La iniciativa comenzó con el impulso de Norah Giraldi Dei Cas, profesora franco-uruguaya de la Universidad de Lille, cuya familia es heredera de Denis. Massera cuenta que los padres de Giraldi recibían en su casa a un grupo de artistas interesantes y se generó una gran amistad del dramaturgo con ellos, por lo cual en determinado momento “le pidió a Norah que cuidara sus manuscritos, porque él estaba en una situación precaria de mudanzas y de trasiego de cosas. Confió en ella para que le cuidara toda su obra. Y de ahí surge que ella es la heredera, junto con su hermano Daniel, de la obra escrita de Denis. Durante la dictadura, Norah se tuvo que ir de Uruguay y se radicó en Francia. Tiene la obra allá, fotos, está todo el archivo en la Universidad de Lille, y ella está promoviendo, junto con dos alumnas, la digitalización y recuperación de ese acervo cultural. Esta muestra es itinerante, está realizada por alumnas de Giraldi que son especialistas en literatura latinoamericana y del Río de la Plata, se trata de la investigación de la obra de Denis y de otros autores latinoamericanos.

¿Cómo fue el contacto con este grupo de investigación?

-En realidad fueron ellas las que se pusieron en contacto conmigo, porque han venido varias veces a Uruguay, han visto obras y conocido directores. Fue a partir de algunas obras mías que vieron y del libro Del texto a la escena, una colección editada por Roger Mirza que publicó la obra Prometeo y la jarra de Pandora [2004], del Teatro del Umbral. Les interesó mucho lo que yo había escrito sobre la escenificación de Prometeo y la jarra de Pandora. A su vez, Norah tomó 1975 [obra de Massera, 2010] para una ponencia en un congreso, y en 2014 se contactaron conmigo y me propusieron la dirección de El regreso de Ulises, por el perfil que ellos percibían que yo tenía, ya que había dirigido Minotauros [1999] y Prometeo... en un trabajo de recreación de mitos que consideraron interesante, y les pareció que podía ser bueno mi encare de las puestas en escena: cómo yo valorizaba los textos. En Teatro del Umbral se parte siempre de un texto, aunque después se puede improvisar con los actores y hacer variantes. De hecho, hicimos una adaptación de esta obra, autorizada por las académicas: quitamos frases y la acercamos al trabajo contemporáneo en Uruguay. El regreso de Ulises fue escrita en los años 40; ganó un premio del Ministerio de Instrucción Pública en 1942, y en 1948 se estrenó con dirección de Atahualpa del Cioppo.

¿Hay registros de aquella puesta en escena?

-No hay registros. Ellas estuvieron en el teatro El Galpón [del cual fue fundador Del Cioppo en 1949] y no fue posible hallar registros filmados, probablemente no hubiera. Se encontró una sola foto, y después, en el archivo de Denis, en Lille, encontramos otra de la puesta en escena; son fotos de prensa.

La crítica de El regreso de Ulises que publicó Emir Rodríguez Monegal en el semanario Marcha decía que Molina no quiso “actualizar la leyenda de Ulises”, sino “recrear el mito poético del regreso”.

-Esto tiene que ver con el mito de Ulises llevado a una situación contemporánea, o sea, el ciclo del héroe que regresa fuera de tiempo y que no es aceptado por quienes se quedaron esperando su regreso. Denis Molina no pretende hacer una recreación de La Odisea, sino del concepto de los amantes que se desencuentran. Creo que justamente el desencuentro de los recuerdos de los esposos, que no coinciden, es de lo más interesante de la obra; tiene mucha relación con traumas contemporáneos de fragmentación de las vivencias de cada uno. Cuando Odiseo regresa, no es reconocido por Penélope, pero ella lo pone a prueba y al final sí lo reconoce. Lo que propone Denis Molina es colocar a los personajes en tiempos y espacios que no coinciden; te hace pensar que cada uno vivió vidas diferentes y que se encuentran en un espacio-tiempo fragmentado por la muerte, o que quizá están muertos todos, o alguno, o murieron en circunstancias diferentes y entonces es imposible que sigan juntos, porque las experiencias del pasaje de un mundo a otro no coinciden. Incluso hay un personaje que es muy interesante: el desconocido, que dice que viene del otro mundo. Todo es muy enigmático, muy kafkiano y muy contemporáneo. El texto está relacionado también con el simbolismo de los autores franceses de las primeras décadas del siglo XX.

¿Ya habías leído algo de él?

-No, el único contacto con Denis como dramaturgo había sido en 1983, cuando yo era estudiante de la EMAD y fuimos con Elena Zuasti, que era profesora nuestra, a ver Soñar con Ceci trae cola en 1983, por la Comedia Nacional. Aquel fue el año de su muerte, y me acuerdo que contaban que escuchó desde el hospital una transmisión que se hizo por radio. Después de 1983 no se hizo nunca más. Su novela Lloverá siempre la leí en Francia, cuando fui a hacer un taller sobre El regreso de Ulises, y entré en un estado como de trance, porque es poéticamente autobiográfica. Él quedó huérfano de madre siendo muy niño, y está escrita en una clave muy terrible, de orfandad y de la visión de un niño en el medio rural de San José.

¿Cuál es tu opinión acerca de El regreso de Ulises?

-Empecé a descubrir cosas en los personajes que ni soñaba cuando la leí por primera vez. Tiene una riqueza y una profundidad que me sorprenden, cada vez que la leemos descubrimos más cosas. En los años 40 no había experiencia teatral de ese estilo en Uruguay. Antes de los años 60 no hubo estrenos que tuvieran esa impronta tan vanguardista y tan proyectada a la simbología y al surrealismo, salvo La fuga en el espejo, de Paco Espínola, en 1937, y esta. No sé cómo habrá sido la puesta de Atahualpa, pero por las fotos que vi y las críticas de la época, supongo que tuvo un perfil bastante naturalista. También hay que aclarar que el Atahualpa de los años 40 no era el mismo que el de tres décadas después. Justamente, lo que le interesa al grupo francés es ver qué hace hoy un director contemporáneo con este texto. Y fue fascinante la libertad que tuve para crear, porque al hacer un autor tan antiguo dentro de nuestra historia teatral, y a la vez tan moderno, tuve por un lado el desafío y por otro la euforia de pensar con libertad esta puesta, que te permite unos juegos escénicos increíbles al pasar de una realidad a la otra. Me abrió un mundo; nunca había hecho algo así.

¿Cómo ubicarías a Denis en la generación de escritores de los 40?

-Creo que pertenecía y no pertenecía a la generación llamada crítica, porque era muy autónomo y rebelde, y no fue muy aceptado. Estaba relacionado, pero pienso que era un rebelde y un adelantado a su época que no fue comprendido. Lo fue después; la Comedia Nacional hizo casi todas sus obras. No es un autor fácil porque es muy complejo y refinado, con diálogos muy exquisitos y poéticos. Muchas veces había investigado autores pero nunca así a un autor uruguayo, y ahora me vinieron ganas de hacer más obras de él.

¿Qué destacás de esta obra?

-Lo contemporáneo de las relaciones humanas y la resolución traumática del encuentro, que no es como en La Odisea, y por eso es tan contemporánea: el desencuentro en el que vivimos. Cada uno está en su rollo, no coinciden, discuten, y se vive como en una locura. Antes había otra escucha, otros tiempos; es muy delirante cómo se vive ahora, y las enfermedades mentales son diferentes. Cada obra trae consigo su propio universo, y creo que esa es la esencia de la relación de una obra con otra, de la mitología griega con estos tiempos. En la actualidad, ¿pueden al final reencontrarse? No pueden, porque no hay forma de encajar. ¿Cómo se simboliza esto en el teatro, esos planos que no encajan? Y bueno, es lo que tratamos de hacer, es el juego de la presencia, el estar y no estar. Por eso es tan complejo. Es muy inquietante.

* Auspiciado por la Agence Nationale de la Recherche, la Universidad de Lille Nord, la Maison Européenne des Sciences de l’Homme et de la Société y el comité ECOS-Sud, mediante la Embajada Francesa en Uruguay.