Fundada al mismo tiempo que el Festival de Cine de La Habana, la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños se inauguró el 15 de diciembre de 1986, en presencia de Fidel Castro, Gabriel García Márquez y el argentino Fernando Birri, que después de estrenar dos películas que se convirtieron en referencias, como Tire dié (1958) y Los inundados (1961), se convirtió en una de las figuras centrales del comienzo del Nuevo Cine Latinoamericano en los años 60. En 1950 fundó la Escuela Documental de Santa Fe y, años después, junto con García Márquez, replicó la experiencia en Cuba.

Entre los cursos, talleres y maestrías, la escuela cuenta hoy con unos 400 alumnos, entre ellos varios uruguayos. Su actual directora, Susana Molina, dijo a la agencia de noticias cubana Prensa Latina que es el “sueño de un enclave dedicado a la enseñanza de las artes cinematográficas al margen de los códigos y ataduras comerciales”, que “se traduce en marcas dispersas sobre la cinematografía internacional y especialmente en la latinoamericana”.

Los nuestros

A los 18 años, después de estudiar cine en la escuela de César de Ferrari, Gonzalo Delgado (director de arte y coguionista de muchas películas uruguayas, entre ellas Whisky, La vida útil y 3) decidió postularse para ingresar a la escuela de San Antonio de los Baños. “Un día, en una fila de Cinemateca, alguien me dijo que estaban disponibles las pruebas, y fui, las di casi que con la inconsciencia de los 18 años, y pasé”, cuenta el codirector de Las toninas van al este. En ese entonces, el proceso de selección implicaba dos pruebas, una orientada a medir la cultura general de los aspirantes, y la otra a detectar su nivel de creatividad.

Delgado, que al poco tiempo de entrar en la institución cubana optó por los rubros de guion y dirección, recuerda que la escuela apostaba a la formación antiescolástica y estaba muy influenciada por Birri, su fundador y primer director. “Antiescolástica -apunta- porque vos no tenías exámenes o pruebas, sino una autoevaluación en la práctica. Mostrabas los cortos que habías hecho a tus compañeros y al cuerpo docente, y ahí se discutía”. En cuanto al lugar que ocupaba la institución en el contexto cubano, el director explica que se trataba de la única escuela internacional: “Siempre había cuotas para toda Latinoamérica, para España y para africanos y asiáticos. Eso era importante, porque siempre había uruguayos, mexicanos, argentinos, brasileños, dominicanos. La idea era ser antiescolástica, en su poética libertaria, y estar conectada con Latinoamérica”.

Inés Olmedo (directora de arte de El baño del papa y Una forma de bailar) viaja a Cuba para dictar clases en San Antonio de los Baños desde hace nueve años. El vínculo surgió a partir de su hermana, Pepi Gonçalvez -quien integró la primera generación de alumnos, junto con Pablo Dotta-, cuando trabajaba como coordinadora de producción y fue invitada a integrar el curso regular de formación, haciéndose cargo de un taller de dirección de arte. “A partir de entonces la directora me propuso crear un diploma en dirección de arte. Lo inauguramos en junio de 2009, y todos los años ha tenido lista de espera”, destaca. Consultada sobre el funcionamiento de la institución, Olmedo la define como “una maravilla”, porque son “24 horas al día de cine: la escuela está a 40 kilómetros de La Habana, antes era una escuela agraria que estaba muy cerca de la ciudad de San Antonio de los Baños, pero ahora es un campus universitario. Y a lo largo del tiempo han ido generando signos de identidad, como los grafitis o las sillas africanas -BKF-, que están desde el principio. Y todo está muy cuidado: los verdes, el silencio, los pájaros...”.

En cuanto al proyecto, Olmedo recuerda que “Fidel le dio mucho para adelante, e iba durante el primer año, y también tuvo mucho apoyo de García Márquez, incluso económico, durante momentos complicados de la escuela; Birri quedó como una figura simbólica, a tal punto que su apartamento nadie más lo usó”.

Para la docente, no existe otra escuela que ofrezca un sistema de inmersión semejante: “Vos estás en un lugar alejado de la ciudad, y aunque haya ómnibus casi nadie sale, porque la escuela tiene dos salas de cine, todas las noches hay por los menos dos proyecciones programadas, y a esto se suman conciertos y demás. A su vez, el esquema que tiene la escuela es el de profesores internacionales que dan clases de seis horas diarias, aunque en realidad, desde que te levantás hasta que te acostás, el intercambio es continuo, porque incluso tiene un bar interno, donde se puede compartir, por ejemplo, una charla con un cineasta indio”. Por eso, dice, la mayoría de los alumnos, además de cumplir con lo específico de los cursos, egresa de la escuela con proyectos paralelos. “Son tres años de convivencia, con una impronta que apuesta por acoger pensamientos diferentes”, enfatiza. De este modo, la institución se mantiene al margen del sistema universitario cubano e internacional, y ofrece diplomaturas basadas en su propio prestigio. Por eso mismo, según Olmedo, “es una opción muy interesante, porque se trata de una escuela que prioriza la reflexión y la práctica”.