“Ensíllenme el caballo, llegó la hora de clarinar”. Éstas eran las últimas palabras del prócer en Artigas, general del pueblo, cuando todos ya lo habían traicionado. Ayer, 36 años después, volvía a llegar la hora, cuando el entrañable Ruben Yáñez fallecía en Montevideo, a los 86 años, luego de haber defendido a ultranza sus dos grandes compromisos: el teatro y la educación. La trayectoria de este recordado actor, director, docente y pionero referente del teatro independiente, describe más de medio siglo del teatro nacional, en el que dirigió obras como Galileo Galilei, Nuestros hijos, Becket o el honor de Dios, El rey se muere, Crónica de un crimen y El patio de la torcaza.
Desde su convicción marxista, Yáñez fue un defensor decidido de la educación vareliana -muy próximo a Julio Castro- y, según cuenta la leyenda, eran varios los estudiantes que asistían al Instituto Normal y al IPA (Instituto de Profesores Artigas) sólo para escuchar sus lúcidas intervenciones sobre la laicidad. En la década del 60 fue director artístico de la Comedia Nacional, y luego del golpe militar, debió exiliarse en México junto con otros compañeros de El Galpón. Fue en ese país, en 1979, donde escribió junto con Milton Schinca la mítica Artigas, general del pueblo.
El docente e investigador Roger Mirza recordó a la diaria su vínculo con Bertolt Brecht. Evocó que, con la Comedia Nacional, Yáñez hizo el primer Galileo Galilei y, más adelante, con El Galpón realizó una segunda versión de Arturo Ui. Mirza explicó que luego, cuando el elenco debió exiliarse, él “fue una de las figuras más importantes junto con Atahualpa del Cioppo. Pero como Atahualpa viajaba mucho, y él era más estable en ese sentido, se convirtió en una figura muy fuerte de El Galpón”.
En cuanto a sus trabajos, Mirza sostuvo que le interesaba el llamado “teatro político”, que “obliga a una reflexión”. Agregó que Yáñez “suscribía la premisa de Brecht de que el teatro debía plantearle al espectador problemas sobre las condiciones sociales y políticas en medio de las cuales vivía, ya que el llamado teatro dialéctico es el que revela las contradicciones de la sociedad”.
De su autobiografía, Hoy es siempre todavía, el investigador destaca el momento en que Yáñez quiso montar Brecht con la Comedia. En ese momento, le habló a Justino Zavala Muniz -presidente de la Comisión de Teatros Municipales de entonces-, pero como no conocía al autor, le pidió que le facilitara algún texto. Al día siguiente de entregarle Galileo Galilei, Zavala Muniz le respondió: “Suscribo todo lo que diga este hombre”. “Esto es muy fuerte, porque además se trataba de alguien de filiación colorada, que en ese momento reconoció en Brecht a un gran autor dramático y, al mismo tiempo, ideológico”, dijo Mirza.
En el sitio web (Des)archivo Brecht, Mirza recuerda que, sobre su puesta de Galileo Galilei, Ángel Rama escribió en el semanario Marcha una larga reseña titulada “Apasionada polémica intelectual”, y Emir Rodríguez Monegal analizó el espectáculo como una “fervorosa versión”. Más adelante, el crítico relató que en 1970 Yáñez llevó a escena una nueva versión de Galileo Galilei con el elenco oficial, y luego se realizó una temporada en el teatro Cervantes de Buenos Aires, cuando Argentina estaba bajo la dictadura de Levingston. En ese contexto, un alto funcionario le comunicó que se prohibía que los actores repartieran panfletos con frases del texto durante la obra. “Ante la negativa de Yáñez, el funcionario reunió al elenco durante el intervalo [...] para transmitirle la prohibición, pero Alberto Candeau, después de mirar a sus compañeros, en nombre de todos declaró: 'La obra se da como la puso el director y como se dio en Montevideo. No hay otra posibilidad'”. Y así fue, “y culminó con una de las ovaciones más grandes que recuerdo en mi vida en el teatro”, recordaba Yáñez. Pero, además, la crítica argentina otorgó a Candeau la distinción de Mejor Actor Extranjero de la temporada por su Galileo, cuando “lo que probablemente no sabían era que también estaban premiando una sólida ética teatral”.
Declarado Ciudadano Ilustre en 2012, Yáñez también asumió la dirección de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD) desde 2001 a 2004, cuando lo sucedió Mariana Percovich, actual directora. La dramaturga señaló que todas las reformas que se pudieron desarrollar en este último tiempo en la escuela se debieron a las anteriores direcciones, como la de Yáñez, Levon y Omar Grasso, quienes “fueron los que aportaron para que los cambios se pudieran construir”. Sostuvo que como hombre del teatro independiente y del compromiso militante -que también incluyó la educación-, Yáñez formó parte de esa cadena que concluye con la EMAD firmando un convenio con la Universidad de la República, “y esto también es parte de su legado”.
Percovich contó que recién pudo acercarse a Yáñez cuando volvió del exilio, y ahí comenzó a conocer a El Galpón del regreso, “del que tenía un vínculo de memoria por intermedio de mi padre. Vi Artigas, general del pueblo, sus primeros espectáculos, y algunas direcciones de Yáñez, entre las que recuerdo Tartufo, con Pepe Vázquez, entre varios espectáculos”.
Más próximo en el tiempo, se refirió al ciclo A escena con los maestros, que repasaba la carrera de los maestros que pertenecieron a esta generación, sin olvidar que “el teatro actual es parte de toda esa historia, en la que Yáñez fue una figura importantísima”.
Hace sólo diez años, Yáñez dio una charla en la Facultad de Información y Comunicación, donde decía que una de sus angustias, en ese momento, se vinculaba con lo que estaba sucediendo con la memoria (“A la nueva generación le dicen ‘No te importe el pasado. No tengas los ojos en la nuca. Sé libre, no sientas el peso de los que vinieron antes; sentite el origen de todas las cosas’”) y la cultura.
Entre el casi centenar de obras en las que participó, aún permanece el recuerdo imborrable de su lucha por el teatro reflexivo, por la educación democrática y orgánica, por la memoria. Creía que sólo así se podía llegar a una transformación histórica, y ésta fue la premisa que persiguió a lo largo de su carrera, convencido de que hoy es siempre, todavía.