Imágenes del silencio integra una serie de actividades propiciadas por Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos para conmemorar la 20ª Marcha del Silencio, instancia que contó con un ciclo de cine en la sala Zitarrosa que luego circuló por algunos departamentos -y donde se pudieron ver, entre otras películas, El círculo, de Aldo Garay y José Pedro Charlo, y Las manos en la tierra, de Virginia Martínez-, la publicación de un almanaque que se extiende de mayo de 2015 a abril de 2016, y la edición del disco Haciendo memoria, a cargo de Rubén Olivera.

La idea inicial de la exposición fotográfica fue de Anabella Balduvino, quien planteó la posibilidad de conmemorar los 20 años de la marcha con una muestra. En verdad -y según explicó a la diaria la fotógrafa y directora del taller Aquelarre-, Balduvino pretendía que la marcha se viera desde distintas disciplinas artísticas, como la fotografía, la música y el cine. Cree que lo bueno fue la respuesta, ya que muchísimas personas se mostraron interesadas. “Lo que me parece mejor es que se va a mantener en el correr del año, precisamente porque hay actitud de mantenerlo: en cine se seguirá proyectando y Rubén Olivera se encuentra editando un disco recopilación, y así se continuará con la intención de reunir las distintas vertientes. Pero además, con el correr de los años, se han ido incorporando a esta movida varios departamentos del interior, como Paysandú, Maldonado y Florida, donde los ciclos de cine tuvieron un éxito increíble”.

El proceso comenzó a fines de octubre del año pasado, ya con un objetivo definido: recopilar la mayor cantidad de imágenes posibles de todas las marchas, para así realizar la muestra. Como primer paso comenzaron a contactarse con los colegas que, según presumían, podían contar con fotografías. Ricardo Gómez aclara que en este grupo existían dos vertientes: por un lado, los fotógrafos de prensa y, por otro, los que trabajan la temática de los derechos humanos per se. Pero esto implicó muchos inconvenientes. Por ejemplo, algunos fotógrafos que trabajaban en prensa en 1996 ya no continuaban en el medio o se encontraban fuera del país. Así, contactaron a los fotógrafos que estuvieron a su alcance, además de ciertos medios, para que no se volviera inabarcable la tarea.

Esto, paralelamente, se vincula a una transformación en la disciplina. Como explica Gómez, en estos 20 años la fotografía como medio también sufrió una transformación importante, al virar del medio analógico al digital. La marcha sucedió justo en ese período de transición. En ese sentido, eran conscientes de que las primeras marchas contarían con material analógico más difícil de rastrear, ya que el archivo es más complejo y requiere otro tipo de ordenamiento. “También sabíamos que las marchas en los últimos años contaron -al igual que la fotografía- con una especie de auge, donde cada vez asistieron más fotógrafos a cubrirla. La última fue realmente algo increíble y distintivo en ese sentido”, cuenta Gómez. El grupo sabía que no contaría con ningún tipo de dificultad para acceder a los archivos de las últimas marchas, no así a los de las primeras.

Principio y fin

Como parte del proceso, también destacaron el cruce generacional entre los cuatro, y los distintos aportes que realizaron desde su lugar de enunciación o la forma de ver el hecho en sí, aunque todos priorizaron el valor documental para poder filtrar y seleccionar el material.

“La idea base fue trabajar por consenso, y muchas veces, en medio del proceso, se debió mutar criterios para no ser visualmente redundantes”, dice Gómez. Pablo Porciúncula agrega que intentaron diseñar una muestra que fuera visualmente atractiva, al tiempo que respetara la cronología y los criterios estéticos de la imagen fueran interesantes, sin volverse repetitivos.

“Éste fue el mayor desafío -reconoce Porciúncula-, ya que la marcha en sí misma es una marcha que se repite.”

Cuando establecieron la cronología, el trabajo se organizó por trípticos, ya que de ese modo contaban con la posibilidad de “trabajar las imágenes con ritmos” y, además, “cerrábamos unidades visuales”. Pero también existieron otros aspectos a tener en cuenta, como los personajes históricos; por un lado, era necesario que estuvieran -incluso cuando “la foto no tuviera la mejor calidad”-, como en el caso de Liber Seregni, pero, por otro, lo individual no se debía volver una prioridad. “Estuve desesperada buscando fotos de Luz [Ibarburu], pero no hay, porque ella en la marcha iba siempre detrás. Pero bueno, no podemos inventarlo. Se incluyeron algunas madres importantes, pero al final esto no se convirtió en un peso, y eso fue un buen aporte que hizo el grupo”, analiza Balduvino.

Éste es un punto importante, porque tal vez los que se acerquen a la muestra se sorprendan. Gómez aclara que en la actualidad la sociedad está acostumbrada a acceder a fotografías con una buena calidad de imagen. Por lo tanto, se olvida que hace 20 años las fotos aún eran analógicas, y muchas veces el negativo se debía forzar frente a situaciones pobres de luz. El fotógrafo agrega: “El resultado es una imagen de 1996, y no se debe perder de vista esa perspectiva, ya que lo que se vuelve protagonista es el valor documental. La foto de la primera pancarta de 1996 es un hecho muy relevante desde el punto de vista documental. Esa foto tenía que estar, y no importaba si la calidad no era la mejor”.

Siguiendo la ambientación temporal, pero remontándose a lo significativo de la primera marcha, Porciúncula recuerda que los fotógrafos comenzaban a cubrirla sin conocer la dimensión que adquiría. “Realmente quedamos muy impactados con esa marcha. Era un silencio tan fuerte que ni siquiera los fotógrafos hablábamos. A mí en particular me parece interesante pensar cómo los fotógrafos se dispusieron a esta muestra: algunos nos enviaban tres fotos, otros algunos negativos o rollos enteros. Después uno se encontraba con la repetición de imágenes de los mismos fotógrafos, la reiteración de las imágenes generales, y la necesidad de los fotógrafos de estar al frente de la marcha, sin saber la historia que sucedía detrás. Ahí ya existe otro trabajo sobre el lugar de los fotógrafos en la marcha”.

La historia del silencio

Al ser consultados sobre cómo definirían la muestra, Balduvino expresó que era una contribución de 38 fotógrafos a la historia. La fotógrafa está convencida de ese aporte, incluso dentro de su particularidad, ya que en cierto momento, dentro de muchos años, este trabajo se deberá continuar.

Gómez apunta al valor histórico, asegurando que cualquier persona o investigador al que le interese la Marcha del Silencio puede remitirse a esta colección de imágenes y obtener un panorama de lo que sucedió en 20 años, ya que hasta ahora no existía un trabajo que lo englobara.

Cecilia Vidal prefiere definirla como “una gran foto de un período de 20 años”, que oficia como punto de partida para cualquier abordaje o trabajo posterior. Y el hecho de exhibir a los fotógrafos sus propios trabajos y miradas, desde otro lugar, también aventura “una puesta a punto de lo que se ha hecho sobre este fenómeno”.

Los editores percibieron este trabajo como una desautomatización del lugar del fotógrafo: “Incluso cuando cubrí esta última marcha me costó muchísimo, y fue muy distinto, porque había fotos que ya no quería sacar. Cuando llegué a casa y las vi, me di cuenta de que había buscado otras cosas. Si en esto también genera un nuevo aporte, y ayuda a que la mirada entre nosotros mismos crezca con respecto a la marcha, es algo muy interesante”.

En ese sentido, para Porciúncula fue muy sugestiva la devolución de sus colegas, ya que el día de la inauguración de la muestra, los fotógrafos se acercaban y le decían: “‘les quedó muy bien’, cuando en verdad la muestra les pertenece a ellos. Pero tiene que ver con enfrentarse a otro lugar”.

Estas Imágenes del silencio conmoverán la galería del Parque Rodó hasta el 15 de julio, pero el proyecto parece continuar, ya que los editores tienen la convicción de que debe convertirse en un libro, incluso cuando aún no han encontrado una posible financiación. “Desde el silencio atronador en el que la marcha avanza, surgen estas fotos captadas por las miradas de 38 fotógrafos. Imágenes del silencio es la trama que emerge de zurcir estas fotografías, en su mayoría concebidas para informar a través de la prensa sobre la incansable búsqueda de los desaparecidos”, advierte el texto de la muestra, y agrega: “Sin duda una de las pocas movilizaciones multitudinarias que se realizan en el país, en las que miles de personas interpelan cada año a las autoridades por Verdad, Justicia, Memoria y Nunca más”.