Hace más de medio siglo, el gran musicólogo Lauro Ayestarán reflexionaba sobre el panorama del folclore uruguayo: “El folclore por definición es la ciencia que estudia los saberes populares, eso que lleva el hombre, no recibido por vía institucional, sino que por la vía de la tradición, nos hace conocernos, justamente, a nosotros mismos, y ustedes saben muy bien que conocerse a sí mismo es comenzar a mejorarse”.

Décadas después, surgió un festival que se propuso repensar la identidad uruguaya y regional desde la música popular con raíz folclórica. Y lo hizo en serio: el festival Música de la Tierra marcó la escena musical capitalina, a la vez que reunió a músicos de primera línea como los argentinos Chango Spasiuk, Liliana Herrero y Juan Falú, o el brasileño Vítor Ramil. Este año, el festival llega a su sexta edición y prepara la segunda en Buenos Aires, manteniendo su impronta y su entrada gratuita.

Se trata de un proyecto a cargo de Diego Barnabé y Moriana Peyrou que, si bien surgió en Uruguay, apunta a la vocación regional; a valorizar el campo, sus sonidos y sus paisajes, y a destacar el patrimonio musical compartido por los países de la región.

Este nuevo encuentro, que se realizará este sábado y domingo en Jacksonville, desde las 14.00 hasta la medianoche -programación disponible en www.musicadelatierra.org-, llega con varias novedades: a los habituales escenarios de la capilla y la plaza se suma un tercero: en agosto abrieron un llamado para uno montado en el Parque de Jacksonville, donde se presentarán “nuevos artistas entre grandes comillas, en el sentido de que no se trata estrictamente de jóvenes que comienzan su camino pero, en algunos casos, se trata de propuestas recientes, alineadas con el perfil del festival”, aclaró a la diaria Barnabé. En total se presentaron 116 propuestas de Uruguay, Argentina, Brasil y Chile, de las cuales, como se había acordado de antemano, fueron seleccionadas seis, y la iniciativa fue posible gracias al apoyo de Ibermedia y la Intendencia de Montevideo, que también es la encargada de montar el escenario principal. A ese sexteto de propuestas se suma, fuera de concurso, el trío Ventana, que se presentará los dos días en el nuevo escenario: “Es un tanto simbólico, porque estamos hablando de músicos como Martín Ibarburu, Hernán Peyrou y Nicolás Ibarburu, que si bien no son novatos, sí acaban de inaugurar este nuevo trío, más alineado con la música popular de raíz folclórica. Como señal, y como símbolo de hacia dónde apunta este tercer escenario, es que decidimos invitarlos”, cuenta Barnabé.

De este modo, además de la habitual selección por parte de los curadores del festival se habilitó una nueva vía de acceso por medio del llamado, demanda que ya había sido esbozada por la propia comunidad artística. “Muchos músicos nos preguntaban por la posibilidad de participar, y en encuentros internacionales también nos presentaban propuestas. En el marco del Mercado de Industrias Culturales del Sur nos encontramos con que el festival es conocido en América del Sur; no sólo hay muchos interesados en venir, sino también -y esto es lo que más nos sorprendió- mucho interés en hacerlo en otros países. Recibimos propuestas de productores que quieren asociarse para llevar el festival a Paraguay, a Ecuador, a Perú, a Chile”, dijo, y adelantó que con Brasil ya están en conversaciones desde hace un tiempo, y esperan concretar la primera edición en 2017 o 2018.

Escenarios y talleres

Mañana la apertura será a las 15.30 y estará a cargo del consagrado dúo fronterizo integrado por el músico Ernesto Díaz y el poeta Fabián Severo. La extensa programación continúa con los tucumanos Los Núñez, que se presentarán junto al joven y destacado Cristóbal Repetto, que en su momento fue descubierto por Daniel Melingo, cuenta con el padrinazgo de Gustavo Santaolalla y, con 24 años, formó parte del proyecto electrónico de tango Bajofondo Tango Club. Después del gran éxito que acompañó el primer disco de Bajofondo, Repetto decidió volver a su pueblo, Maipú, y allí se reencontró con el folclore y la música de la región.

A las 20.00 se presentará Aca Seca Trío, integrado por el talentoso compositor, cantante y guitarrista tucumano Juan Quintero junto al percusionista Mariano Cantero y al pianista Andrés Beeuwsaert; a las 21.30 volverá al escenario del festival uno de los intérpretes más importantes de la música nativista gaúcha, el acordeonista Renato Borghetti, que cuenta con una destacada carrera y 25 discos editados, todos instrumentales. Borghetti también ha incursionado en el jazz y la música clásica, y se ha presentado en los escenarios más impensados, junto a gente de la talla de Milton Nascimento, Egberto Gismonti, Adriana Calcanhotto y Ron Carter. Además de tocar junto al guitarrista, violinista y percursionista Alegre Correa, autodidacta que comenzó su carrera a los 13 años, tocando la guitarra en boliches bailables, presentará a las 17.30 su proyecto Fábrica de gaiteros (acordeonistas) que revaloriza la fabricación y la ejecución del acordeón diatónico, llamado en Brasil gaita ponto y que en Uruguay se conoce como “verdulera”. Ese proyecto incluye la fabricación de los instrumentos y su entrega a ocho escuelas de Rio Grande do Sul, donde se enseñan ritmos tradicionales a alumnos de siete a 15 años. Borghetti hablará sobre las razones del proyecto y los resultados que ha obtenido.

El domingo se presentará una de las artistas más representativas de la estética vanguardista del folclore argentino, Liliana Herrero, que subirá al escenario junto a Eduardo Pitufo Lombardo y a Nicolás Ibarburu. El cierre -a las 20.00- del festival será un homenaje a la milonga uruguaya, argentina y brasileña, en el que se cruzarán destacados músicos, entre ellos el maestro guitarrero Julio Cobelli.

Como ya es habitual, en paralelo a la programación musical el festival ofrece una cincuentena de talleres varios, entre los que se pueden encontrar desde propuestas de juegos con plasticina y cuentacuentos hasta un taller de cerámica indígena y una charla sobre cómo se construyó la escuela sustentable de Jaureguiberry. Otra de las novedades de esta edición es que se sumaron talleres para músicos. Hace un buen tiempo que Barnabé y Peyrou aspiraban a organizarlos, sobre todo para que los artistas, más allá de presentar sus espectáculos, pudieran compartir reflexiones y concepciones. Así fue que, en función de los invitados de este año, pensaron este espacio, y cuatro de esas instancias de formación estarán a cargo de artistas extranjeros: el de Juan Quintero estará dedicado al canto grupal en el folclore; el de Borghetti será sobre el acordeón diatónico (“Rescate y preservación de una tradición gaúcha”); el de Carlos Moscardini es más específico, ya que trabajará sobre la guitarra como instrumento solista en la milonga; el percusionista y docente Mariano Cantero se dedicará a la adaptación de los ritmos folclóricos a un set de batería-percusión; y el de Rubén Olivera será un encuentro más abierto al público en general, ya que abordará la evolución de los géneros musicales en Uruguay.

Cada vez más

A lo largo de todos estos años, el festival ha adoptado ciertos padrinazgos, como en el caso de Juan Falú, Liliana Herrero, Vítor Ramil, y “a esta altura, Borghetti se suma al trío”, reconoce el curador. Y agrega: “Lo que se ha dado naturalmente, y para nosotros es muy importante, es el vínculo con algunos artistas, que trasciende la simple invitación para participar en el festival. Sobre todo porque, además del vínculo, se da que a nivel musical, conceptual y teórico, sus reflexiones nos inspiran. Borghetti vino por primera vez el año pasado, pero hubo una cercanía mutua. Ellos quedaron fascinados con el festival, y comenzó un intercambio de ideas y de consejos, y un involucramiento muy poco habitual. Resultó muy gratificante que él fuera sensible a lo que intentamos desarrollar, y percibió rápidamente que se trataba de un proyecto que tenía un valor muy particular”.

Cada edición de Música de la Tierra ha duplicado la cantidad de público, y el año pasado, entre las dos jornadas, circularon 20.000 espectadores. Consultado acerca de este impacto, Barnabé admite que es difícil tomar distancia, pero comenta que, a partir de la línea de trabajo del festival y de algunos proyectos que desarrollan en ciclos de conciertos a lo largo del año, han logrado comprobar que “disparan algo dentro” de los artistas que participan. “O, de cierta manera, nosotros impulsamos algo que ya estaba allí latente, y ellos mismos, por iniciativa propia, comienzan a trabajar y a volver sobre sus raíces musicales, incursionando en creaciones nuevas mucho más vinculadas con esas raíces, y que tal vez antes no habían pensado. Desde lo musical, el festival ha tenido un impacto en ese nivel”. Explicó que algunos artistas vuelven sobre ese tipo de música, otros la revalorizan y hay quienes descubren repertorios que habían quedado olvidados. “En relación con todas las demás disciplinas o temáticas del festival, lo que devuelven los participantes es que valoran enormemente la cantidad de información, conocimiento y oportunidades que acerca, además de habilitar datos o pistas sobre las que ellos luego profundizan. Y después también está la valorización de que sea una propuesta que se vive en familia, algo que no es tan frecuente a nivel de festivales, y todos encuentran algo para hacer o disfrutar”, señaló.

Evocando sus primeros pasos en la música popular, el programador dice que disfruta mucho cuando las personas le cuentan que fueron al festival atraídos por determinada propuesta, pero terminaron descubriendo otras que los atraparon y que los llevaron a recorrer un nuevo camino. “A nivel personal -subraya Barnabé- siempre agradecí mucho a los que hicieron eso conmigo. Y ahora disfruto provocándolo en otros”.

Cuando Chango Spasiuk conversó con la diaria durante el festival de 2013, dijo que la música era una oportunidad, como decía Atahualpa Yupanqui, “de encontrar la sombra que el corazón ansía”. A partir de esto, él reflexionaba que “en realidad el viaje es para adentro, aunque uno lo llame para afuera. Es poder llegar a ese saboreo menos cotidiano y ordinario. A veces sucede.” Y Música de la Tierra provoca una de esas raras excepciones.