La reciente visita de Caetano Veloso a Montevideo puede haber sido una buena oportunidad para recordar la vigencia artística que a los 73 años sigue conservando el autor de Transa en el panorama de la música mundial (algo que ni siquiera debería discutirse cuando se trata de alguien que hace apenas tres años compuso algo tan demoledor como “Um comunista”), pero a estas alturas cuesta pensar que el hombre lleva ya medio siglo inventando y reinventando los caminos de la canción brasileña como si hubiera comenzado ayer. 50 años son muchos, pero casi parecen pocos en relación a la cantidad de trabajos inigualables que el bahiano ha producido en este tiempo, y que hace que incluso sus fans sigan revisitando y redescubriendo gemas perdidas de su carrera. Una obra tan compleja y monumental no puede deberse sólo a la intuición y el talento musical nato, sino que obviamente hay un intelecto poético y filosófico de gran envergadura detrás de ella, que se ha sabido expresar en textos del calibre y la profundidad de “Vaca profana”, “Haiti” o “Sampa”, pero que también se expresó en una cantidad apreciable de textos escritos para revistas, diarios o librillos de discos y reediciones, que lucen todas las virtudes de las letras de Veloso y que luego de estar desperdigados durante todas estas décadas han sido recientemente recopilados y traducidos al castellano en este El mundo no es chato.

El título en castellano está correctamente traducido pero tristemente incompleto; claro está que todos saben -al menos quienes conozcan la historia de Cristóbal Colón- que el mundo no es chato, o plano, si se quiere, pero el adjetivo “chato” en portugués, si bien significa lo mismo que en castellano, también significa “mediocre” o directamente “malo”, lo que lo convierte en una declaración de principios propia de este artista siempre amigo de lo popular y siempre enemigo de lo mesocrático y vulgar. Esta declaración de principios encuentra su extensión y argumentación en muchos de los fragmentos que el libro recopila y en las opiniones (o simples piezas estéticas) de Caetano a lo largo de cuatro décadas, que pueden ser intercalados cronológicamene (como sucede en el libro) sin que se encuentren problemas de coherencia conceptual o estilística.

Y hay de todo en El mundo no es chato: cartas nostálgicas escritas desde su exilio en Londres, reseñas cinematográficas, apreciaciones de otros artistas, prólogos de discos propios, respuestas a polémicas, manifiestos... Una variedad multigénero que por momentos amplía la obra musical de Veloso, o la comenta y contextualiza, pero que en otros simplemente es la expresión personal del artista, que se muestra como un apasionado defensor del cine de autor, de la pansexualidad y del trabajo de sus colegas, del que habla con enorme intuición y generosidad.

Indudablemente, el libro es una obra fascinante para cualquier interiorizado del trabajo de Veloso y su carrera, pero, a pesar de que siempre se cita la procedencia de los textos y su fecha de escritura, la ausencia de notas al pie puede convertir en completamente abstrusos algunos de los escritos, pensados como respuesta a otros textos o como reacción a determinado momento sociopolítico; al no estar contextualizado adecuadamente, simplemente no se sabe a qué se está refiriendo el compositor en notas que, justamente, parecen haber sido pensadas no con el objetivo de ser recopiladas, sino de relacionarse con un contexto determinado que no sólo está (lógicamente) ausente, sino que ni siquiera está resumido en forma mínima. Una lástima esa falta en un trabajo que en otros aspectos es admirable, pero, afortunadamente, no llegará a hacer colapsar la lectura a quien tenga cierta idea cabal sobre la vida y obra de Veloso, y que tal vez sea el destinatario exclusivo para el que se produjo este libro.