Considerado uno de los escritores estadounidenses más importantes del último siglo, Edgar Lawrence Doctorow, conocido a secas como E L Doctorow, falleció el martes a los 84 años. Su lugar en el mundo de las letras se distinguió por su reinvención de la novela histórica, con libros fundamentales como Ragtime, obra que lo consagró en 1975, y en la que se inspiró la exitosa película homónima, del checo Milos Forman, Billy Bathgate (1989) o Homer y Langley (2010). Este ganador de todos los premios importantes de su país -como los National Book Awards o el PEN/Faulkner- también es un cuentista acertado, con relatos como “Integración”, “Todo el tiempo del mundo” y “El escritor de la familia”. Seducido por el nuevo periodismo estadounidense -elogiaba hasta el cansancio la obra de Truman Capote-, ya había resuelto retratar la realidad del estadounidense en pleno siglo XX, convirtiendo a la historia del país en la base de sus relatos.

En su obra narrativa Doctorow desmonta sucesos claves de la historia norteamericana, reconstruyéndolos con la imaginación. Así, una serie de soñadores, farsantes, jóvenes esclavas, inmigrantes y científicos dementes desfilan por sus obras, pero también ladrones, mendigos, millonarios, poetas, músicos de jazz y niños, que deben enfrentarse al horror y a la ilusión en medio de la Gran Depresión. Todos conviven placenteramente con personalidades históricas como el general y escritor William T Sherman, el empresario y banquero JP Morgan, el mafioso Dutch Schultz, la anarquista lituana Emma Goldman, el ilusionista Harry Houdini, o Julius y Ethel Rosenberg, pareja de judíos comunistas que fueron condenados a pena de muerte por espionaje. En su momento, el escritor había reflexionado sobre su particular propuesta narrativa, explicando que recurría a la ficción cuando algo le interesaba tanto que se convertía en una obsesión: “Entonces escribo sobre ellos y no hay lugar para más nada en mi cabeza. El tema de mi última novela es el más importante que hay hoy para mí. En cuanto al papel de la ficción: ¿Cuál es la misión del artista en cualquier época y lugar? Frente al reto de lo desconocido, responder.”

Doctorow, hijo de judíos rusos radicados en Estados Unidos, nació en 1931 y se construyó entre dos fuertes generaciones: la de Saul Bellow, Philip Roth y Bernard Malamud y la de los posmodernos. Pero su distinción, precisamente, radica en haber quedado por fuera de esas corrientes, sin que su obra se debilitara por esto. En su vastísima producción hay trabajos deslumbrantes pero poco frecuentados, como sus cuentos o ensayos. Como novelista es autor de una docena de libros, como El libro de Daniel (1971), Billy Bathgate (1989), El arca de agua (1994), La ciudad de Dios (2000), o La gran marcha (2005). Cuando las guerras se terminan hay que seguir buscando enemigos más cercanos, y así El libro de Daniel, por ejemplo, se sitúa en la Guerra Fría y en el juicio y la condena de los esposos Rosenberg por espionaje a favor de la Unión Soviética. Este caso y la conmoción social que creó le permitieron desplegar una galería de personajes y una visión diversa de la sociedad estadounidense. Algunos de los críticos más prestigiosos, como Frederic Jameson y Edward Said, han dicho que Doctorow es uno de los pocos escritores de auténticamente de izquierda que existen en nuestro tiempo, incluso cuando las implicancias políticas de sus narraciones nunca son evidentes. En El libro de Daniel, los Isaacson son los álter egos de los Rosenberg, si bien la figura central no son ellos sino su hijo Daniel Lewin -apellido de sus padres adoptivos-, a partir del que se reconstruye la vigilancia del FBI a su padre, la detención de la pareja, el juicio, la traición de los amigos. En la construcción de la novela se incluyen varias voces -abuelas inmigrantes, negros, comunistas, hippies, jueces, fiscales, policías, judíos ortodoxos- y se transgreden la gramática y el entramado de las oraciones, profundizando sobre esa herida abierta.

En la misma línea escribió su célebre Ragtime, en la que retrata los Estados Unidos de principios de siglo por medio de una familia. En esta novela amplía aun más las líneas argumentales y los personajes secundarios ilustres que la recorren, como Henry Ford, Emma Goldmann, Houdini, JP Morgan.

La trayectoria de Doctorow fue tan dilatada como versátil. Su tema central podría resumirse en lo que Don DeLillo definió como “el alcance de lo posible en Estados Unidos, en que cabe que vidas ordinarias adopten la cadencia que marca la historia”.