El oscuro 2016 parece no querer irse sin llevarse a alguna leyenda más del rock clásico consigo, y ayer se supo que el miércoles había muerto el bajista, guitarrista y cantante Greg Lake, a causa de un cáncer de esófago que sufría desde hacía tiempo. Una noticia particularmente funesta para los amantes del llamado rock progresivo, del que Lake era un emblema, ya que apenas nueve meses antes Keith Emerson, su compañero de banda en Emerson, Lake & Palmer (ELP), se había suicidado a causa de una severa depresión nerviosa.

El nombre de Lake siempre estará ligado (obviamente) al trío del que formó parte durante los años 70, y con el que volvió a presentarse en los 90 y en 2010, pero para muchos es sobre todo uno de los fundadores y el primer vocalista del no menos legendario grupo King Crimson. Lake había nacido en Poole, un pueblo costero del sur de Inglaterra, donde tomó sus primeras clases de guitarra, con el mismo profesor de otro joven guitarrista llamado Robert Fripp, de quien se hizo amigo. En 1968, Fripp lo llamó para tocar el bajo en una banda que había formado y que pretendía ampliar las fronteras del rock de su época, incorporando elementos experimentales provenientes de la música clásica, el jazz y la vanguardia. Lake no sólo asumió el bajo en King Crimson (pasarían 12 años antes de que Fripp aceptara la presencia de otro guitarrista, Adrian Belew), sino también la voz principal, y compartió la escritura de los textos de la banda con el letrista oficial, el poeta Pete Sinfield. A pesar de su lejanía con el pop e incluso con la psicodelia de moda, King Crimson se convirtió en un gran éxito en Inglaterra, y llegó a abrir el legendario concierto de The Rolling Stones en Hyde Park en 1969. Pero durante la gira de presentación en Estados Unidos del primer disco de la banda -In the Court of the Crimson King (1969)-, discrepancias entre Fripp y dos de otros integrantes, el baterista Mike Giles y el saxofonista Ian Mc Donald, determinaron que la formación original decidiera disolverse luego de un concierto en San Francisco. Esa misma noche, en el bar del hotel donde se hospedaban los integrantes del grupo, Lake conoció a Emerson, un virtuoso tecladista que había tocado en el mismo espectáculo con su banda The Nice, y ese mismo día el bajista dejó de pertenecer a King Crimson y pasó a formar parte de Emerson, Lake & Palmer.

Como su alejamiento había sido en buenos términos, Lake se prestó a poner la voz en el segundo disco de la reformada King Crimson -In the Wake of Poseidon (1970)-, pero ya estaba totalmente dedicado a su nuevo proyecto. Ya que tanto Emerson como él eran músicos con formación clásica y gran habilidad técnica, buscaron a un baterista de capacidad similar, y encontraron a Carl Palmer -por sugerencia del legendario mánager Robert Stigwood (también fallecido este año)-, quien había integrado The Crazy World of Arthur Brown, estaba tocando en Atomic Rooster y se sumó de inmediato al proyecto, entusiasmado tras ensayar sólo una vez con sus futuros compañeros.

Desde sus comienzos, Emerson, Lake & Palmer buscó dejar en claro que no era una simple banda de rock, sino que había que ubicarla dentro de parámetros más prestigiosos. Su primer disco -producido por Lake- contenía fragmentos de composiciones de Johann Sebastian Bach, Leoš Janácek y Béla Bartók, demostrando simultáneamente el tamaño de sus influencias y el de sus pretensiones. La banda se convirtió en un monstruo, un fenómeno mundial apoyado en espectáculos extensísmos, pirotécnicos y megalómanos, con decenas de toneladas de equipos, en los que los tres músicos competían en el escenario tanto en extravagancia como en un virtuosismo próximo al onanismo musical. Adaptaron al rock a Modest Mussorgsky, Aaron Copland, Joaquín Rodrigo, Serguei Prokofiev y Alberto Ginastera, mientras realizaban giras mundiales acompañados por más de un centenar de técnicos, orquestas de 70 músicos, decenas de acompañantes y hasta médicos, y se convirtieron en sinónimo de la desmesura y la autoindulgencia más absolutas. No por casualidad muchos, incluso en formaciones también ambiciosas y llenas de instrumentistas de primera línea, los consideraron una suerte de caricatura de lo peor del rock progresivo de los años 70. Así, se volvieron una de las bandas más odiadas por los punks (un sentimiento mutuo, ya que Greg Lake aún se refería en 2013 al punk como algo que “puede ser arte, pero no es música”), y hasta el día de hoy -cuando grupos relativamente similares como Genesis, Yes o Van der Graaf Generator han recuperado su antiguo prestigio- tal vez sean los integrantes del movimiento del rock progresivo menos reivindicados. Sin embargo, una revisión de sus discos de estudio -dejando de lado los registros de sus excesivos (pero muchas veces entretenidos) shows- no sólo demuestra que eran músicos muy dúctiles, sino también que su repertorio incluía muchas composiciones de primer nivel, algunas de ellas de una extraordinaria sutileza (palabra rara vez asociada con Emerson, Lake & Palmer), como el tema de Lake “From the Beginning”, incluido en el disco Trilogy (1972), que inesperadamente juega con una llevada de guitarra próxima a la bossa nova, y está dotado de una excelente melodía que su autor canta con muy buen gusto.

Pero aquella formación no podía sobrevivir a los enormes egos de sus integrantes y a una escena musical que había cambiado radicalmente -sustituyendo con rapidez al rock progresivo por géneros en sus antípodas, como la new wave o la música disco-, y en 1979 se disolvieron. Cuando se reunieron fue para hacer algunas giras y algún disco olvidable, y su último concierto se llevó a cabo en Londres en 2010, para conmemorar los 40 años de su formación. Lake se dedicó desde entonces a realizar pequeños conciertos como solista, en los que repasaba temas de King Crimson, ELP y sus propios discos. En esas presentaciones, la antigua superestrella de estadios hacía subir a integrantes de la audiencia al escenario para que compartieran con el resto del público sus experiencias personales de aquellos enormes conciertos de los años 70.

Al conocerse la noticia de su fallecimiento, Carl Palmer, el último sobreviviente de aquel trío de excepcionales instrumentistas, escribió una carta pública en la que dice: “Es con gran tristeza que ahora debo decirle adiós a mi amigo y compañero de banda, Greg Lake. La inmensa voz de Greg y su habilidad como músico será recordada por todos los que conocieron su música y las grabaciones que hizo con ELP y King Crimson. Tengo gratos recuerdos de esos grandes años que pasamos en los 70 y de muchos shows memorables en los que tocamos juntos. El haber perdido también a Keith [Emerson] este año ha hecho que esto fuera particularmente duro para todos nosotros. Como Greg cantaba al final de Pictures at an Exhibition, 'muerte es vida'. Su música puede ahora vivir para siempre en los corazones de todos los que lo amamos”.