El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante supo acercarse al comunismo a fines de los años 50 y apoyar la revolución de la isla, pero luego se convirtió en un decidido anticastrista. Sus críticas a la prohibición de P.M., un cortometraje dirigido por su hermano sobre la vida nocturna de La Habana, provocaron que se lo destituyera del suplemento cultural Lunes de Revolución, y se lo envió como agregado cultural a la embajada cubana en Bruselas. Hacía un tiempo había empezado a escribir una novela que luego terminó llamándose Tres tristes tigres, y aunque sus libros circularon clandestinamente en su país -“algunos se vendían en el mercado negro por diez latas de conserva”, decía el autor-, en ciertos círculos se lo consideraba el autor cubano vivo más importante.
En 1992, Cabrera Infante publicó Mea Cuba, cientos de páginas que recogían sus “obsesivos artículos y ensayos” vinculados con Cuba, que abarcaban tanto la obra de José Martí como la de Alejo Carpentier, hasta las persecuciones a homosexuales, la visita del papa o los juicios a los disidentes. Años después, el cubano ganó el premio Cervantes, publicó Ella cantaba boleros y en 2005 murió en el exilio. Este año, cuando se cumplen diez años de su muerte, la editorial Galaxia Gutenberg editó Mea Cuba antes y después. Escritos políticos y literarios, que incluye el libro originario, un apéndice con obras posteriores a 1992, una cronología realizada por él mismo que se detiene en 1998, un prólogo del editor Antoni Munné, y la compilación por primera vez en libro de los textos que Cabrera Infante publicó en Lunes de Revolución. También, claro, dos artículos de 1959 signados por su fe en la revolución, que incluso llega a justificar el fusilamiento de los contrarios. En definitiva, y como él mismo lo llamó, se trata de “el testamento político de un autor viviente”.