Todo sucede antes de la última campaña electoral estadounidense, así que el nombre de Donald Trump y el levantamiento de un muro -aunque ya esté construido en algunas zonas de la frontera entre México y Estados Unidos- ni siquiera son una posibilidad lejana. El comienzo de 600 millas (2015), la primera película dirigida por Gabriel Ripstein -hijo del gran Arturo Ripstein- puede despistar a cualquiera: una larga toma secuencia filmada con cámara en mano sigue a un adolescente norteamericano por una armería. Pero no se trata de una historia sobre un atentado adolescente (más de uno recordará Elephant, de Gus Van Sant), sino sobre el movedizo tráfico de armas. Un joven y novato mexicano se asocia con un norteamericano para agilizar las compras, y así es como logra ir y venir entre México y Arizona. Un día, un gesto impensado llama la atención de un policía (Tim Roth) y, de ahí en más, los dos se jugarán todo por sobrevivir.

Siguiendo la línea del documental Cartel Land (de Matthew Heineman, también disponible en Netflix), que se dedicó a contar cómo surgen las milicias paramilitares de un lado y otro de la frontera, y la estética del austríaco Michael Haneke, todo está narrado del modo más despojado posible, sin música ambiente, enfrentamientos, o quiebres narrativos espectaculares, retomando el camino de cierto “cine de autor” que se dedica a registrar sucesos y comportamientos mientras el espectador queda solo frente a ese mundo infernal, intentando dar con su sentido. En definitiva, se trata de un muy buen trabajo sobre una historia contada infinidad de veces que, en manos de Ripstein, se vuelve posible redescubrir el modo de enfrentarse a la violencia y la lucha de poderes a través del embrutecimiento de sus víctimas.

En esta película ganadora de la mejor ópera prima del Festival de Cine de Berlin se cruzan el inconfundible Roth (Reservoir Dogs, Pulp Fiction), Kristyan Ferrer y Harrison Thomas.