Delicias en vueltas, con guion de Pablo Roy Leguísamo e ilustraciones de Lucía Lucy Makuc, es la segunda entrega de la serie Historia de las tradiciones, que viera su primer libro en De leche… dulce, publicado hace ya unos años. En ambos la propuesta está clara: en un formato orientado a los niños se ofrecen relatos sobre la génesis de elementos que cabe pensar como cercanos al corazón de la identidad nacional. Así, si la primera entrega proponía una historia posible del dulce de leche, este segundo libro hace lo propio con las empanadas.

En una primera lectura está claro que Delicias en vueltas da en el blanco en cuanto a su propósito básico. La trama está construida con suficiencia, la intriga atrapa al lector y los hermosos dibujos (y colores) de Makuc son una verdadera delicia de expresividad e imaginación (son especialmente fascinantes las viñetas de las páginas 13, 17 y 18, y la última de la 28).

A la vez, el guion logra establecer otros niveles de lectura, no tan inmediatos, que pueden pensarse ante todo como una declaración de corte no-hay-que-subestimar-a-los-niños (en oposición a tanta literatura infantil que parece asumir que sus pequeños lectores se conforman con cualquier tontería), pero también como el gesto de incorporar guiños o elementos que llaman a la reflexión y la relectura, incluso para lectores adultos.

Se trata de un libro, entonces, que por repetir aquel chiste de Homero Simpson (en el capítulo “A star is burns”, número 18 de la sexta temporada), “funciona a varios niveles”.

Para empezar, el guion construye precisamente dos claros niveles del relato. Está primero la historia de una niña que viaja desde Europa hasta las colonias del Río de la Plata; en algún momento de su larga travesía conoce a un niño esclavo (que viaja en condiciones espantosas) y, tras empatizar con su sufrimiento, le lleva comida bajo la forma de empanadas. Al brindárselas le cuenta una historia, y ahí aparece lo que podríamos pensar como el segundo nivel del relato, o sea una historia-dentro-de-la-historia. Se nos cuenta, entonces, cómo una niña cuenta una historia.

Si el primer relato, entonces, es deliberadamente realista, histórico incluso (se lo pude leer también como un intento de sensibilizar a los jóvenes lectores en relación a la lamentable historia de la esclavitud en el Río de la Plata), el segundo, contado por la niña, es ante todo fantástico. La historia de las empanadas, entonces, es ofrecida como una fantasía: una “genia” (el djinn de la tradición árabe aparece acá como una mujer poderosa) le entrega las empanadas a un muchacho que debe atravesar el desierto para después ganar la mano de una princesa.

Parte del buen trabajo de Roy en este guion aparece en las evidentes correspondencias entre las dos historias. En ambas hay un viaje largo y potencialmente peligroso (el camino del barco hacia las colonias y el desierto que debe ser atravesado) y en ambas las empanadas aparecen como el sustento que hace posible la travesía. A la vez, en las dos historias las empanadas son ofrecidas al protagonista (es decir, el niño esclavo y el muchacho que busca la mano de la princesa) por un personaje que se encuentra en algo así como un “nivel” superior, sea porque pertenece a una extracción social privilegiada (la niña) o porque su existencia trasciende lo humano (la genia). A la vez, estos dos personajes que ofrecen un don son mujeres, mientras que quienes lo reciben y sobreviven son hombres, lo cual permite una lectura centrada en el empoderamiento del sexo femenino.

Otro nivel, además, podría ser el de los procedimientos de corte intertextual, que aparecen ante todo como alusiones a Las mil y una noches, primero en virtud de la ambientación “árabe” de la historia que cuenta la niña y, después, dada la apelación a una historia que, como la de Scheherazade, es interrumpida y retomada a la noche siguiente, proceso que genera, en virtud de un evidente “peligro” que sale al paso, una fuerte tensión narrativa.

Que Roy haya logrado concentrar con evidente fluidez estas capas de sentido en una historia tan breve es, sin duda, un logro sumamente atendible. El libro, de hecho, jamás se siente artificioso o caprichoso y -sumándole las recetas y la información histórica extra del útil apéndice parahistorietístico- acierta en todos sus objetivos. Queda esperar, entonces, la tercera y última entrega de la serie que, según anunció la editorial, narrará la historia del mate en clave enteramente fantástica.