Chopper dio sus primeros y metaleros pasos en 1989, cuando de la efervescente movida del rock posdictadura sólo quedaba la reverberación de un acorde en una pared grafiteada contra las razias. Después de ligeros cambios de integrantes, debutó en las bateas con Chopper (1993), que para muchos melómanos “del palo” marcó un cenit en el metal vernáculo. El álbum cerraba con “Salgan de mi vida”, una canción que no se refería en amistosos términos al sistema político y sus actores. La crítica con rabia siguió en Sangrando (1997). El grupo pasó por un período de más de diez años de disolución, con un disco compilatorio –Cortes, de 2007- en el medio, y, luego de una reunión para shows realizados en La Trastienda con motivo de las dos décadas de su primer fonograma, les picó el bichito y volvieron a entrar en un estudio de grabación. El resultado vio la luz a fines del año pasado: Hechos consumados.
“Y este vagón / descarrila un día como hoy. / Más de lo mismo, / ya mi rabia choca el pesimismo”, escupe el vocalista Fabián Furtado - también cantante de Rey Toro- en la primera canción (“Más maquiavélico”). Eso sirve como anuncio de lo que se nos viene encima, justamente como un tren descarrilado: metal del de siempre, bien directo y machacón; y crítica. Al primer golpe de oído, lo que se destaca es que Chopper nunca había sonado mejor en un estudio. En cuanto a la música, los códigos metaleros se siguen respetando a rajatabla: pulso atronador, guitarras rítmicas gemelas y dos solos por canción, para que cada uno de los violeros se pueda lucir a placer, como enseñaron los metal gods de Judas Priest.
En “Más maquiavélico”, el guitarrista Federico Sanguinetti se manda un solo volcado hacia lo melódico y bien articulado, dejando descansar algunas notas; cuando le toca a Ernesto Ferraro, éste arremete con una nota agudísima que chilla, y luego barre el mástil a toda velocidad (el metalero casi siempre toca la guitarra como si estuviera por perder el ómnibus). En el siguiente tema, “Acerca de mi sociedad”, Sanguinetti cambia lo melodioso por ese cliché tan metalero que parece un ejercicio para dominar los ligados, algo que seguramente el heavy de ley sabrá apreciar. La letra insiste contra los políticos: “Seguir votándolos, / paradigma de una guerra. / Quiero gritártelo / y que por fin vos lo entiendas”.
En “Cama de clavos”, el cantante se despacha contra “el sistema”, el consumismo, la supuesta felicidad que éste trae y cosas así; en el break (“Si miro entre penumbras...”) hilvana la mejor melodía vocal del disco. Los dos guitarristas tienen su mayor momento de gloria en “1989”, un tema instrumental en el que, luego de un calmo arpegio limpio y los distorsionados acordes de rigor, arremeten con un interesante punteo de ribetes ochenteros, que funciona como leitmotiv y que se podría convertir en un clásico si este país se llamara Metalandia.
Hechos consumados incluye cinco temas nuevos y cinco covers a modo de otros tantos homenajes. De los últimos se destaca “Mi testamento”, de Sádica, banda de metal del under uruguayo de los 80. La versión de Chopper, mucho más hermética y pesada que la original, resulta eficaz, al igual que “Con botas sucias”, original de Larga vida al rock and roll (1981), primer disco de la banda española Barón Rojo.
Pero el terreno del homenaje se torna fangoso y complicado con las canciones que no eran originalmente metaleras. Por ejemplo, la versión de “Riga”, de Zero -clásico del rock uruguayo posdictadura que da comienzo al seminal disco Graffiti, de 1985-, si bien respeta el arpegio, con la guitarra doblando el arreglo de sintetizador, pierde los varios kilos de groove techno-synthpop que tenía la canción grabada hace ya 30 años, aunque quizás ésa era la idea. Eso sí, la letra, que habla básicamente de muerte, alambres de púa y esqueletos humanos, le calza justita al estilo, como campera de cuero negra a metalero, y eso se nota en cómo la canta Furtado, quien parece disfrutar diabólicamente cuando alarga las últimas sílabas: “Su alma no perdona a aquellos infelices / y las columnas de humo crecen máaaaaaas”. La versión de “Mejor no hablar de ciertas cosas” (Sumo) pierde toda su gracia con la cabalgata rítmica machacadora con la que castigan el estribillo, pero los solos la levantan un poco.
Por si no quedó claro, Hechos consumados es un disco de metal de pura cepa; con todos sus clichés y aciertos, más alguna que otra sorpresa que se escapa del manual. Así que se recomienda ponerlo a todo volumen para mover la cabeza y peludear hasta pedir turno con el quinesiólogo.