Ben Cash es el padre de seis hijos con los que vive en una zona montañosa y remota de los bosques del suroeste de Estados Unidos. Se trata de un anarquista survivalista (o sea, de alguien que considera probable que ocurra una gran catástrofe y ha decidido prepararse para sobrevivir a ella), y en esa filosofía educa a sus hijos -que tienen entre 18 y cinco años-, para que sean capaces de valerse por sí mismos sin recurrir a la sociedad de consumo: se alimentan de lo que cazan, recogen o pescan y se entrenan en duras disciplinas físicas, así como en la lectura y el aprendizaje de idiomas. Los Cash viven así, aislados del resto del mundo, hasta que un trastorno anímico de la esposa de Ben (matriarca de la familia) y su posterior suicidio los obligan a salir hacia un mundo que los jóvenes desconocen por completo y que su padre detesta.

De eso se trata Capitán Fantástico, una película adecuadamente presentada en las últimas ediciones del Festival Internacional de Sundance y del Festival de Cannes, y que ha tenido una cálida acogida tanto en el círculo festivalero como en el ámbito del cine independiente estadounidense, muy golpeado en los últimos años.

En cierta forma, es una película que se adivina diseñada con un ojo puesto en ese ámbito y otro en la franja cultural que consumía esta clase de films hace un cuarto de siglo. Hay algo que la conecta con el cine independiente estadounidense de comienzos de los años 90, y esa vinculación no sólo existe en aspectos meramente estéticos, como la cuidada y climática (pero no demasiado estetizada) fotografía, o la banda de sonido marcada por versiones indie de clásicos rockeros de artistas como Bob Dylan o Guns’N’Roses, sino, sobre todo, por medio de lo temático.

A principios de la última década del siglo XX, sectores importantes de la contracultura artística estadounidense revisaron los valores presentes entre sus pares de finales de los 60, con los que tenían muchos puntos de contacto estéticos e ideológicos, pero de los que los separaba un océano de nihilismo y descreimiento. Abundaron los films sobre padres que eran o habían sido parte del hippismo y de las filosofías revolucionarias, representados como cincuentones algo anacrónicos e inadaptados, y poniéndolos en contraste con sus hijos para ofrecer un conflicto generacional que invertía el de los 60, ya que los hijos eran más materialistas y cínicos que los padres. Capitán Fantástico retoma esta temática, pero haciéndola girar alrededor de un personaje que, por una simple cuestión de edad, no pertenece a la generación de la contracultura de los 60, sino a la de los 90, lo cual, a pesar de su intransigencia ideológica, lo vuelve algo más práctico y oscuro a la vez (pero eso no impide que sea tratado varias veces de hippie, directa o indirectamente). Es decir que esta película, como While We’re Young (Noah Baumbach, 2014) es más que nada sobre la llamada generación X, súbita y simultáneamente llegada a la modernidad líquida y a la medianía de edad, y aun más confundida que cuando estaba formada por veinteañeros. Más que sobre el radical Ben Cash, Capitán Fantástico habla sobre la mirada de una generación fascinada y asustada por este tipo de personajes.

El universo de los Cash es definitivamente pintoresco (aunque no tan raro en el marco de los cientos de microculturas estadounidenses, especialmente en la costa oeste, donde los vestigios de las revueltas de hace casi medio siglo todavía son palpables), pero a pesar de su naturismo extremo y de su postura en apariencia contraria a la educación formal, se trata también de un universo muy universitario.

Esta familia survivalista o neohippie está bastante actualizada; en lugar de leer a Aldous Huxley, Marshall McLuhan o Timothy Leary, como sus semejantes de los años 60, se (auto)educan con libros de Jared Diamond y celebran el cumpleaños de Noam Chomsky, aunque también tienen tiempo para clásicos como Fiódor Dostoievski, George Eliot y Vladimir Nabokov, cuyo famoso libro Lolita es analizado por una de las hijas adolescentes de Ben bajo parámetros feministas y literarios. En otros aspectos, los Cash son directos herederos del hippismo; por ejemplo, todos los nombres de los niños -Bodevan, Kielyr, Vespyr, Rellian, Zaja y Nai- son inventados por sus padres para que tengan un denominativo único y sin etimología directa. Todo eso tiene su gracia y a la vez implica cierto distanciamiento, lo cual no es extraño si se tiene en cuenta que la película fue escrita y dirigida por Matt Ross, uno de los actores de la ambientadísima (y posmodernísima) comedia televisiva Silicon Valley; este es su segundo y más exitoso film.

Sin embargo, Capitán Fantástico no es tanto una película de su autor, sino más bien una de su protagonista. Si bien la aproximación narrativa al universo de estos freaks culturales es bastante convencional y por momentos timorata (a pesar de algún desnudo frontal, de la profanación de una ceremonia fúnebre y de varias conversaciones muy directas con menores acerca de temas como la violación o el suicidio), lo que hace destacable es ante todo el desempeño de su protagonista, Viggo Mortensen, en el rol de Ben. Se sabe que cuando Mortensen está enfocado (como en Promesas del Este, de David Cronenberg -2007-) es una fuerza de la naturaleza, pero aquí despliega todo un abanico de detalles interpretativos que lo vuelven por momentos un fanático y por otros un auténtico independiente, además de mostrarse alternativamente fuerte o frágil mientras lleva adelante su peculiar e individual cruzada. Estas variaciones se dan a veces sin tener realmente apoyo en el guion, y señalan lo que podría haber sido una película mucho más matizada y personal que la simple y efectiva comedia dramática que es Capitán Fantástico. El film que vemos -no el que podría haber sido-, tras algunos rodeos en zonas más peligrosas, termina siendo esencialmente un retrato amable y un poco paternalista de ciertos otros, los loquitos que piensan que se puede vivir de una manera distinta.

Capitán Fantástico (Captain Fantastic)

Dirigida por Matt Ross. Con Viggo Mortensen, Frank Langella. Estados Unidos, 2016. Life Cinemas Alfabeta; Movie Montevideo, Portones y Punta Carretas.