El director de cine y guionista barcelonés Vicente Aranda falleció ayer. Deja una larga y prolífica carrera, que comenzó con Brillante porvenir (1964), drama que narraba los tormentos de un joven de provincia enfrentado a una sofisticada burguesía. Ya cuando en 1965 irrumpió en el medio cinematográfico con su segunda realización, Fata Morgana, el catalán delineaba el perfil de las temáticas que exploraría como director, y que alternan la violencia, el erotismo, la crueldad, variados triángulos amorosos y la complejísima relación entre víctima y victimario.

Considerado uno de los grandes realizadores del cine español, Aranda se formó dentro de la llamada Escuela de Barcelona, una suerte de reacción renovadora frente al cine de autor de la nueva ola francesa. Años después, filmó Las crueles (1969), La novia ensangrentada (1972), Clara es el precio (1975), Cambio de sexo (1976), La muchacha de las bragas de oro (1980), Fanny Pelopaja (1984) y Amantes (1991), que triunfó en varios festivales y que obtuvo dos premios Goya -a mejor película y dirección- entre las siete nominaciones, además de quedarse con el Oso de Plata a mejor actriz. En Amantes (protagonizada por Jorge Sanz, Maribel Verdú y Victorial Abril), una de sus películas más conocidas por el Río de la Plata, Paco, un púber que acaba de terminar el servicio militar, decide instalarse en la capital, donde una viuda sexy lo termina conduciendo por el mal camino. La mayoría de sus obras retratan personajes infelices que encuentran su liberación por medio del sexo. “La no felicidad puede ser más creativa que la felicidad, más enriquecedora”, sentenciaba.

Pero también están las dos entregas de El Lute: El Lute, camina o revienta (1987) y El Lute, mañana seré libre (1988), centradas en la vida del delincuente prófugo de los años 60 Eleuterio Sánchez, El Lute, interpretado por Imanol Arias; Carmen (2003), en la que Paz Vega como la sevillana cigarrera y Leonardo Sbaraglia como Don José -el soldado francés enamorado de Carmen-, sobreviven a sucesos extraordinarios, amores turbulentos y pasiones incontrolables; la película protagonizada por Ana Belén y el francés Georges Corraface, La pasión turca; y su consagratoria Juana la Loca, estrenada en 2001, en la que narra la relación entre Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla, y cómo ella, a consecuencia de los celos y la pasión por las reiteradas infidelidades de su marido, se convierte precisamente en La loca.

Su último proyecto, a sus 83 años, fue Luna caliente (2009), una adaptación de la novela del argentino Mempo Giardinelli sobre el Proceso de Burgos -juicio contra varios miembros de la organización separatista vasca ETA- en la era franquista, con la que cerró una carrera de 45 años, que estuvo signada por su particular universo estilístico que, de algún modo, siguió su máxima: “La vanguardia es imprescindible, pero hay que disimularla”.