El cantautor estadounidense Bob Dylan llamó por teléfono a la Academia Sueca para aceptar y agradecer el Nobel de Literatura. Desde el jueves 13 de octubre, cuando la Academia sorprendió al mundo literario con la noticia de que había decidido premiar a Dylan, el artista no se había pronunciado al respecto, y los suecos, tras intentar varias veces comunicarse con él, anunciaron que no lo llamarían más. Todo eso había dado lugar a especulaciones sobre la posibilidad de Dylan rechazara la distinción, avivadas porque aquel mismo jueves se presentó en Las Vegas sin referirse en ningún momento al Nobel, y en su sitio web la noticia apareció tardíamente, sólo para ser retirada un par de horas después. Per Wästberg, miembro de la Academia, había dicho a la televisión pública sueca: “Creo que es justo decir que su reacción [la de Dylan] hasta el momento ha sido descortés y arrogante” (luego, como era esperable, la institución señaló que “la opinión personal del señor Wästberg” no la comprometía).

Mientras duró la incertidumbre, aumentó la controversia sobre la decisión de la Academia, a la que se sumó incluso el peruano Mario Vargas Llosa, ganador del Nobel de Literatura en 2010. Vargas afirmó que “Dylan es un buen cantante, pero no es un gran escritor, ni muchísimo menos” (quizás haya sido la primera vez, en más de medio siglo, que alguien destacó ante todo el desempeño del estadounidense como vocalista), dijo que el hecho era una muestra más de la actual “frivolización y banalización” de la cultura, y opinó que el tiempo transcurrido desde el 13 de octubre, sin que el premiado se manifestara al respecto, indicaba que ya no iba a hacerlo.

Dos días después se supo que ese pronóstico había sido erróneo. Según hizo saber la Academia el viernes, Dylan alegó que la noticia lo había dejado “sin palabras”. No confirmó en esa ocasión su presencia en la ceremonia de entrega del premio en diciembre, pero luego dijo al diario británico The Daily Telegraph que irá si puede. Sería un cambio, porque en 2007 aceptó pero no recibió en persona el premio Príncipe de Asturias de las Artes, y en 2008 envió a su hijo Jesse a recibir el Pulitzer.