“Mis primeros recuerdos son los caminos, los árboles, la música de la naturaleza y del silencio”, dijo una vez la folclorista, investigadora musical y compositora chilena Margot Loyola, que falleció el lunes, a los 96 años, y fue velada ayer en el Centro Cultural Palacio La Moneda. Loyola es considerada, como Violeta Parra y Gabriela Pizarro, una maestra, compositora y recopiladora del folclore nacional que marcó la memoria patrimonial de su país, a la vez que mantuvo un fuerte vínculo con la experiencia de la cultura popular, al protagonizar una batalla por la supervivencia de la identidad local, el reconocimiento de las raíces y la valoración de la cueca.

A pesar de la cercanía entre Parra y Loyola, varios críticos han destacado que ellas veían mundos distintos. “A mí me gustaban la academia, el salón, los estudios; a ella no. Yo tenía una voz trabajada, y ella no, porque yo estudié con Blanca Hauser y eso marcó mi canto. La Violeta decía que la folclorista que tenía una voz estudiada estaba perdida como folclorista. A veces me decía: ‘Ya estás cantando esas canciones de los ricos’. Y yo le decía de vuelta: ‘Y tú politiqueando en vez de hacer folclore’”, dijo Loyola en declaraciones reproducidas ayer por el diario La Tercera.

Aparentemente, lo ideológico estuvo presente en ciertas diferencias entre las dos, pese al respeto y la admiración mutua: Parra asumió un firme compromiso político con posiciones de izquierda y lo expresó en sus composiciones, mientras que Loyola, inicialmente próxima al Partido Comunista, se desmarcó de esa postura cuando volvió de un viaje a la Unión Soviética, porque, según dijo, vio que no existía “eso del hombre nuevo”. Con el paso de los años, hubo algún espacio para la noción de que esas diferencias ubicaban a Parra pero no a Loyola como referencia del movimiento de la nueva canción chilena, fuertemente identificado con la izquierda, pero es un hecho que integrantes destacados de ese movimiento, como Rolando Alarcón y Víctor Jara, grabaron composiciones recopiladas por Loyola.

El compositor y musicólogo uruguayo Coriún Aharonián -director del Centro de Documentación Musical Lauro Ayestarán- recordó a la diaria que Loyola fue una figura muy interesante de la cultura chilena. Al ser consultado sobre la contraposición que algunos marcaban entre ella y Parra, precisó que eso se convirtió en un punto fácil para los aficionados a la especulación. “Margot no se dedicó a lo creativo, sino más bien a la interpretación, mientras que Violeta sí se abocó a lo creativo. Incluso los hijos de Violeta contaban que cuando ella iniciaba una nueva aventura decía: ‘¿Qué pensará Margot?’. De manera que su opinión le importaba mucho”, contó.

Hija de su trabajo

Aharonián explicó que durante la dictadura pinochetista Loyola se dedicó más bien a trabajos académicos, y que logró permanecer en Chile “como se logró permanecer en Uruguay en esa época. Ella tuvo una actitud digna, y no de colaboración. Yo la descubrí hacia el fin de la dictadura, en una etapa de la resistencia, cuando fui invitado a una actividad académica en Valparaíso. Estaba en medio de una rueda de docentes de la Universidad Católica de esa ciudad, y cuando me hicieron una pregunta, les dije: ‘Ustedes tienen una personalidad como Margot Loyola’”. Para su sorpresa, la folclorista estaba sentada a poca distancia: “Era una persona que había entrado en silencio, con su guitarra a cuestas, y había permanecido calladita en la ronda, sin aspavientos”.

A lo largo de su carrera, la chilena trabajó junto con dos peruanos que marcaron al continente latinoamericano: Porfirio Vásquez, el llamado “patriarca de la música negra” de su país, y José María Arguedas, líder del indigenismo. Pero también estudió con el musicólogo argentino Carlos Vega, que se convirtió en su maestro en el terreno de la investigación, e incluso se mantuvo en contacto con el uruguayo Lauro Ayestarán. Éste, precisó Aharonián, “la aconsejó y la apoyó. Ella se presentó en el estudio auditorio del SODRE -en el viejo local de Andes y Mercedes-, donde yo la conocí. Ella admiraba mucho a Ayestarán y a Carlos Vega. Incluso había estado esperando la bendición de Vega para seguir adelante”.

En cuanto a la formación de Loyola y a la especialización lograda por su generación, Aharonián explicó que respondieron al trabajo puro, “y al aprender, y aprender todo lo que se pueda, cosa que algún estúpido contemporáneo nuestro cree que es menos que contar con un título académico burocrático. Loyola no tiene ningún doctorado porque no existían, y además porque ella fue la que inventó los estudios de ciertas cuestiones en Chile, y alcanzó un conocimiento profundísimo de las culturas tradicionales chilenas”.