Hace casi un mes desde que el presidente cubano, Raúl Castro, anunció sobre la media noche la muerte de su hermano. Entre el estupor, la tristeza y la euforia, alrededor de la emblemática figura de Fidel se han organizado un sinfín de actividades, notas y encuentros. En sintonía con este histórico suceso, y con que, desde el comienzo, el cine cubano revolucionario se convirtió en un modo de difundir los logros de la revolución, pero también de exhibir sus contradicciones, Cinemateca organizó un largo ciclo de documentales y ficciones sobre Fidel, que comenzará hoy y se extenderá hasta el 14 de enero.

Con la premisa de que a un archivo fílmico no le corresponde emitir condenas o absoluciones post-mortem, Cinemateca se propuso habilitar la posibilidad de reflexionar sobre lo que el cine reflejó de este personaje y de su época. Por eso, algunos documentales se ubican en los primeros días del proceso revolucionario, con la intención de ofrecer un retrato lo más abarcador posible, y las ficciones se organizaron en orden cronológico, ya que pueden convertirse en “síntomas de la evolución del cine (y la sociedad) de Cuba, desde los iniciales triunfalismos revolucionarios hasta miradas más cercanas, matizadas y problemáticas”.

Hoy la encargada de la apertura -a las 17.25- será Comandante, el documental de Oliver Stone que ofreció un retrato intimista del líder cubano, después de que el director viajara a La Habana en 2002 y compartieran tres días de charlas, paseos y comidas, que se tradujo en 30 horas de conversaciones. El resultado es un largometraje de 95 minutos que, según el director, no se propone seguir la historia del régimen sino ser una aproximación al “rostro del poder” en Cuba.

Por supuesto que uno de los platos más fuertes serán las películas de Tomás Gutiérrez Alea, una de las figuras más simbólicas del cine cubano post-revolucionario. Después de recibirse de abogado, y de incursionar en la pintura, la magia y la música, se dedicó de lleno a su vocación: como director filmó una docena de películas y una veintena de documentales, siempre en diálogo con sus convicciones, la de un cineasta que defendía la revolución pero que cuestionaba la burocracia estatal. Mañana se proyectará Historias de la Revolución, tres relatos independientes sobre la lucha contra la dictadura de Batista que implicó un hito, porque fue el primer largometraje del cine revolucionario cubano. Además, se podrán ver Muerte de un burócrata, una de las primeras producciones que irritó al gobierno, porque se trató de un empleado ejemplar que muere por exceso de trabajo y que es enterrado con su carné sindical, pero su viuda necesita recuperarlo para cobrar la pensión; una de sus obras cumbres, Memorias del subdesarrollo, donde cruza el documental y la ficción; Fresa y chocolate, la película con la que le llegó el éxito comercial a Gutiérrez Alea -cuando ya estaba enfermo de cáncer-, y que codirigió con Juan Carlos Tabío, con quien también trabajó en su último film, Guantanamera, estrenado en 1996, el mismo año de su muerte.

Pero también se incluyen largometrajes rusos, coproducciones francesas, italianas, españolas y cubanas (ver: www.cinemateca.org.uy/salacinemateca.html)