La imaginación al poder
Un naufragio en el baño, una nube escondida en un bolsillo, el rescate de una tostada y unas uñas que no paran de crecer. En los cuatro libros que conforman la flamante colección Renata tiene cosas mágicas, de Banda Oriental, la fantasía y la imaginación se dan cita para desencadenar, a partir de situaciones cotidianas, las más disparatadas historias.
Cada cuento se sitúa en un lugar diferente de Uruguay: Montevideo, las sierras de Minas, Cabo Polonio y Salto. El leitmotiv es la magia que se le atribuye a la protagonista desde el título, con lo que convierte pequeños actos en el elemento desencadenante de lo fantástico. El acierto está en que la narración opera de manera similar a como lo hacen los niños, quienes suelen manejar de manera muy flexible los límites entre realidad y fantasía, sobre todo en el ámbito del juego. Es destacable, en este sentido, la sensibilidad de la autora al identificar esa manera infantil de intervenir en la realidad, seguramente producto de un diálogo respetuoso con los más chicos y de un conocimiento profuso de ese público.
Tanto las historias como las ilustraciones son muy dinámicas, ricas en detalles y movimiento. Esta presentación favorece la posibilidad de participación del adulto mediador en la lectura y el advenimiento de historias paralelas, surgidas del diálogo entre niño y adulto. Se trata de volúmenes impresos en cartón, y aunque a primera vista se puede señalar una contradicción entre esa característica material, que les da una resistencia ideal para chiquitos que no leen solos, y la complejidad y la extensión de los textos, seguramente puedan transformarse en libros de ésos que acompañan por varios años, en la medida en que se ponga en juego el potencial creativo que entrañan.
Fauna en verso
En un nuevo título de la colección de Alfaguara Contámelo otra vez, dirigida a los más chicos, Alejandro Ferreiro propone una historia en verso cuyos protagonistas son animales. Apela, de este modo, a una amplia tradición en el campo de la literatura para niños. En cada doble página presenta una cuarteta de octosílabos con rima en los versos pares. Los protagonistas son animales y los textos aluden o responden, en general, de forma irónica, a frases hechas, a características del personaje, a un prejuicio generalizado acerca de él o a juegos de palabras. La estructura, en la mayoría de los casos, es la de un verso introductorio que conduce, mediante dos puntos, a la frase convencional, modificada y puesta en cuestión; así, “la zorra muy desconfiada: se llenó de desconfiados” y “la cebra se siente reina: voy a cruzar la avenida”.
En todos los casos, el texto dialoga de forma óptima con las ilustraciones de O’Kif. Los animales son caracterizados haciendo especial hincapié en las expresiones, y cada doble página está bien surtida de detalles que permitirán al lector y al mediador transitar múltiples caminos de interpretación. En las primeras 24 páginas (el grueso del volumen), aparecen animales que se refieren a sí mismos, a los que se ubica en diversos ámbitos, en general, naturales. En la doble página siguiente, son el perro y el gato, las mascotas por excelencia, las que presentan al humano, y en las tres últimas, en las que aparece éste, sobre fondo blanco se produce un contrapunto entre, por un lado, los animales (en numeroso grupo) y, por otro, el hombre, en el que se resignifica y responde a la afirmación del título: “Todos nos equivocamos”.
Si al llegar al final regresamos al comienzo, cerraremos un libro redondo y buscaremos -o volveremos a hallar- las claves que estaban ahí desde el comienzo: en la tapa, que refiere al nudo del relato, y en las ilustraciones de la portada y la solapa inicial: un conejo blanco con una taza de té, patas arriba, y un ratón que escribe “fin” al principio.