tirando mucho de la piolita”. Era una sobresaturación de las mismas bandas todo el tiempo; creo que también pasó eso. Y además está el recambio generacional. Nosotros ahora lo estamos viviendo: a nuestros shows vienen pibes de 15, 16 años, que recién se acercaron.

-¿Ves un paralelismo entre cocinar y hacer música?

-Sí, obvio. Completamente. Primero, tenés la libertad de que, por lo general, existe una receta, como existe una receta para las canciones A, B y C; o sea, estrofa, estribillo, parte del medio, etcétera, pero después vos decís: “Bueno, a esta frutillita le voy a poner un poco de pimienta para ver qué pasa”. Lo mismo sucede con las canciones: vos les ponés tu impronta y vas mezclando todo eso, para volver a hacer de una base, de una receta madre, algo nuevo o algo único. Ninguna canción, por más que me digas que es ska o que es “muy parecida a La Vela Puerca”, termina siendo igual, porque ningún guiso es igual. Si yo te doy a vos los mismos ingredientes, y nos ponemos a cocinar al mismo tiempo, seguro que los dos van a tener sabores diferentes.

-Entonces, La Vela Puerca y Once Tiros son guisos diferentes.

-Sí. Quizá tengan carne y panceta, pero los probás y son muy diferentes.