La aprobación en China de una ley regulatoria de las exhibiciones cinematográficas fue destacada ayer en medios de Estados Unidos, no por sus restricciones a la libertad de expresión y a los derechos del público, sino porque el país asiático, donde ya hay unos 40.000 cines y la cantidad sigue en veloz aumento, se ha vuelto un mercado tan importante para las productoras estadounidenses que estas se esfuerzan por cumplir las exigencias del gobierno chino.
Según la norma, se puede prohibir una película, entre otros motivos, si a juicio del Estado es dañina para la “dignidad, el honor y los intereses” de China o para su “estabilidad social”, difama “las excelentes tradiciones culturales populares” o “lastima los sentimientos nacionales”. Se mantiene, además, la exigencia de que todos los films en cartelera sean aptos para todo público.