Aunque las diferencias son notables -uno es 24 años menor que el otro, uno mide casi dos metros y el otro no llega a 1,70-, está claro que Iggy Pop y Josh Homme son espíritus totalmente compatibles y que merecían hacer un trabajo musical juntos. El primero, si hay que repetirlo, es quien junto a The Stooges inventó, casi sin querer, el punk, al presentar una máquina de riffs de blues casi industrial y las letras más hostiles y autolesivas que se hubieran conocido a fines de los años 60. El segundo es una auténtica enciclopedia del rock distorsionado y guitarrero, que tras haber casi definido el género stoner con Kyuss, lo amplió hacia horizontes experimentales e inclasificables con Queens of the Stone Age, banda con la que ya visitó un par de veces Uruguay, dando lecciones de solvencia musical y buena onda personal.

Pero ambos comparten también algunas experiencias dolorosas recientes: a la muerte en los últimos años de dos de sus compañeros de los Stooges, a Pop se le sumó hace unos días el fallecimiento de su amigo, mentor y posiblemente salvador David Bowie, con quien mantuvo una notable relación creativa en los años 70. Homme, por su parte, fue testigo cercano del horror puro, cuando el concierto en París de una de sus bandas paralelas, The Eagles of Death Metal, fue uno de los objetivos de los atentados fundamentalistas de noviembre del pasado año, cuando un grupo de terroristas irrumpió en la sala donde se presentaba la banda, y disparó al público, matando a decenas de los presentes. Homme y la banda consiguieron escapar intactos, pero la experiencia fue evidentemente traumática para el guitarrista.

Tal vez por ello Pop y Homme mantuvieron en completo secreto esta colaboración, hasta que decidieron presentar el resultado en Los Ángeles a un enviado de The New York Times, explicándole que se trata de una obra conceptual llamada Post Pop Depression. Según Pop, las canciones tratan de qué pasa con un músico luego de que su vida “útil” como artista llega a su fin; citando al historiador Tocqueville y el escritor Michel Houellebecq, el cantante declaró que el eje del disco era la pregunta: “¿Qué pasa después de tus años de servicio? ¿Dónde están los honores?”. Agregó que “en la vida estadounidense, como es tan hipercompetitiva, ¿qué ocurre cuando finalmente sos inútil para todos, excepto, con suerte, para vos mismo? ¿Qué ocurre entonces? Y ¿podés seguir siendo de utiilidad para vos mismo? Yo tenía esta especie de personaje en mi cabeza. Era como una mezcla entre mí y un veterano militar”.

Una temática no necesariamente radiante (ni muy pop), pero que al parecer les sirvió de catarsis de los acontecimientos recientes (según Homme, trabajar en este disco de alguna forma lo “salvó”) y que tal vez no sea tan oscuro como parece, ya que los músicos declararon que musicalmente es una suerte de continuación de Lust for Life (1977), uno de los discos más vitales y exitosos del frontman de The Stooges.