La primera frase en la contratapa del libro es contundente: “Esta es una novela de cojer”. En tiempos de 50 sombras de Grey (vía libro o película) y con esa contratapa, la novela es una nueva promesa del mercado. Sin embargo, no hay que entusiasmarse; Amor invertido tira de la piola del sexo en un sentido menos frívolo, que incluso podría llegar a herir alguna sensibilidad.

La primera parte de la novela es un intercambio epistolar entre Guillemette y Fernand. La segunda, un diálogo entre textos que son el fluir de la conciencia de ambos personajes, que aparecen encerrados en la clínica parisina del médico Jean Paul Ferretti. De hecho, lo que dispara la trama de la novela es una operación, en esa misma clínica, por la que los corazones de los amantes son intercambiados. Ferretti quiere probar que el deseo se ubica en ese órgano y que su intervención quirúrgica permitirá invertir la libido de los amantes. Lo mueven intereses oscuros, o más bien deseos oscuros.

El libro comienza con una carta de Guillemette desde el Cañadón Huelche, un “paisaje de la Patagonia” al que escapó después de la intervención. Mediante el intercambio epistolar se van reconstruyendo la historia amorosa y las hazañas sexuales de la pareja. A su vez, Guillemette relata a su amante, con lujo de detalles, todas las “vejaciones” sexuales a las que se somete para pagar primero su viaje al sur y luego su regreso a París. Pero lo más interesante de la primera parte, que por algo se llama “¿Usted es yo?”, está en las reflexiones sobre la identidad de género y el deseo, siempre en el eje masculino/femenino, que desencadena el intercambio de corazones.

Los amantes dialogan acerca de la posibilidad de que Fernand se haya vuelto más femenino con el corazón de Guillemette y viceversa. En el mismo sentido inciden los autores al retratar a sus personajes mediante las cartas. Las de Guillemette son más racionales, y las de Fernand, más sentimentales, jugando con los valores implícitos en la cultura en torno a la oposición hombre-mujer. Además de la manipulación de ese sistema binario, por momentos las cartas proponen la libertad y el deseo sexual por encima de la biología. Dice Guillemette: “ambos estamos libres, y ambos sentimos que la inversión de nuestros corazones no alteró la lubricia [sic] que nos profesamos”.

Circulaciones

La novela hace honor a su nombre y está repleta de inversiones como ésa, que incluso pasan del plano de la biografía de los autores al de la ficción. Algunas pistas son proporcionadas por ambos en las entrevistas de promoción de la novela.

La anécdota se repite: la escritora Fernanda García Lao conoció a Guillermo Saccomanno y poco tiempo después partió a Europa por motivos laborales. A partir de ese hecho, ambos pergeñaron la idea de escribir a cuatro manos. Los autores se llaman Guillermo y Fernanda, y sus nombres se invierten en la novela. Además, los personajes también están separados, pero al contrario de lo que ocurre con los autores, ella viaja a América del Sur y él está en Europa. A ello hay que sumar, por supuesto, la “inversión” de los órganos y de los roles masculino/femenino.

Pero hay más: la obra está plagada de citas literarias, por ejemplo en el nombre de la dueña de la pensión parisina en la que los amantes realizan sus hazañas sexuales parisinas (Madame de Staël) o en la mención de El asesinato considerado como una de las bellas artes, de Thomas de Quincey. La más interesante es la referencia a la novela epistolar Las amistades peligrosas, de Pierre Choderlos de Laclos, que vertebra la primera parte de Amor invertido y supone una reescritura en la que se invierten los roles asignados a la marquesa de Merteuil y al vizconde de Valmont.

En la segunda parte, un contrapunto de soliloquios suplanta el diálogo epistolar entre los amantes. Por eso el título (“Sístole, diástole”) juega con la idea de la mecánica del corazón.

Las líneas generales de la primera parte respecto de los sexos se continúan en la segunda. Dice Guillemette en uno de esos soliloquios: “El pecado no tiene género. Somos libres”. El contrapunto continúa la historia y, como las cartas, requiere un lector que, a partir de las intervenciones de cada personaje, arme la trama. El resultado no es lineal ni puede serlo, porque los hechos no se narran cronológicamente y porque hay al menos dos puntos de vista que se entrelazan. A su vez, el final abierto deja pocas certezas sobre el destino de los amantes.

La búsqueda formal y la libertad al representar las relaciones sexuales son los dos aciertos más importantes de Amor invertido. Es probable que algunos pasajes provoquen cierta incomodidad. Solamente por eso, vale la pena asumir el riesgo de leerla.