A pesar de la fama que alcanzó como actor televisivo en la vecina orilla, Daniel Hendler ha conseguido mantener su carisma de artista ligado esencialmente al cine rioplatense más o menos independiente y de intenciones más complejas que el simple entretenimiento, y desde su debut como director en 2010, con Norberto apenas tarde, como un cineasta directamente vinculado con el estilo cinematográfico de sus primeros roles. Sin embargo, esta segunda obra como director, El candidato, si bien conserva algunos rasgos de lo que se llamó en su momento “nuevo cine” de estas latitudes -cierta languidez y contención dramática-, es también una película lo bastante ágil como para poder moverse sin problemas en el circuito del cine más comercial.
La trama, supercompacta, se sitúa en una suntuosa estancia en la que un político en ascenso reúne a un grupo de producción encargado de relanzar su carrera en forma independiente de su partido. Toda la acción transcurre en 48 horas en las que el candidato (Diego de Paula) prepara una presentación con la que anunciará su postulación, lapso en el que las enrarecidas relaciones entre políticos y publicistas descubrirán varios giros que no vamos a tener la grosería de adelantar.
Nunca queda del todo claro el contexto político-temporal en el que se mueven los personajes, y ni siquiera si la trama se desarrolla en Argentina o Uruguay, ya que se intercalan acentos y algunos rasgos distintivos o representativos de la flora y fauna de ambos países, sin que ninguno predomine. Sin embargo, la personalidad y construcción del personaje de De Paula recuerdan más que nada a algunos políticos de la clase alta argentina y su postura supuestamente desideologizada, así como su obsesión por la modernidad comunicativa. Pero el film no parece constituir una búsqueda de lo abstractamente universal, ya que todo el cuadro es definitivamente rioplatense, sino más bien ser fiel a una concepción estética en la que todo es sugerido, los datos concretos son provistos con cuentagotas y los diálogos son más fácticos que explicativos, conformando una historia sencilla de entender pero al mismo tiempo sumamente contenida, con la parquedad propia de las novelas policiales noir.
Es difícil ubicar en un género a El candidato: por un lado, es un retrato algo minimalista de un grupo de personas de diferente extracción social en un ámbito aislado, pero también es una comedia de humor asordinado, más causante de sonrisas que de carcajadas. También es una sátira política más feroz de lo que parece y, cuando todo comienza a cerrarse, es sobre todo un inquietante thriller. Esta cualidad de mixtura no es poco frecuente en el cine rioplatense, poco proclive a los géneros en estado puro, pero una gran virtud de la película de Hendler es que no se notan las costuras entre estos distintos objetivos. Con ayuda de la brevedad (dura un poco menos de hora y media) y la concentración temático-espacial, las distintas variables de tono se fusionan en un todo indivisible, que pasa de lo divertido a lo ominoso casi sin que se note.
El candidato es también discretamente metacinematográfica, ya que si bien no trata de la génesis o el detrás de cámaras de un film, el entorno de producción de una campaña publicitaria que muestra contiene muchos elementos reconocibles para quienes hayan participado alguna vez en un rodaje. Pero sobre todo se siente una gran corriente de humor interno -siendo una película dirigida por un actor- en algunos fragmentos en los que el candidato -que suele compararse a sí mismo con estrellas de Hollywood- intenta “actuar” sus spots frente a la cámara.
El sonido es un elemento esencial de la trama y está muy cuidado, incluyendo la climática banda de sonido compuesta por el coprotagonista Matías Singer. A quienes conocen a Singer como uno de los más prolíficos e inquietos músicos del underground montevideano les resultará, además, muy graciosa la tosquedad de las canciones que su personaje, un diseñador gráfico al que le gusta guitarrear, más o menos compone.
Sin miedo al oxímoron, se podría decir que El candidato es una película llena de tensa placidez (un efecto muy raro de conseguir) y que, salvo en algunos momentos excesivamente caricaturescos y alguna resolución un poco apurada, mantiene un ritmo y un foco de concentración notables. Estamos ante una historia perfectamente definida que prefiere lo sugerido a lo redundante y que, sin la menor estridencia, produce una atención magnética que se va ajustando sobre sí misma. Es decir, una película sobre el poder que no necesita exponerlo mediante la diatriba o lo didáctico, sino que lo muestra mediante personajes que hablan constantemente, pero cuya auténtica naturaleza emana de lo que callan.
El candidato
Dirigida por Daniel Hendler. Con Diego de Paula, Matías Singer, Ana Katz, Verónica Llinás, César Troncoso y Roberto Suárez. Argentina/Uruguay, 2016.