A tirar los libros de química: el 31 de diciembre, la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (máxima autoridad mundial en el tema, conocida por sus siglas en inglés, IUPAC) agregó cuatro elementos a la Tabla Periódica, los que faltaban para que la séptima fila, la de más abajo, quedara completa. Es la primera vez que se actualiza desde 2011, cuando se incorporaron el flevorio y el livermorio. Creada en 1869 por el ruso Dmitri Mendeléyev, esa tabla organiza los elementos conocidos de menor a mayor número atómico, o sea, en función de la cantidad de protones en el núcleo; al comienzo, arriba a la izquierda, está el hidrógeno, con 1, y al final está, aún sin nombre, el 118, uno de los recién llegados junto con el 113, el 115 y el 117, todos metales pesados.

Los nuevos son elementos pesados y sólidos, pero inestables. Cuantos más protones hay en el núcleo, más débil es la cohesión del átomo, porque todos tienen carga positiva y se repelen, como las caras de los imanes con igual carga. Al igual que todos los elementos de número atómico superior al uranio -el 92-, no existen en la naturaleza conocida; son resultado de experimentos de laboratorio que insumieron trabajo y tiempo. Para sintetizar el 113, por ejemplo, el personal del centro de investigación japonés Riken hizo chocar átomos de calcio y berkelio a la décima parte de la velocidad de la luz durante diez años, según informó el portal de esa institución. A partir de la colisión, las partículas atómicas pueden combinarse para generar un elemento nuevo, pero el resultado depende de los elementos que se esté intentando combinar, y la probabilidad de que el resultado esperado se dé es una en un millón. El 113 fue el primer elemento “descubierto” (o más bien producido) en Asia. “Para un científico, esto es mucho más importante que ganar una medalla olímpica de oro”, dijo a The Guardian el japonés Ryoji Noyori, premio Nobel de Química en 2001.

Los otros tres fueron resultado de trabajos en el Instituto de Investigación Nuclear de Dubna, Rusia, en colaboración con los laboratorios estadounidenses de Lawrence Livermore y Oak Ridge. Son tan inestables que se desintegran en 1/500 de segundo, detalla el informe de IUPAC, pero no se descarta que puedan existir en condiciones extremas, como las de los núcleos de algunas estrellas. Christoph Dull- man, director del grupo que sintetizó el 117, dijo al portal de divulgación científica Gizmodo que en los períodos más productivos lograron producir un átomo por semana.

Aunque la aplicación práctica de estos hallazgos no es evidente, los científicos creen que son pequeños pasos para que el hombre descubra la “isla de estabilidad”, un concepto teórico que sugiere que a partir de determinado valor numérico los átomos no aumentan su inestabilidad sino que la pierden. Kosuke Morita, director del laboratorio que produjo el elemento 113, anunció que su equipo tiene planificado ir “hasta el territorio del elemento 119 y más allá”.

El próximo paso es que los laboratorios presenten propuestas de nombres para los cuatro nuevos elementos. Según las normas, se pueden usar términos mitológicos y nombres de lugares, países o investigadores. Desconocedores de las reglas, fanáticos de Motörhead lanzaron una campaña en internet para que el elemento 118 se llame lemmio, en honor al cantante de esa banda, Ian Lemmy Kilmister, que murió el 28 de diciembre del año pasado. La petición, que se apoya en el argumento de que no hay mejor nombre para un metal pesado, superaba ayer las 98.000 firmas virtuales.