Pocos retiros artísticos parecen más irreemplazables que el de Hayao Miyazaki, el director japonés que al frente del Studio Ghibli elevó el arte de las películas animadas a un nivel de poesía desconocido hasta su llegada. Pero ha sido también uno de los retiros más anunciados y menos cumplidos. Ya desde Howl’s Moving Castle (2006), el veterano artista había dado a entender que tal vez ya no hiciera más films, pero en 2008 regresó con Ponyo, que también presentó como la que quizá fuera su obra final, y sin embargo en 2013 dirigió The Wind Also Rises, asegurando que sería su testamento como creador y anunciando oficialmente su abandono del mundo de la animación, al que aportó trabajos del calibre de Mi vecino Totoro (1989), Porco Rosso (1993) y El viaje de Chihiro (2002).

Afortunadamente, Miyazaki es tan talentoso como voluble, y no pudo resistir la idea de jubilarse y dedicarse al origami. Espontáneamente comenzó a hacer un nuevo corto de diez minutos, explorando el territorio de la animación digital, en el que hasta ahora no había incursionado. La producción que tiene entre manos se va a llamar, según se anunció, Kemushi No Boro (Boro, la oruga) y gira en torno a uno de estos animalitos. Pero, al parecer, el aún hiperactivo Miyazaki no estaba conforme con ese formato tan breve y, aunque una versión del corto se exhibirá en el Museo Ghibli de Tokio, decidió convertir la historia en un nuevo largometraje. No se ha anunciado aún el comienzo de la producción de esa versión extendida, pero Miyazaki ya trabaja en los storyboards (el guion ilustrado) previos a la animación. El cineasta calcula que le llevará unos cinco años completar la película, y eso significaría estrenarla cuando haya cumplido ya 80, pero no extrañaría a nadie si en ese momento, con espíritu juvenil, decidiera que todavía tiene algo más que contar.