Antes del furor de las elecciones nacionales de 2004, dos periodistas -Jorge Lauro y Alfredo García- se embarcaron en oscuras negociaciones con un supuesto informante del Ejército que prometía ofrecerles material exclusivo vinculado a la dictadura y los desaparecidos. Pero la entrega se pospuso, la paciencia comenzó a agotarse y la ansiedad se adueñó de la situación, incluso cuando la posibilidad de contar con esa información fue más fuerte que cualquier otra sospecha. Esta historia se llevó al cine diez años después, en la película Zanahoria (2014), de Enrique Buchichio -que ya había dirigido El cuarto de Leo, en 2009-, y que se quedó con el premio Colón de Oro del Festival de Huelva (Andalucía). Ahora, este film representa a Uruguay en el 43º Festival de Cine de Gramado, que se extiende del 7 al 15 de agosto en su clásica locación gaúcha.
Como ya es habitual, Gramado presentará dos secciones de largometrajes competitivas, una dedicada al cine latinoamericano, en la que hay producciones de Uruguay, Argentina, Colombia, México, Ecuador, Costa Rica y Cuba; y otra destinada a filmes de producción brasileña. En la primera participarán -además de Zanahoria- la colombiana Ella, de Libia Stella Gómez, drama centrado en la historia de Alcides, un veterano que pierde a su esposa e inicia un calvario para poder sepultarla, mientras se retrata la pobreza y la violencia de las calles de Ciudad Bolívar, el maltrato contra las mujeres y el abandono infantil. El realizador mexicano Carlos Armella, ganador del León de Oro a Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Venecia, competirá con su trabajo En la estancia, filme que fusiona el género documental con la ficción, basado en el vínculo de los dos últimos habitantes de un pueblo olvidado de Guanajato.
La película argentina de esta sección será la multipremiada La salada, del cineasta argentino-taiwanés Juan Martín Hsu, en el que se retrata la experiencia que deben enfrentar en ese país los nuevos inmigrantes, a partir de tres historias -de diferentes orígenes- que transcurren en esa conocida feria, donde deben enfrentar la soledad y el desarraigo. Entre las demás producciones se encuentra la ecuatoriana Ochentaisiete, de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade, una suerte de correlato de dos épocas a partir de un grupo de amigos: por un lado, se trata de los años 80 y la filmación en 35 milímetros de una década que convivió junto con el Atari y las bicicletas BMX, y por el otro, el grupo de amigos que creció durante esa época debe enfrentarse, 15 años después, a diversos cambios. En la costarricense Presos, el realizador Esteban Ramírez Jiménez filmó distintas escenas dentro de un centro penitenciario de San Rafael de Alajuela, con cientos de presos como espectadores; y también se proyectará la cubana Venecia, de Kiki Álvarez, una comedia protagonizada por tres mujeres.
Los ocho títulos brasileños que compiten por el Kikito (principal premio del festival) son: Ausência, de Chico Teixeira; Introdução à Música do Sangue, de Luiz Carlos Lacerda; O Fim e os Meios, de Murilo Salles; O Outro Lado do Paraíso, de André Ristum; O Último Cine Drive-In, de Iberí Carvalho; Ponto Zero, de José Pedro Goulart; Que Horas Ela Volta?, de Anna Muylaert; y Um Homem Só, de Cláudia Jouvin.
“La producción cultural audiovisual de Brasil y de América Latina nos desafía, y por lo tanto tenemos la obligación de realizar un festival a la altura. No podemos retroceder”, aseguró João Pedro Till, presidente de Gramatur -autoridad municipal realizadora del festival-, cuando presentó la selección oficial de este año, continuando -al menos en su discurso- la tradición con la que cuenta este festival de referencia latinoamericana.