-En La ira de Narciso el respiro viene de la mano del humor, de la risa.
-“Entretenimiento” es una palabra a la que las élites intelectuales, la academia y el pensamiento de izquierda siempre le tuvieron miedo, pero para mí es fundamental. El teatro tiene que ser, antes que nada, entretenimiento, en el sentido más noble del término. También podemos entretenernos con el horror, con las profundidades, con el dolor. Por eso me interesa tanto el mito y recurro mucho a ellos: Narciso, Tebas, Ostia, Casandra. El mito nos permite tocar esa zona más profunda de la existencia humana por medio de un relato entretenido, simple y eficaz.
-¿Por qué el mito se vuelve tan potencial a nivel creativo?
-Porque es un acervo que toca la médula, la columna vertebral de la condición humana y de la existencia, con relatos breves y entretenidos que formulan muchas preguntas. Nos cuestionan.
-Un mundo que se nos escapa y nos evangeliza.
-Lo evangelizador también viene por el lado de la palabra, que, por más que conmueva o desestabilice, siempre trae paz. Por eso cada vez me interesa menos el diluvio y cada vez más la gota, la lágrima. Quizá me atraiga más por la edad -tengo 44 años-, pero el mito tiene algo de eso, es una lágrima, una gotita que, de alguna manera, contiene todo el diluvio de la humanidad. Por eso voy tanto a los mitos como contenedores.
-La ira de Narciso también juega con una crónica de futuro.
-Sí, permanentemente va manejando los tres tiempos, pasado, presente y futuro, para lograr una especie de tiempo suspendido. ¿En qué momento estoy? En ese sentido, San Agustín dice algo hermoso en sus Confesiones: “Eso que llamamos pasado, presente y futuro es un error. Sólo existe un tiempo presente que se inclina en tres tiempos, el presente del pasado, que es el recuerdo, el presente del presente, que es lo que vemos, y el presente del futuro, que es la espera”. Narciso juega con esos tres tiempos constantemente. Creo que el teatro no es sólo el aquí y el ahora, sino que además cuestiona permanentemente en qué tiempo y lugar estamos. Ése es el famoso ser o no ser de Shakespeare. O sea que, además, cuestiona la identidad, y eso es maravilloso. El teatro plantea la duda permanente, lo confuso entre la identidad, el tiempo y el espacio, hasta llegar al súmmum donde todo se suspende, donde no hay identidad ni espacio. “Crónica de futuro” implica un oxímoron, porque la crónica va hacia atrás, pero el futuro hacia adelante. Pero cuando se juega con la identidad, con el tiempo y con el espacio, todo se suspende. En una sociedad que siempre necesita definir cuál es tu identidad, en dónde estás y quién sos, el teatro se presenta como un espacio antitodo; no se necesita ser o gay o heterosexual, negro o blanco, pobre o rico.