El director y docente uruguayo Walter Tournier comenzó su carrera en la década del 70, con su corto En la selva hay mucho por hacer (1974), que en ese entonces fue, con 17 minutos de duración, el trabajo más extenso de ese tipo que se había realizado en el país. Entre sus variadas producciones se encuentran Los Tatitos -una miniserie de 15 capítulos-, Derechos del niño, La rambla montevideana, Los cuentos de Don Verídico y su primer largo, Selkirk, el verdadero Robinson Crusoe (2012), con la técnica de stop motion, en la que Tournier es un especialista, y que para esa película le llevó diez años de trabajo.
Ahora, su último trabajo, ¡Alto el juego!, ha vuelto a ser noticia, porque recibió el premio especial del Jurado del XXXVIII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, en la categoría de animación. Como sugiere el título, ¡Alto el juego! es un corto sobre los niños víctimas de conflictos armados. El año pasado, el realizador dijo a la diaria que, aunque estaba trabajando en esa idea desde hacía un tiempo, su gran motivación fueron la guerra en Siria y la alta cifra de niños fallecidos en ella: “Los conflictos bélicos y los miles y miles de niños que mueren fueron los que motivaron la idea inicial, si bien el trabajo es universal y, en ese sentido, hace referencia a cualquier tipo de conflicto”. Por eso, el corto apunta contra la venta de juguetes bélicos, y esto dio pie para ingresar a una maqueta que promocionara el trabajo, a la vez que se convertía en el disparador para introducirse en el conflicto.
Contra lo habitual en el mundo de la animación, Tournier aclaró que, en verdad, esta obra no se dirige al público infantil, “porque ellos no son los que provocan las guerras”, sino que “es un trabajo sobre los niños, y si bien ellos también lo pueden ver, el mensaje es para los adultos”. “Lo definiría como un granito de arena que aporta a la conciencia de las sociedades con respecto a estas atrocidades, y ese es, un poco, el objetivo del proyecto”, señaló en su momento. El trabajo premiado utiliza el stop motion a partir de una serie de muñecos que Tournier, teniendo en cuenta el papel que pueden desempeñar los medios de comunicación en los conflictos bélicos, decidió construir, al igual que la escenografía, con retazos de diarios de distintos lugares del mundo.
Otros premios
Una historia sobre el drama de la migración desde México hacia Estados Unidos logró, en el mismo festival, el Premio Coral al mejor largometraje de ficción: la retórica del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, con respecto a los inmigrantes ilegales reposicionó un proyecto que venía desarrollando desde hace tiempo el mexicano Jonás Cuarón, hijo del gran Alfonso. Después de ocho años de trabajo, el coguionista de Gravedad (2013) logró estrenar la coproducción francomexicana Desierto, una historia protagonizada por Gael García Bernal, sobre un grupo de inmigrantes que intentan cruzar la frontera con Estados Unidos, hasta que se interpone un vigilante (Jeffrey Dean Morgan) dispuesto a todo.
En una edición especial, signada por la celebración de los 30 años de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, también se distinguió a El invierno, del argentino Emiliano Torres, que continuó con su gran recorrido internacional luego de ganar el premio a mejor película del Festival de San Sebastián, y se quedó con la distinción a la mejor ópera prima. Esta coproducción francoargentina, protagonizada por el actor y dramaturgo chileno Alejandro Sieveking, relata la historia del viejo capataz de una estancia patagónica que, después de dedicar su vida a esa tarea, es reemplazado por un muchacho correntino.
El talentoso cineasta chileno Pablo Larraín (No, 2012), compitió con su film Neruda, también resultado de la alianza con un dramaturgo, el muy premiado Guillermo Calderón (Clase, 2008; Villa + Discurso, 2011), con quien ya había trabajado en su anterior película, El club (2015), que ganó el Oso de Plata de la Berlinale. Neruda narra un tiempo de confrontación entre el poeta y activista chileno y el gobierno de Gabriel González Videla (1946-1952), y fue premiada por su dirección artística (Estefanía Larraín) y edición (Hervé Schneid).
La celebrada El ciudadano ilustre, cuarto largometraje de los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat, recibió el premio a mejor guion, mientras que en la categoría actoral los premiados fueron el cubano Luis Alberto García, por su papel en Ya no es antes, dirigida por Lester Hamlet; y la brasileña Sonia Braga, por su interpretación en Aquarius, de Kleber Mendoça Filho, película muy asociada con la política debido a que, cuando se estrenó en el Festival de Cannes, el director y todo el elenco se manifestaron contra la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. “Este no es un momento muy bueno en Brasil, y la película Aquarius se convirtió en una metáfora increíble para la gente en mi país y para todos nosotros, pues cuenta una historia de resistencia”, afirmó la actriz cuando recibió el premio en La Habana. Se trata de un largometraje sobre una periodista jubilada que vive sola en un espléndido apartamento frente al mar en Recife, y es presionada por una empresa para que le venda su casa, como ya lo han hecho todos sus vecinos, a fin de construir una nueva torre. Pero ella se niega, y protagoniza una decidida lucha contra el turbio negocio inmobiliario.