Durante nueve días, cerca de 200 escritores de género se dieron cita en la Semana negra de Gijón, el festival más importante de la lengua española, que alterna best sellers y autores emergentes. Ayer se cerró la 28ª edición, que recibió 1.000.000 de visitantes y fue la que contó con más autores invitados. Entre ellos se encontraban los uruguayos Mercedes Rosende, Rodolfo Santullo, Silvio Galizzi, Hortensia Campanella y Matías Castro.

La lucha obrera femenina y el lugar de las mujeres dentro de la ficción negra fueron algunos de los puntos sobre los que hizo foco el festival, que ya no sólo se centra en lo policial y extiende sus redes al cómic, la novela histórica, la ciencia ficción y la poesía. El viernes, el célebre premio Dashiell Hammet del festival lo ganó por unanimidad el escritor Carlos Zanón, con su novela Yo fui Johnny Thunders, una historia ambientada en Barcelona sobre la miseria, la droga, la violencia juvenil y qué sucede cuando se vive el día a día al límite; en definitiva, un relato de pesadillas urbanas. Francis, Mr. Frankie, decide volver a su barrio para olvidar sus malos tiempos, después de haber perseguido su sueño de rock’n roll. Pero resulta que el barrio está en ruinas, aunque todavía sigan deambulando por ahí su padre, su hermana, su primera novia y algún que otro amigo.

El jurado evaluó la estructura narrativa de esta obra como un “aire nuevo” para la novela negra, dentro del panorama mediterráneo. El novelista, poeta y crítico literario de El País de Madrid escribió, además de su obra poética, No llames a casa y Tarde, mal y nunca, en las que también se vuelven determinantes la crítica social, el costumbrismo y los personajes marginales. “El mestizaje en una sociedad y en una literatura implica vitalidad, y el hecho de que no nos hayamos puesto talibanes con lo que es la novela negra o no y hayamos abierto las fronteras es una buena noticia”, dijo el viernes al diario con el que colabora. Según se anunció, el recordado espíritu de John Wayne recorre la novela: “John Wayne nos abandonó cuando el mundo dejó de corresponder a una determinada ética. La parte buena de la religiosidad era la ética, hacer las cosas bien, ser un tipo honesto. Yo creo que actores como Gary Cooper o John Wayne eran eso”, dijo Zanón, reivindicando su particular modo de enfrentar el mundo.