-Buitres trabajó pocas veces con productores; recuerdo al argentino Michel Peyronel en el disco Mientras, de 2003. Para Canciones de una noche de verano contaron con el experimentado estadounidense Jimmy Rip. ¿Cómo surgió trabajar con él?

-La primera decisión fue trabajar con un productor, que es importante para la banda porque, como tú mencionás, es excepcional. La experiencia con Peyronel fue muy buena, muy intensa, pero las primeras reacciones que siempre tiene una banda es que alguien de afuera se metió a modificar las cosas. De todas maneras, con el tiempo valoramos la experiencia con Peyronel. En los últimos dos discos nos sentimos con la madurez suficiente como para abarcar todos los aspectos de la producción. Pero es imposible, no solamente por involucrarse en un grado de subjetividad mayúsculo, sino también por falta de capacidad en algunos aspectos. Lo de Jimmy fue una casualidad. En realidad, ni sabíamos que estaba en Argentina. Nos habían ofrecido el contacto seis meses antes y no lo habíamos tenido en cuenta, porque no conocíamos su faceta de productor; pecamos de ignorantes. No sabíamos que había trabajado en un disco de Mick Jagger [Wandering Spirit, de 1993], que, aparte, lo compré cuando salió. La experiencia fue buenísima. Y hay mucho de los 50, 60 y 70, que son las décadas que él ama.

-“Anillo de papel” es un rockabilly cincuentero con coritos pop.

-Ahí está, los coritos beatle, que él insistió mucho en poner. Esos arreglos los propuso Jimmy. De repente es algo que Buitres hizo toda la vida: una versión o algún tema con reminiscencias estilísticas pero ensuciándolo para que no se note. Él hizo exactamente lo contrario -ése es un ejemplo paradigmático-: “Si está este tema, llevémoslo al extremo para ver a dónde va”.

-“Canelón”, que para mí es la mejor canción del disco, también tiene un aire rockabilly con algo de country, pero la letra es un poco oscura.

-Sí, es una letra enigmática. Parece que fuera una especie de cuento infantil siniestro y tiene un trasfondo como de película o serie negra. Es una idea que llevé al ensayo. Creo que a todos les debe gustar cuando llevás algo para tus compañeros y se entusiasman.

-¿“Canelón” es tuya en letra y música?

-Increíblemente, sí; hay un arreglo muy bueno de Pepe [Rambao] cuando va al solo de guitarra. Son esas melodías que tenés en la cabeza mucho tiempo, y me parecía que era el momento de llevarla para que ellos se divirtiesen.

-¿Por qué en las canciones acreditan a los Buitres y no explicitan quién las compone?

-Es algo muy discutido dentro de la banda; cómo referir los derechos de autor. Ahora los derechos de autor tienen un peso importante en los ingresos, pero eso en nuestra historia es relativamente reciente. Probablemente, al principio, cuando firmábamos las canciones no pensábamos en la parte económica de los derechos de autor. Pero también va más allá, porque lo económico no es todo; también está el sentido de pertenencia, de poder decir “esto lo hice yo”. Lo que sí hicimos esta vez, porque veníamos firmando casi todo “Peluffo-Parodi-Rambao”, fue incluir a Orlando [Fernández] y a Nico [Souto], porque hace mucho que están en la banda, y si bien las ideas originales no parten de ellos, sí participan en las partes de arreglos. Estrictamente, los arreglos no deberían ser derechos de autor; es un límite gris, no muy definido. Pero nos parecía que era el momento de demostrar que estamos funcionando como banda. Esta formación es la que ejecuta mejor.

-En cuanto a tu interpretación vocal, ¿hoy te sentís más seguro?

-Sí, me siento mucho mejor, mucho más conforme con mi voz; ya no me asusta ni me enoja escucharla. Tal vez no pueda mejorar demasiado mi voz, y mi registro está ahí, pero hay un momento en el que podés variar. Creo que logré mejorar algunos aspectos técnicos y en este momento estoy en el umbral. A esta edad la voz ya entra en la meseta.

-Estás por cumplir 50.

-Sí, por eso, cumplo 50: lo que puedo hacer es cuidar la voz y seguir cantando así un tiempo más. También vas adquiriendo más graves, que para el que canta en español es una ventaja. A mí, que me gusta el tango y la milonga... vamos bastante bien.

-¿Tomaste alguna clase de canto o seguís siendo autodidacta?

-Sigo una línea autodidacta; escucho muchísimo y utilizo la técnica que empleo desde la escuela: la imitación, tratar de ver cómo lográs el registro de lo que estás escuchando. Imitaba a todo el mundo, desde Sandro hasta Beto Orlando. Escuchar cantantes, tratar de hacer lo que el tipo hace, para mí es un entretenimiento. Mis hijos a veces se ríen, porque cuando vamos en el auto aparece una música y yo me largo a cantar.

-En “Frío oscuro”, de Los Estómagos, ponías una voz estilo Sandro.

-Es que ésa era la voz impostada de Los Estómagos. Era una voz muy joven, más limitada y con un registro de adolescente; entonces, la forma de revertirlo era con la impostación. Todos cantábamos bastante impostados: Juan [Casanova], de Los Traidores; también Leo [García], de Zero, tremendo cantante, que tenía el mejor registro; igual, si lo escuchás tenía una gola de impostación. En la música de los 80 todos impostaban. Era un sello. Pero también se notaba en la música anglosajona de esa época.

-Volviendo al nuevo disco: capaz que como firman los temas como Buitres no querés hablar de las letras porque tal vez no las escribiste todas vos.

-Las letras de este disco las hice todas yo; así que no hay problema.

-Bueno, me llamó la atención que varias canciones parecen hablar más o menos de amor.

-Sí, es probable que uno sea recurrente y que sean pocos los temas de los que habla. Pero probablemente estemos hablando de distintas dimensiones del amor. A veces se está hablando del amor, pero no del específico hacia una persona; no es “Cecilia”, que está dirigida a alguien. Lo específico es el sentimiento, algo más genérico. Es más que nada un amor que está referido a la mirada de alguien, en la que el amor se expresa en una situación de deseo.

-El disco arranca con “La fuente del deseo”, justamente.

-“La fuente del deseo” es muy interesante, porque ahí planteo un tema un poco filosófico con respecto al amor. ¿Cómo se tejen las cosas buenas sin un par de condiciones que anestesien la pasión? O que cuando tenemos todas las cosas armadas, por suerte viene el amor y te tira todo al diablo. Porque en última instancia, siempre vamos buscando el equilibrio, pero cuando lo conseguimos nos complica la existencia.

-Si no me falla la memoria, éste es el primer disco de Buitres en el que escribiste todas las letras.

-Sí, me mandé. Porque de un disco al otro pasó demasiado tiempo y les dije: “Quiero escribir”. Fue una actitud egoísta, pero no caprichosa. No fue de acaparar; tenía necesidad de escribir.

-Supongo que para escribir te pesa en la espalda el material histórico de Buitres. Canciones de una noche de verano es el duodécimo disco del grupo.

-Sí, pesan mucho. Nosotros podíamos habernos quedado con el repertorio histórico, recrearlo y quedarnos por ahí. Pero me parece que en los últimos dos discos aceptamos que no podemos pelear contra lo histórico y tratar de jugar una carta. Pero no cambiar por cambiar, sino porque realmente disfrutamos de la composición, del acto creativo.

-Vos no vivís de la banda; eso te quita presión a la hora de sacar discos.

-No podés agarrar una banda, meterla en un cajón y decir: “Por dos años no hago nada”. No es Inglaterra ni Estados Unidos. Hay algo de obligación en la continuidad. Pero no tenemos que salir con la banda para comer, ni tenemos la necesidad de editar, ni ningún compromiso con nadie; somos independientes y licenciamos la salida de los discos: los financiamos nosotros y conseguimos a alguien que los saque. La historia de la banda siempre fue de enroscarse con un disco que para nosotros era el mejor del mundo -saliera bien o mal- y salir a defenderlo en una gira. Ésa es la llama de la banda. Y aceptar la popularidad, que es algo que nos costó un poquito, pero también es lindo.

*-¿Cómo vivís la popularidad? *

-No estás cosechando nada que no hayas sembrado. No es que yo quería ser músico de elite y tocar para tres personas, o que la gente me reconociera por la parte intelectual o poética. Los Estómagos no pudieron serlo -y al final justamente quedaron como algo mítico y resguardado para un núcleo de gente-, pero en realidad querían ser populares; lo logramos con los Buitres. No podemos renegar de eso ahora. Yo no reniego en absoluto, pero no quiere decir que me banque todas las cosas que te trae la popularidad. Pero la tengo que llevar. Ser reconocido en todos lados todo el tiempo no está muy bueno, pero no me puedo quejar.

-¿El rock te trajo alguna experiencia negativa a la hora de ejercer la medicina, por algún prejuicio?

-Sí, sería absurdo negarlo. Ahora parece que estuviera todo bien, pero el hecho de cantar rock en determinado momento limitó algunos aspectos relacionados con la carrera, de acceso a determinados trabajos o de tener que luchar contra algunos prejuicios; no sólo en los ámbitos laborales, sino también en los académicos, por parte de los que te contratan y hasta de los usuarios. Si negara esto ahora sería para tratar de quedar bien con todo el mundo, y no... Pero bueno, también rescato a la gente que me abrió las puertas pese a todo esto y a la gente que se atiende conmigo pese a todo el mito que me rodea. Porque, en última instancia, ni por un lado ni por otro; soy un tipo extremadamente normal.

-¿Por qué dejaste las guardias?

-Porque me cansaba; no podía. Es mucho trabajo. Igual, la guardia que dejé me gustaba. Pero sigo con la docencia y el [Hospital] Pereira Rossell, y también trabajo en policlínica.

-Viajemos al pasado sin escalas: se cumplieron 30 años del retorno a la democracia y de aquel estallido de rock posdictadura del que Los Estómagos fueron punta de lanza con Tango que me hiciste mal. ¿Cómo ves hoy aquel fenómeno? ¿Sos de pararte a evaluarlo de vez en cuando?

-Sí, lo evalúo, porque son esas oportunidades que se dan en la historia y vos justo estás ahí. Era un momento en el que la sociedad uruguaya estaba viviendo una encrucijada inédita. Éramos chiquilines que nos habíamos criado en dictadura pero que todavía éramos lo suficientemente jóvenes como para no tener tantas secuelas. Pudimos vivir esa etapa de libertad, y ser protagonistas de la voz de muchos chiquilines de nuestra edad que prácticamente no podían opinar, no solamente por una cuestión de que se venía de una dictadura, sino porque la sociedad estaba estructurada de una forma en la que la gente joven no podía hablar de nada. Es más, en los primeros años de la democracia, todos nosotros

Los Estómagos, Los Traidores, Los Tontos- sufrimos el peso de una sociedad que estaba extremadamente estructurada y avejentada en su forma de pensamiento. La dictadura había calado hondo en los principios de la sociedad; no podía permitirse que la gente joven tuviera una expresión artística o que esa expresión fuera medianamente digna de algo. Nos dieron palos de todos lados. Nos dijeron que éramos extranjerizantes, que tratábamos de lavarle la cabeza a la gente y que pertenecíamos a sectores acomodados de la sociedad. Costó, pero fue tan fuerte que dura hasta el día de hoy. Habrá gente que no estará de acuerdo con la historia siguiente de nosotros como artistas, pero todavía convivimos con gente de esa época que va a los shows. Fue muy fuerte.

*-Entre las críticas, estaban aquellas notas de Jorge Bonaldi contra el rock. *

-La postura de Jorge siempre se supo. Pero no era solamente él, había otras personas también, entre ellos muchos periodistas. No hubo nada menos interesado y más espontáneo que ese fenómeno. Se dijo que era un invento de [Alfonso] Carbone y no fue así. Carbone era el productor del Palacio de la Música, y en ese momento venía de la cumbia, que había sido uno de los fenómenos artísticos más importantes durante la dictadura; había habido una transición con lo que se podía hacer del movimiento del Canto Popular -porque muchos artistas tenían una actividad limitada-, y en medio de eso, el tipo vio que había un montón de bandas de jóvenes de entre 17 y 20 años que se parecían mucho a la nueva ola española y la contuvo hasta que vino la democracia. Porque todos le estábamos golpeando la puerta desde el 83 y el tipo no sacó un disco hasta que no vino la democracia. Tuvo inteligencia como articulador, pero no fue un fenómeno inventado por Carbone. Fue grandioso que hayamos sobrevivido al tiempo; pero igual nos aplastaron, porque en el 88 ya no existíamos.

-¿Por qué se apagó el fenómeno?

-Y... nos mataron. Después de la explosión de la democracia vino una contracción muy grande, desde el punto de vista económico, cultural y social. Todo lo que pasó en el 85, en el 88 pareció que se hubiera hundido. Fueron años bastante tristes y difíciles, pero no solamente para el rock; para la cultura en general. Pasada la euforia de la democracia, vino la realidad a golpearnos la cara.

-Así como está el mito de The Beatles y el hedonismo de los bares de Hamburgo, acá tenemos la leyenda de Los Estómagos en el Templo del Gato y el supuesto rechazo de parte del público.

-Eso es divertido, pero eran lugares de 100, 200 personas. Era pesado el ambiente; y nosotros éramos muy chicos. A todos los músicos y a toda la gente que de repente no les gustaba y que todavía, años después, siguen opinando que aquello no... yo no les tengo ningún tipo de resentimiento ni nada por el estilo. La historia demostró que los fenómenos culturales se dan en determinado momento y pese lo que pese, como el empuje hormonal: apareció y tenía que aparecer. No podías poner a los grandes de la música popular a hacer lo que hacíamos nosotros, Los Tontos, Los Traidores, Zero o Neoh 23. Incluso había tipos que tenían una calidad distinta, como El Cuarteto de Nos, que capaz que no formaban parte de ese núcleo, que era extremadamente primitivo.

-Buitres ha rescatado temas de Los Estómagos en los toques, como “Frío oscuro” y “Solo”. ¿Por qué ésos?

-Primero, porque empezamos tocando los temas de Gustavo [Parodi]; si bien firmábamos como Los Estómagos, ésos eran temas de él: “Avril”, “Solo”, “Frío oscuro”. Y llegamos a tocar temas compuestos por todos o “Parodi y Hernández”. Los Estómagos eran nuestra adolescencia. Es difícil que cualquier persona en cualquier lugar se sienta identificada con eso. Puede ser que un adolescente ahora lo escuche; todavía hay gente que dice que lo mejor fue lo de Los Estómagos. Eso forma parte de mi vida, pero tenía menos recursos que ahora en temas vocales y compositivos. Yo participaba muy poco en la parte compositiva de Los Estómagos. Eran Parodi y Hernández.

-¿Cómo quedó la relación con el Hueso Hernández?

-Bien. Hemos tratado de volver a juntarnos. Mientras estemos vivos, siempre estamos a tiempo.

-Él era el que le aportaba la parte más oscura a Los Estómagos.

-Sí, les gustaba lo mismo a los dos, pero a Parodi le gustaba más lo punk, y al Hueso más el afterpunk y cosas más oscuras.

-Con Buitres viviste la segunda ebullición del rock nacional, de principios de los 2000. ¿Encontrás alguna similitud con la primera?

-Lo que pasa es que la masividad del fenómeno que se dio a la salida de la crisis [de 2002] yo nunca la había vivido. La del 85 no fue igual. La última fue tremenda. Nosotros largamos a tocar en 2003 y paramos en 2010. Estuvimos siete años tocando; no paraba nunca. Entre 2003 y 2008 sacamos tres discos, y cualquiera de los tres llegó a vender 15.000 unidades. Era una cosa estratosférica. Y sumale a No Te Va Gustar, La Vela Puerca, El Cuarteto, la banda de mi hermano [Trotsky Vengarán] y el fenómeno de La Trampa. Nosotros llegamos a tocar cinco veces para 80.000 personas gracias al Pilsen Rock.

-¿Por qué creés que se dio el bajón del rock de los 2000? Hace unas semanas, tu hermano, Guillermo, dijo que algunos críticos les “pincharon el globo”.

-No coincido mucho. No creo que haya habido factores externos que tengan tanto peso. Sí, en este país cuando le va bien a alguien, mejor callate la boca. Me acuerdo de un comentario en la radio: se hizo un recital en Flores en el que se cobraba una entrada -en el Pilsen Rock se cobraba una entrada básica-, y se vendieron 15.000; un locutor dijo que había sido un fracaso. La cosa más absurda. Sin embargo, esas cosas pasaban. Pero bueno, los fenómenos se cortan. No Te Va Gustar, La Vela Puerca y El Cuarteto de Nos siguen su actividad afuera de Uruguay, y cuesta tener una especie de sentimiento común; sin embargo, estas bandas siguen metiendo miles de personas. El fenómeno del Pilsen Rock tampoco fue algo exclusivamente artístico; no eran solamente las bandas. Para la marca, los cracks eran ellos, la empresa, los gerentes de marketing; para nosotros, éramos las bandas. Pero había un contexto. Nadie se puso a explicar por qué durante seis años 100.000 personas se juntaron en el Pilsen Rock y cantaban todas las canciones de esas bandas.

-Hace pocos días, Gustavo Parodi dijo en una entrevista que debe ser el único nabo que piensa que el disco Mientras es mejor que el último. ¿Qué opinás?

-Mientras es flor de disco. Ahí yo no me meto. Porque me encanta este disco, pero si vos tenés un disco que tiene la llegada que tuvo Mientras -de espectro de gente y de explosión de popularidad-, no se puede comparar. Si este disco hubiera calado popularmente como lo hizo Mientras, del que cinco temas pasaran a ser clásicos de la banda... Yo salgo a defender Canciones..., pero “Mincho Bar” es “Mincho Bar”; no hay con qué darle, es un temazo.

-¿Tenés muchos debates con Parodi?

-Sí, pero no es tan importante. Al principio, me preocupaba mucho por que los tres fundadores tuviéramos la misma visión de la banda; y de repente entrás a ver lo que significa la banda para Gustavo, para Pepe y para mí, y son cosas diferentes. Y está bien que así sea. Tenemos vidas diferentes y lo vemos de forma diferente. Lo importante es que cuando estemos juntos, estemos juntos.