“Los vegetarianos por convicción fuimos los únicos sobrevivientes a la caída de la civilización humana”, cuenta uno de los personajes de El Esqueleto, historieta de Salvador Sanz (Buenos Aires, 1975). Esta aventura de terror posapocalíptica no es, sin embargo, un manifiesto vegetariano, y por eso el personaje agrega: “Pero hoy en día ya no importan esas convicciones”.
El Esqueleto es un joven armado con una motosierra, vestido y maquillado para aparentar que es lo que indica su nombre. Recorre una Buenos Aires destruida y sobrevive junto a sus compañeros Déborah, Momia y Dragón, que por su aspecto no desentonan con él. Son posvegetarianos, o herbívoros sobrevivientes en un mundo en el que la carne transmite un virus que convirtió a los humanos en monstruos antropófagos.
La combinación de esa premisa simple y de la rapidez con que se desarrolla la acción atrapa al lector, sin que importe si es omnívoro o no. Una de las características de los libros de Sanz, el único autor integral de historietas de terror y ciencia ficción en Argentina, es ir directo al conflicto central de la historia, sin demasiadas vueltas.
Esta característica, a su vez, lo convierte en uno de los autores más personales de la actualidad, en cuyos libros se cruzan siempre ambientes oscuros, mucha dinámica narrativa y una forma de tratar el horror que parece influida por el escritor británico Clive Barker, el artista suizo HR Giger, el historietista japonés Katsuhiro Otomo y el imaginario brutal sugerido por la música de bandas de doom metal. Todo eso, bien procesado, ha dado como resultado una obra repartida en seis libros que pinta un universo propio. En Legión, una pintora descubre un nuevo color y esto abre la puerta al Infierno en la tierra. En Angela della Morte, una corporación descubre el modo de extraer el alma del cuerpo y lo emplea para una conspiración mundial. En Nocturno, un mago maldice a una pareja y la condena a convertirse por las noches en monstruosos pájaros. En Desfigurado, un joven se somete a un experimento que lo hace ver otro lado de la realidad y encontrar a una especie de dios llamado El Antiazar, enfrentado a El Desilusor.
Parte del juego de Sanz en sus libros ha sido el de sugerir posibilidades y conceptos mediante comentarios, imágenes u otros recursos de la narración. El Esqueleto se maneja también con este criterio, y uno de sus elementos sorpresivos insinúa una mitología mucho mayor detrás de esa historia básica de supervivencia entre carnívoros y herbívoros. Por eso no sería raro que hubiera una secuela dentro de un par de años, como pasó con Angela della Morte, que ha tenido dos tomos en 2011 y 2014.
A esta edición del sello Ovni Press, con el que Sanz ha publicado ya cuatro libros, sólo se le puede reprochar cierto descuido en la impresión de los negros. Las luces y las sombras son fundamentales para sus dibujos, y acá hay viñetas en las que los plenos de tinta no fueron retocados en forma cuidadosa, por lo que se les nota el trazo desparejo del pincel. Por otra parte, lo bueno es que al final incluye bocetos a lápiz y también un texto en el que Sanz explica el origen remoto de esta historia.
En la centenaria tradición de la historieta argentina, entre las obras fundamentales hay muchas que fueron producto del trabajo en colaboración de un guionista y un dibujante, como el clásico El Eternauta -de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López-, y las que han surgido de un solo autor se concentran en el terreno vinculado con el humor. En el resto de los géneros, han sido pocos quienes emprendieron la larga y difícil tarea de escribir y dibujar por sí solos. Salvador Sanz eligió ese camino desde el principio, y este libro lo confirma como uno de los principales autores de su país.
El Esqueleto
De Salvador Sanz. Argentina, 2016. Ovni Press, 96 páginas.