Desde el viernes 10 de julio hasta el 5 de setiembre, se podrá ver en el Centro Cultural de España (CCE) la exposición de la XII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo (BEAU), edición presentada a fines de 2013 que observa las realizaciones de los dos años precedentes. La muestra se enmarca en un año en el que el CCE se ha propuesto dar protagonismo a temas relacionados con el espacio urbano, y cuenta con el apoyo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República en su centenario.
El tema propuesto para esta edición es el de la Inflexión, que marca un punto de quiebre con ediciones anteriores y, por lo tanto, con la mirada que los propios arquitectos españoles han tenido sobre su producción en las últimas décadas. Para entender mejor esta “inflexión”, basta leer la presentación de la edición de 2011, que muestra el estado de negación con el que aún se vivía la ya instalada crisis económica y social: “… futuro a la vista, de la realidad española como potencia internacional, de una industria cultural y técnica de primer orden, reconocida y prestigiada…”. En contraste, en el primer párrafo del importante catálogo que acompaña la muestra actual, aparecen expresiones tales como “eficacia”, “mesura”, “necesidad”, “respeto”, “sostenibilidad”, “reutilización”, “responsabilidad”, etcétera.
El acta del jurado, que esta vez contó con una menor participación extranjera, refleja con claridad la preocupación por las “contradicciones de una actividad que ha producido en los últimos tiempos obras de altísima calidad arquitectónica junto a otras actuaciones desmesuradas y en ocasiones abandonadas o infrautilizadas”. Previo a la conocida burbuja inmobiliaria, desde la década del 90 (y en parte gracias a la inyección económica de la Unión Europea), la arquitectura española ha vivido constantes momentos de esplendor, impulsada por la obra pública y apoyada en la figura del concurso público. El notorio exceso de infraestructura cultural, muchas veces injustificada, no alcanza a opacar la cantidad de realizaciones que marcaron la arquitectura europea y mundial de las dos décadas anteriores.
Varios fueron los cambios introducidos por los directores de la XII BEAU, los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, en función de esta nueva mirada, a la vez crítica y constructiva, que marca, según ellos, “este momento como punto de inflexión, no de regresión, del cual extraer conclusiones válidas en base a las que afrontar con un necesario optimismo el futuro próximo”.
Las categorías de evaluación, por ejemplo, guían la selección hacia proyectos relacionados con la utilización y la protección de recursos existentes (edilicios, de territorio y paisaje) o la revitalización y la transformación de centros urbanos. La que, por novedosa, llama más la atención es la relacionada con la acción participativa y social, llevada adelante por un colectivo de jóvenes arquitectos. Por el contrario, la que más se asocia a la etapa previa es la de “Símbolos cívicos”, lo que también se refleja en los proyectos premiados.
La estructura de premios también fue renovada, al eliminarse las escalas intermedias. En este caso, se muestran los 15 proyectos premiados y otros 27 finalistas, “obras muy notables, no concebidas para competir entre sí, sino expuestas conjuntamente como representación del estado de la cuestión”, como explica el acta.
El formato de la exposición también resulta novedoso y parece adecuado a los fines de esta edición de la BEAU: se trata de una instalación audiovisual, montada en cinco televisores (a cada uno le corresponde una categoría distinta), más una proyección en gran formato. Para cada uno de los proyectos seleccionados, se realizaron piezas de video, que se exhiben por momentos en pantalla completa, por momentos en mosaicos, lo que permite apreciar a la vez diferentes ángulos del mismo proyecto. Si bien las tomas son fijas, se utiliza también el recurso de la cámara rápida, que registra los cambios de luz y dota de dinamismo a la propuesta visual. Inexplicablemente, los textos dentro de los videos están solamente en inglés.
El hecho de presentar todos los proyectos con el mismo lenguaje refuerza la unidad del conjunto y, por lo tanto, del discurso propuesto. La elección del video (en vez de la tradicional muestra de fotografías y dibujos) acerca, por decirlo así, al visitante y al proyecto; desmitifica el objeto, haciéndolo parte de algo más cotidiano, menos perfecto. Ayuda, quizá, a evitar lo que Wilfried Wang explica en su texto en el catálogo como un “alejamiento entre el concepto y la realidad”.
Resulta fácil hacer leña del árbol caído y regocijarse en la crítica al despilfarro o la banalidad. Más difícil es encontrar las claves de una transformación real y duradera, que no signifique una simple pausa hasta que las condiciones económicas vuelvan a permitir la fiesta. El tiempo dirá si este punto de inflexión que plantea la XII BEAU representa un verdadero cambio de postura o si, por el contrario, se trata simplemente de acomodar el cuerpo. Si es lo primero, seguro volveremos a maravillarnos con la arquitectura española.