Parece que hace unos años, cuando uno entraba al Foto Club argentino, se encontraba con una grilla de puntajes. Es que la competencia ha sido un pilar importante en la definición intrínseca de los clubes, y los que se dedicaron a la fotografía no se mantuvieron ajenos a ella. De hecho, el Foto Club Uruguayo (FCU) primero tuvo como antecedente la Asociación de Fotógrafos Aficionados (1884), que en 1901 se convirtió en el Foto Club Montevideo, que sólo funcionó por unos años. En 1940, los hijos de aquellos fotógrafos decidieron fundar el FCU, que se ha convertido en una de las instituciones privadas más legendarias, y este año cumple 75.

Álvaro Percovich, coordinador general de FCU desde 2002, recuerda que en los comienzos la gran preocupación era compartir conocimientos vinculados con cuestiones técnicas, ya que las tomas fotográficas seguían un estilo pictórico o paisajístico. “El fin era buscar la mejor toma y seguir el acto más bello. No había otros compromisos como lo social, que después sí se fueron generando”, cuenta.

Cuando Percovich entró al FCU en 1987, dos docentes y fotógrafas reconocidas, Diana Mines y Dina Pintos de Del Castillo, crearon un proyecto que proponía dejar de lado las competencias y habilitar un ámbito de investigación: antes se organizaban concursos, y a partir de los puntajes obtenidos se clasificaba en categorías: bronce, plata y platino. Mines y Pintos instauraron el sistema de talleres, en los que además de la producción, se incluía un proceso de discusión “muy fuerte”, precisa Percovich.

El fotógrafo explica que se ha mantenido esa impronta social, por lo que el club se ha convertido en un espacio de intercambio en cuanto a la creación y la educación fotográfica, “que se vincula con la estabilidad de un lugar y con que no se persiga un mecanismo tan académico o rígido”. De esta manera, se generan encuentros e intercambios que algunas veces también pueden incluir una parrilla o un vino compartido, “aspectos que son fundamentales y que no se han perdido: de hecho, acompañan instancias de debate y de diálogo”.

Una de las inquietudes que parecen mantenerse desde su origen es el interés por la formación técnica. Ante la pregunta, Percovich arremete: dice que además cuentan con talleres que fomentan no sólo la investigación, sino también la generación de un punto de vista personal. Lo primero a lo que se enfrentan los estudiantes es un básico de ocho meses, a cargo de Jorge Ameal, fotógrafo más próximo al periodismo, y de Percovich, más cercano al concepto plástico de la imagen. “El objetivo es que las personas transiten un camino al estilo de la Escuela Nacional de Bellas Artes, con sus tres años iniciales. En el curso básico se recibe una serie de datos, aportes técnicos y conceptuales, para después realmente poder saber qué línea seguir y cuáles de los talleres elegir. Así, nosotros les vamos ofreciendo algunas pautas: si les interesa documentar situaciones, está el taller de documental; los más arraigados a la técnica pueden optar por el de iluminación; otros más abstractos tal vez prefieran el de análisis de la imagen, con Solange Pastorino”, explica.

El FCU está instalado en una gran casona sobre la calle Ejido, que cuenta con una sala de exposiciones, salones de clase -algunos equipados con modernas computadoras dedicadas a la edición o posproducción- y dos laboratorios fotográficos. Percovich sostiene que cuando la mayor parte de los laboratorios se han cerrado el FCU decidió mejorarlos, precisamente porque consideran que la que se desarrolla en ellos es una “experiencia única”. Aclara que esto no sólo se vincula con el origen de la fotografía, sino que esta práctica también está orientada a generar más conciencia sobre el acto fotográfico en sí: “La cámara analógica es muy similar a la digital, porque la fotografía es una sola. Lo digital incorporó una serie de comodidades y solucionó algunas dificultades, pero la cámara analógica permite concentrarse realmente en lo que se necesita. Concentrarse en 24 fotos permite apreciar la lentitud analógica ante el dinamismo digital, y en ese sentido se le dedica más conciencia a la toma. Por otra parte, invitamos a los estudiantes a cierta abstracción, a mirar la vida -que es a color- y transformarla a una escala de grises, blancos y negros”, sostiene.

Además, el club ofrece talleres de fotografía social y documental, de fotorreportaje, de técnica de blanco y negro, fotografía en escena -este taller se inició este año y está a cargo de Alejandro Persichetti-, además de workshops especiales, como fotografía digital, Photoshop y posproducción.

Permanencias

¿Cuál es el rol del FCU con respecto a la fotografía uruguaya? Percovich afirma que hay cuestiones tan antiguas como el FCU: la permanencia, incluso cuando se piensa en la permanencia de las relaciones humanas. Cree que la fotografía sabe defenderse por sí misma, y por eso a un ámbito como el FCU le interesa conservar una permanencia vinculada al compartir: “Acá hay gente que distribuye conocimiento porque sí, no porque le están pagando un curso”, dice, mientras de soslayo se puede ver a José Luis Sosa -uno de los “fotógrafos de la apertura” con su agencia Camaratres-, que conversa rodeado por sus alumnos, cuando ya hace un buen rato que finalizaron el taller.

El FCU es una asociación cultural y social sin fines de lucro -con un consejo directivo votado por los socios-, que se define como un espacio de debate, enseñanza y difusión de la fotografía. La enseñanza es la que sostiene económicamente a la institución, y los ejes de producción y difusión incluyen interesantes proyectos, como la revista Materia Sensible, que se edita desde 2012 y en la actualidad es la única publicación periódica dedicada al tema. “Se podría decir que con la revista tenemos una historia de la fotografía nacional de determinado período, además de que constituye un archivo y un material de consulta. Pero, sobre todo, posibilita que se conozca el trabajo de los autores”, reflexiona Percovich.

La revista incluye trabajos de autor personales o documentales, investiga sobre el trabajo que se está desarrollando en el interior, cuenta con una crónica que reflexiona sobre determinados temas e incluye una entrevista central. En palabras del coordinador, Materia Sensible se ha convertido en el producto insignia de la institución “porque resume un sentimiento, una ideología”.

En movimiento

El FCU estuvo vinculado con los distintos acontecimientos sociales e históricos que ha vivido el país. Así, durante los años 70 continuó siendo un lugar de reunión, “era un reducto de resistencia intelectual”, dice Percovich. “Los fotógrafos creaban y trabajaban aportando a ese momento. Por ejemplo, Héctor Borgúnder tiene fotografías sociales increíbles”, recuerda.

Pero así como en épocas complejas fue un lugar donde refugiarse y resistir, en la actualidad también sigue desempeñando otros roles: no sólo se dedica a editar una publicación que difunde y reflexiona sobre la fotografía, y a organizar muestras, sino que también realiza actividades de extensión. El año pasado, por ejemplo, ofreció un taller para adolescentes en el Club de Niños Botijas -en Tres Ombúes-, y como cierre del curso se publicó un diario del barrio -con una impronta documental- que se puede ver en su página web (El cuarto Ombú; ver www.ladiaria.com.uy/UIZ).

Este año, las distintas actividades del club se enmarcan en los festejos por su 75º aniversario: en octubre se presentará la segunda serie de postales de autor La mirada subjetiva, con las que se propusieron asociar la imagen a un producto (antes, durante diez años, editaron una agenda que luego fue sustituida por “foto-notas”).

Entre las exposiciones, hoy a las 19.30 se inaugura el salón Portafolio 15, en el que Juan Pablo Flores presenta Made in Bangla y María Eugenia Martínez Orientalismo. Percovich considera que es una “genuina exposición del FCU”, ya que cada año se presentan proyectos personales que cuentan con una potente narrativa, y cada uno recibe aportes y devoluciones por parte de un jurado especializado. Por otro lado, el club también cuenta con el tradicional Salón aniversario, que fue creado por Diana Mines en 1987 como espacio de discusión y que hasta el día de hoy recibe trabajos de distintos autores, para luego montar una muestra colectiva con los seleccionados.

El jueves 24 de setiembre, el premiado Roberto Fernández -que dicta clases en el FCU- expondrá en la Fundación Fucac su trabajo Montañas de la incertidumbre. Unos días después -el 8 de octubre-, se inaugurará Vínculos en la Fotogalería del teatro Solís, a partir del trabajo de cinco fotógrafos, vinculados con cinco exponentes de las artes escénicas.

El reconocido Roberto Schettini -Premio Morosoli 2003- inaugurará su exposición De un momento a otro en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV, el 12 de noviembre a las 19.00). “El año pasado, este autor de primera línea quiso montar la exposición en Uruguay, y para nosotros es un orgullo que sea en el MNAV”, dice Percovich. El proyecto de Schettini es un álbum familiar que no incluye fotos casuales o instantáneas, sino pensadas en un período de 20 años. “En esos momentos ponía una carga afectiva importante al disparar, no asimilable a la velocidad de la instantánea. Son espacios vividos más intensamente”, definió Schettini.

No hay que olvidar que estos festejos provienen de un club. Como tal, homenajeará lo social con un elemento presente en muchas de sus reuniones y discusiones: se creó un vino en recuerdo de las legendarias peñas fotográficas iniciales, que ya forman parte de la historia del FCU y que en su origen favorecieron la camaradería de la institución. El vino lleva como etiqueta la fotografía “Claro de luna”, de Héctor Chumbo Borgúnder, como homenaje a esta figura simbólica del FCU.

Percovich reconoce que hay muchos lugares para estudiar fotografía y muchos ámbitos para difundir trabajos o crear eventos, a los que la institución ha apoyado, como fue el caso del Centro de Fotografía. No obstante, insiste en la importancia de lo que llama “la gran familia de la fotografía”, que no está conformada por una sola institución. En estos años, “la familia” parece vivir un “muy buen momento”, dice, a la vez que llegan estudiantes que lo saludan de lejos mientras todavía resuena el concepto de familia.