En su permanente voluntad de expansión, Marvel Studios ha aumentado su producción de films basados en su universo de cómics, de dos películas anuales a tres, mediante el simple sistema de lanzar dos grandes blockbusters (este año fueron Los Vengadores 2 y la aún no estrenada Captain America: Civil War) y en el intervalo hacer un film de (relativo) menor costo, dedicado a alguna figura menor de su amplia escudería de superhéroes. Esto les sirve para entretener a los espectadores en las esperas, que en realidad no son muy largas, ya que a los tres films anuales de Marvel Studios hay que sumarles los de sus personajes cuyos derechos vendieron, como el Hombre Araña (ahora propiedad de Columbia) o los X-Men (de 20th Century Fox), y también una o dos películas animadas, lo que significa que hay un nuevo largometraje de Marvel cada dos meses.

Luego del asombroso y algo inesperado éxito artístico y popular de Guardianes de la Galaxia (James Gunn, 2014), el más claro exponente de la división B de la compañía, los capangas de Marvel se deben haber sentido más entusiasmados con estos productos laterales que con los grandes tanques como Los Vengadores 2: La era de Ultrón (Joss Whedon, 2015), colapsada bajo el peso de las expectativas desmesuradas y la sobreproducción. Por comparación, algo más humilde y concreto como Ant-Man: El Hombre Hormiga se siente como una brisa de aire fresco dentro de una estructura pesadísima de producción que ya tiene planificadas películas hasta 2019, lo que puede hacer aparecer sus modestos logros como mayores de lo que realmente son.

Ant-Man recoge a uno de los personajes clásicos de Marvel, presente desde 1962 pero de los que menos suerte han tenido, a pesar de sus continuos relanzamientos y reformulaciones. De hecho, el guion -uno de los más trabajados en relación con la “continuidad” de las historias de Marvel- maneja no a uno, sino a dos de los “hombres hormiga” históricos (e incluso se las arregla para introducir otro de sus álter egos, Yellowjacket, como villano) y además comienza a desarrollar (como en los últimos films de X-Men) una historia paralela, en la que estos personajes sobrehumanos forman parte no sólo de un presente o futuro hipotéticos, sino también del pasado que conocemos, alterado, lógicamente, para hacerles lugar. Entonces el protagonista es el segundo Hombre Hormiga, Scott Lang (Paul Rudd), quien hereda el traje del primero, Hank Pym (Michael Douglas); una buena idea, ya que son dos de los personajes más trabajados de Marvel (Lang solía ser un delincuente, Pym es un egocéntrico) y los dos actores encargados de encarnarlos son las principales estrellas del film y tienen buena química entre sí. Paul Rudd se destaca dentro del correcto elenco y demuestra una vez más que es un actor mucho más versátil de lo que se creía: se despega de su acostumbrado rol de galán mujeriego y superficial y prueba su más que considerable aptitud para la comedia en un rol que de por sí se presta a tener un lado humorístico.

Su lugar en el universo

Como decíamos antes, Ant-Man está más que pensada en términos de la continuidad del universo cinematográfico de Marvel. El personaje original pertenecía a las formaciones primerizas de los Vengadores (en el cómic), pero aquí el primer Hombre Hormiga (Pym) fue un integrante de S.H.I.E.L.D. durante los años 80, mientras que la integración del segundo con los Vengadores se dará (o no) en la próxima película de la saga de Capitán America, Civil War. Pero aunque la historia -que lógicamente involucra numerosas reducciones del héroe hasta el tamaño de, redundemos, una hormiga- presenta agentes de Hydra y tiene un pequeño rol para Hawk, el contacto con la saga mayor es escaso y se puede ver como un film independiente. Como tal es escasamente violento, sin demasiadas escenas de acción, y presenta sus mejores minutos durante el entrenamiento del héroe y su difícil relación con las proporciones, aunque el showdown final no decepciona.

Y realmente no hay nada más que decir sobre esta película en la que todo está más o menos bien, todo es básicamente entretenido y se olvida la velocidad en la que se la consume. Lo mejor que se puede decir es que carece de cualquier pretensión más allá de que el espectador no se duerma, y que se ahorra cualquier intento absurdo de hacer crecer la dimensión humana de sus personajes (como en la espantosa Iron Man 3, que curiosamente fue exaltada por críticos que esperan sacar una lección de vida de una película sobre un tipo que se pone una armadura todopoderosa para combatir con un mago villano). Acá todo es muy simple: es el Hombre Hormiga, es de Marvel, se hace chiquititito, pega tremendas trompadas, hay un malo que lanza rayos... ¿qué más querés con tu bolsa de pop y tu cocacola?