No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que You Want It Darker, el nuevo disco de Leonard Cohen -quien cumplió 82 el mes pasado-, fue concebido como si fuera el último de su carrera. La canción que lo abre y le da título lo deja bastante claro en el estribillo: “Hineni, hineni / I’m ready, my lord” (aquí estoy, aquí estoy -en hebreo-, / estoy listo, mi señor); además, al principio hay un verso clave (“I’m out of the game”) que se repite al inicio de “Leaving the Table”: “I’m leaving the table, / I’m out of the game” (estoy dejando la mesa, / estoy fuera del juego). Aunque, claro está, la totalidad de la letra de “You Want It Darker” no resulta tan directa como el estribillo y algún verso aislado, ya que el bardo canadiense le canta al que mueve los hilos de la vida, que no le tira ni una buena y con el que no se identifica; podría ser Dios, el diablo o similares: “Si vos sos el repartidor, / estoy fuera del juego. / Si sos el sanador, / significa que estoy quebrado y rengo. / Si tuya es la gloria, / mía debe ser la vergüenza. / Lo querés más oscuro, / apagamos la llama”.
Como se trata de alguien que primero fue poeta y después cantautor, es casi inevitable prestarle obsesiva atención a las letras, ya que siempre tiene algo para decir, pero si escuchamos la música sin parar demasiado la oreja ante las palabras -o sin revisar los textos-, el cuadro sonoro nos pinta la misma despedida oscura. Por ejemplo, los coros ya no tienen un rol armonizador como en “Slow”, del disco anterior, Popular Problems (2014), en el que una troupe de mujeres arropa lo que canta Cohen; y mucho menos el nivel popero medio terraja de “First We Take Manhattan”, que impregna casi todo I’m Your Man (1988).
En “You Want It Darker” suena un conjunto de voces mixtas con un inconfundible olor a misa que tira para abajo y que, sumado al detalle del órgano que oficia de colchón, nos terminan de ubicar en una iglesia, más precisamente, en una sinagoga, ya que, según consigna el librillo, el coro es de la Shaar Hashomayim, una histórica sinagoga de Quebec. El mismo coro hace lo suyo en “It Seemed the Better Way”, al que se le agrega una melodía lastimera de violín que perfectamente podría ser una de las que tocó la banda del Titanic mientras ese transatlántico tomaba su famoso baño de inmersión.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado y no caer en la guarangada trillada de creer que estamos ante una obra depresiva. Es oscura y bajonera, pero irresistible y atrapante, porque suena grandiosa, verdadera -una sensación cada vez más difícil de hallar-. La voz grave y profunda de Cohen, que entona casi hablando, como un predicador pasado de puchos -estilo que adquirió hace ya más de tres décadas-, da seguridad, porque canta firme y sereno, como diciendo “me voy, pero vos quedate tranquilo, callado, y escuchá”. Además, la negrura es relativa, ya que You Want It Darker resulta oscuro al lado del disco anterior, pero es luminoso como un mediodía en el desierto del Sahara comparado con Songs of Love and Hate (1971) -donde, por ejemplo, “Avalanche” es un pozo ciego-.
Si bien el álbum es hermosamente parejo, con canciones brillantes como la balsámica “On the Level” (con una llevada rítmica de guitarra eléctrica asordinada, un poco atípica en la música de Cohen) o la adorable “Travelling Light” (de ribetes italianos, gracias a la mandolina), hay un tema que se destaca del resto por robo: “Treaty”. Es una balada a puro piano y violines sintetizados en la que canta con melancolía una exquisita ambigüedad: desparrama una referencia bíblica que bien podría ser una hipérbole sobre las extraordinarias cualidades de una mujer o directamente una alusión a Jesús -en el que, como buen judío, no cree-: “Te he visto transformar el agua en vino, / también te he visto transformarlo de nuevo en agua. / Me siento en tu mesa todas las noches; / lo intento, pero simplemente no me coloco con vos. [...] / Desearía que hubiera un tratado, / desearía que hubiera un tratado / entre tu amor y el mío”. La importancia de “Treaty” termina de quedar marcada al final del disco, ya que, luego de un intenso juego de melodías de violines, la canción aparece brevemente otra vez, con una pequeña pero significativa variación en la letra...
You Want It Darker es una obra maestra de 36 minutos que deja rebotando aquello que cantaba Jim Morrison, de que el futuro es incierto y el final siempre está cerca. Pero como hay una grieta en todo, y es por ahí que entra la luz, Cohen nos deja una llamita encendida que no pudieron apagar, cuando en “It Seemed the Better Way” canta “Sonaba como la verdad, / pero no es la verdad de hoy”.