Comenzar la reseña de un libro elogiándolo como objeto físico puede hacer desconfiar a más de uno, ya que es el equivalente de cuando se elogia mucho la personalidad de una posible cita a ciegas sin hablar de su aspecto, pero éste es un libro que obliga a hacerlo: A la orilla del silencio: vida y obra de Osiris Rodríguez Castillos es realmente un objeto impactante de por sí, aun si se desconoce por completo la obra de este creador de múltiples oficios. Con un diseño gráfico cuidadísimo que incluye hasta una fotografía del artista sobre el borde de las páginas (cuyo papel es de una calidad superior a la común) y un material gráfico de enorme calidad, el libro posee cierta belleza anacrónica y elegante que se enlaza a la perfección con su objeto de estudio, haciéndolo un volumen tan atractivo a priori que casi da miedo que su contenido textual no esté a la altura. Pero afortunadamente sí lo está.
Osiris Rodríguez Castillos puede parecerle a un montevideano una elección extraña para dedicarle un libro lujoso y extenso como el presente. Sin embargo, es ya el segundo sobre él que se edita en un tiempo relativamente moderado de tiempo (el otro es Osiris Rodríguez Castillos, pionero del Canto Popular Uruguayo, de 2009, cuyo autor es el erudito en canto popular Hamid Nazabay), lo que habla de cierto redescubrimiento de este poeta-compositor, de obra escasa pero de inmensa popularidad en algunos círculos. Al igual que en los libros dedicados anteriormente por el periodista Guillermo Pellegrino a otras figuras de la canción nacional, como Alfredo Zitarrosa y Rubén Lena, la mirada sobre Rodríguez Castillos es una vez más eminentemente biográfica, reproduciendo textos originales e informando sobre obras específicas sin adentrarse en análisis críticos o musicológicos de lo mencionado, pero el volumen de información sobre el periplo vital del artista es tan amplio y completo que el libro se vuelve más la historia de una vida que la de una carrera artística, lo cual es particularmente atractivo en relación con una vida tan extraordinaria.
El autor del “De Corrales a Tranqueras” emerge de este libro como una figura complejísima, capaz de sumarse a la tradición más pura del folclore del interior uruguayo, pero, al mismo tiempo, conservar un núcleo montevideano, renovador y, por qué no decirlo, revolucionario. Un espíritu inquietísimo que, además de músico, compositor y poeta, también fue luthier, inventor y prototupamaro involuntario (su “Cielo de los tupamaros”, que le valiera luego grandes persecuciones, fue compuesto en 1959, años antes de la creación del Movimiento de Liberación Nacional), y atravesó tanto la cultura de la militancia político-cultural previa al golpe de Estado como la cultura del exilio, ocupando siempre un raro lugar insular e inclasificable.
Es desde ese lugar algo solitario (en relación con la gregaria -al menos públicamente- escena del canto popular) que la imagen de Osiris presentada por el libro dista mucho de cualquier hagiografía; por el contrario -aunque no se nota ninguna hostilidad deliberada en el texto-, su figura por momentos se alza altanera y pomposa, como uno de los más explícitos ejemplares de una generación que solía hacer mucho alarde de su propia valía, hasta el borde de lo absurdo. Una divertida anécdota, por ejemplo, deja en claro la mala relación entre Zitarrosa y Rodríguez, pero el motivo (el uso de un adjetivo equivocado en la espléndida versión que grabó Zitarrosa de “De Corrales a Tranqueras”) es tan nimio que da una buena idea de la proporción -y susceptibilidad- de los egos involucrados.
En todo caso, A la orilla del silencio es, además de la biografía del hombre que conmovió a generaciones con su “Romance del malevo”, casi una detallada novela -sin edulcorantes ni justificaciones ideológicas- sobre la vida de un creador uruguayo, de un representante de una generación a la que la madurez sorprendió en el exilio, errante por el mundo y sujeto a una forma de ver dicho mundo que, en su intransigencia e intensidad, parece casi inverosímil en la modernidad líquida actual. Una biografía que se lee como novela y que va construyendo un gran personaje sin, por supuesto, develar su misterio final.