En abril de 1992 Andrei Chikatilo (1936-1994) confesó haber violado, asesinado y mutilado a 56 mujeres y niños entre 1978 y 1990, mayoritariamente en el óblast de Rostov, parte de la actual Federación Rusa.
Entre las muchas historias que se contaron acerca del más célebre asesino en serie de la era soviética está la de su infancia en Yabluchne, en la República Socialista Soviética de Ucrania, donde los trabajadores de las granjas colectivas estuvieron al borde de la hambruna en virtud de las políticas económicas del estalinismo. Aparentemente, entonces, Chikatilo habría oído de su madre el relato de cómo el primogénito de la familia había sido raptado y devorado por los vecinos.
El niño 44, la primera novela del novelista inglés Tom Rob Smith (Londres, 1979), publicada en 2008, arranca con una recreación de esa historia. Hay un niño llamado Pavel, que tiene un hermanito menor llamado Andrei; ambos salen a la nieve en busca de un gato que se había escapado -para comérselo, por supuesto- y el mayor es atrapado y asesinado. El resto de la trama -bien trabajada como un thriller de investigación policial- incluye a un asesino, inspirado en Chikatilo, que empieza a cometer sus crímenes en 1953.
Hay varias cosas para señalar de El niño 44. Quizá lo más evidente es su detallada recreación de la era estalinista (de hecho, la muerte de Iósif Stalin, el 5 de marzo de 1953, es de gran importancia para la trama), con su atmósfera paranoica, su corrupción, su violencia de Estado y sus arbitrariedades. En ese sentido, la escritura de Smith se vuelve eminentemente política, y es fácil imaginar la reacción a la lectura de este libro que profesarían -si leyeran este tipo de literatura, claro- ciertos animales jurásicos y cretácicos sobrevivientes en Uruguay. Sin embargo, el libro se las arregla para no ser panfletario. Se nos habla de hambrunas, torturas, espionaje entre vecinos, paranoia, privilegios de las clases que sabemos privilegiadas bajo el régimen estalinista, gulags, antisemitismo (en particular, el célebre caso del “complot de los médicos”) y toda la parafernalia de la era, pero el tono empleado por el narrador hace pensar más bien en cierta minuciosidad descriptiva y no tanto en una vocación de “sacar a la luz” determinados asuntos siguiendo una agenda política (se trataría, en todo caso, de una agenda bastante atrasada, pero se sabe que existen los fósiles vivientes).
De hecho, esa minuciosidad es parte fundamental del interés de la novela en tanto escritura. Es decir: se trata de un libro dinámico y ante todo visual, que parece pensado para el cine, pero, a la vez, cierta complejidad en cuanto a las subtramas y al manejo de la información histórica (hay que reconocerle a Smith que no cae en el típico vicio de los novelistas históricos berretas, que aprovechan cualquier situación para que un panadero se despache con una lección de historia) logran que cualquier adaptación a un formato del tipo 120-150 minutos inevitablemente deje de lado buena parte de la riqueza del libro. Smith se encarga de hacernos ver que esa narración es lo único que le interesa, y que está decidido a hacer las cosas lo más fáciles posibles para el lector, explicando todo lo que haga falta explicar, orientándolo inequívocamente en el tiempo y en el espacio y urdiendo un sistema funcional en el que todo detalle tiene una utilidad narrativa evidente. Entonces, alguien podría decir que ante un libro -o un tipo de libro- tan determinado a contar una historia y nada más es difícil encontrar razones para no preferir la película, pero justamente de lo que se encarga Smith es de asegurarse de que siempre vayamos a elegir el libro, en tanto nos entrega mucho más. Y todo ese “extra”, digamos, está hecho de relatos e información histórica bien trabajada.
Por cierto: al final del libro hay un interesante y útil apéndice que remite a libros ineludibles para el lector interesado en la era estalinista: Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn, por supuesto, está entre ellos.
En cuanto a la película, ya fue filmada (la dirigió Daniel Espinosa y la produjo Ridley Scott) y se estrenó hace unos meses, para un fracaso en la taquilla y críticas bastante malas en todo el mundo, además de esa cosa tan estúpida que es encontrar en una película que los personajes rusos hablan en inglés con acento ruso.
En cualquier caso, el libro logra atrapar y mantener interesado al lector. La ya mencionada morosidad (o ansiedad por ser ameno y fácilmente entendible) puede molestar en las primeras páginas, pero luego es fácil acostumbrarse, y ahí aparecen ciertas virtudes, entre ellas el gran pulso narrativo de Tom Rob Smith. El libro, publicado originalmente en 2008, fue seguido por dos secuelas, que arman una trilogía centrada en el protagonista, un ex agente de la KGB soviética.