La misma semana en que el escritor argentino Ricardo Piglia obtuvo el reconocido premio Formentor por su consolidada obra narrativa (“se desenvuelve armónicamente entre la originalidad y la cultura popular y la tradición más exigente”, definió el jurado), ayer el cubano Leonardo Padura ganó el premio Princesa de Asturias de las Letras, luego de que el año pasado lo recibiera el irlandés John Banville (en 2013 Antonio Muñoz Molina y en 2012 el norteamericano Philip Roth). De este modo, el cubano se impuso a escritores como el japonés Haruki Murakami, el estadounidense Richard Ford y el inglés Ian McEwan.

Decir Leonardo Padura es decir Cuba, ya que todo el universo ficcional de este narrador, periodista, ensayista y guionista de cine se sustenta en la isla. En la actualidad, el cubano cuenta con un extendido reconocimiento internacional a partir de la serie de novelas policiales protagonizadas por el detective Mario Conde, entre las que se encuentran Vientos de cuaresma, Pasado perfecto, Máscaras, Paisaje de otoño, Adiós, Hemingway, La neblina del ayer y La cola de la serpiente. Dentro de su particular impronta, el jurado considera que su obra se ha convertido en una soberbia aventura del “diálogo y la libertad”. Además, agregan que Padura es un escritor “arraigado en su tradición y decididamente contemporáneo; un indagador de lo culto y lo popular; un intelectual independiente, de firme temperamento ético”. Para el tribunal, su cuantiosa obra transita por todos los géneros de la prosa y subraya un recurso que caracteriza su voluntad literaria, como es el interés por detenerse en las voces populares y las historias perdidas de los otros: “Desde la ficción, Padura muestra los desafíos y los límites en la búsqueda de la verdad. Una impecable exploración de la historia y sus modos de contarla”.

La neblina de ayer

Su escritura precisa -nutrida también desde su oficio periodístico-, intensa y prolífica ha ido creciendo hasta convertirlo en el escritor cubano más internacional y traducido. En 2012 recibió el premio Nacional de Literatura de su país por Herejes, su novela que, junto a El hombre que amaba a los perros, han sido consideradas obras “perfectas”, además de ser dos trabajos icónicos de la literatura latinoamericana contemporánea.

Padura es reacio a que lo etiqueten como un “escritor crítico” con la política de su país, incluso cuando su obra describe el desen- canto y la problemática de la sociedad cubana contemporánea. “A veces, esas etiquetas de alguna manera reducen al escritor”, dijo ayer a la agencia DPA al enterarse de que había sido finalista de uno de los galardones más importantes de las letras en español. “Yo soy un escritor que escribe sobre una realidad, que es la cubana”. Así es como prefiere definirse a sí mismo y a su obra, y agrega: “Me gusta que definan mis libros por lo que son. Literariamente”.

Otro de los temas centrales en su obra son las obsesiones con las frustraciones de su generación (nació en 1955, pocos años antes de la revolución), y precisamente éste es uno de los temas de su último guion para la película Regreso a Ítaca (2014), del director francés Laurent Cantet, en la que se narra el reencuentro de un grupo de amigos que lamentan su actual fracaso, al recordar sus sueños de juventud.

“Soy un escritor cubano, pertenezco a una generación que ha vivido y sufrido muchas cosas, buenas y malas, y siento un gran sentido de pertenencia hacia mi ambiente y mi gente en Cuba, así que este premio lo considero un reconocimiento a todo ello”, dijo desde La Habana a El País de Madrid. “El único antecedente es Javier Sotomayor, plusmarquista mundial de salto de altura, que en 1993 obtuvo el Príncipe de Asturias del Deporte. Por eso hoy me siento como si hubiera saltado 2,45”, concluyó el escritor de una Cuba en transformación.