Un mes y tres días antes de su fallecimiento, el general Liber Seregni salió de su casa -a pesar de que su médico le había ordenado que no lo hiciera- para votar en las internas del Frente Amplio (FA). El domingo 27 de junio de 2004 llegó al colegio José Pedro Varela, ubicado en la calle Colonia, junto con los actuales presidentes del Plan Ceibal, Miguel Brechner, y del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, además de quien era su secretaria, María Elena Fernández, y otros allegados al líder frenteamplista, como Ricardo Magnone y Alberto Roselli. Al principio pensaban ir en una camioneta Land Rover que tenía Brechner, pero el general no podía subir. “Entonces lo llevamos en un Honda Civic”, recuerda en diálogo con la diaria Bergara, quien se encontraba del lado de los que no hacían eco de las órdenes del doctor, porque Seregni “igual iba a hacer lo que quisiera”. Ambos dirigentes integraban uno de los círculos políticos que formó Seregni a partir de su renuncia como presidente del FA en 1996. Se trataba del Centro de Estudios Estratégicos 1815, donde se hablaba de política en términos técnicos y estratégicos. Y donde también participaron referentes como los ex presidentes Luis Alberto Lacalle, Jorge Batlle y José Mujica, y el actual presidente Tabaré Vázquez.

Fue recién cuando finalizó su doctorado en la Universidad de California en Berkeley, en 1998, que Bergara regresó a Uruguay y comenzó a ir a las reuniones del Centro 1815. Todos los martes, en Colonia y Barrios Amorín, el actual presidente del BCU se reunía con Seregni (a quien ya había conocido “superficialmente” en la segunda mitad de los 80) y con otros referentes técnicos y políticos para discutir sobre servicios públicos, inserción del país en el exterior y derechos humanos, entre una variedad de asuntos. “Como me sumé a ese grupo, con el tiempo fuimos teniendo un vínculo cada vez más cotidiano. A partir de 2001 pegamos un salto y organizamos cuatro seminarios con la presencia de muchos líderes importantes. Lo hicimos con el apoyo de la Universidad de la República [Udelar] y la Organización de las Naciones Unidas [ONU]. Yo ya tenía un rol bastante mayor y dos o tres veces por semana me reunía con él. Se establecía además un vínculo afectivo”, cuenta Bergara, y aclara que también conversaban de fútbol y otros temas que suelen entrar en la categoría de “cosas de la vida”. Ya cuando la enfermedad de Seregni comenzó a impedirle ir a este centro, las reuniones comenzaron a hacerse en su casa y a partir de ahí Bergara generó un “vínculo muy estrecho” no solo con él, sino también con su esposa, Lilí Lerena.

Diferente es el caso de Brechner, ya que conoció al general unos años antes y “de carambola”. Dio la casualidad de que en el verano de 1985, Seregni alquiló una casa frente a su cabaña de ese entonces, en Parque del Plata. A partir de allí se hicieron grandes amigos, cuenta el actual presidente del Plan Ceibal. “Un día estaba haciendo un asado, pero yo soy malísimo en eso, y entonces me sacó de la parrilla y se puso a hacerlo él. Pero [en otras reuniones] comenzó a darse cuenta de que siempre le hacía lo mismo, y un día me dijo: ‘Esta vez lo hacés vos’”, cuenta a la diaria Brechner y, en un intento de resumir una impresión, lo describe como “un tipo vivísimo”. Seregni veraneaba en la costa y varias veces alquiló una casa en Costa Azul. “De bermuda, sandalias y remera, mucho más distendido, pero atento a toda la peripecia política”, lo recuerda Bergara, quien pasaba a visitarlo luego de pasar por lo de su hijo en Minas. Se tomaban un “whiskicito” pero, como “siempre pasan cosas”, no podían eludir el análisis político del momento. “Nunca perdió su análisis; cuando salió de la cárcel, salió informado e inmediatamente a actuar”.

Brechner, como otros tantos ya lo han hecho, destaca al general por su visión estratégica. En el Uruguay de la segunda mitad del siglo XX, asegura, no hubo ningún político con tal capacidad: “Todo el mundo le criticó el hecho de que haya apoyado el balotaje, pero el gran triunfo del FA fue haber ganado con mayoría parlamentaria. Sin mayoría, no sé que hubiera sido [gobernar] en esos momentos”. En tanto, Bergara rescata la figura del líder: “Si tenía que decir cosas que no eran las más cómodas, igual las decía”.

¿De qué hablaban en el Centro 1815?

Mario Bergara (MB): -Siempre había temas predeterminados. Estaba el asunto de la reforma constitucional, el rol de los partidos políticos, la necesidad de políticas de Estado. Después hubo un tiempo en que tuvimos varias reuniones sobre derechos humanos, en torno a unas declaraciones de Seregni que generaron polémica [cuando en declaraciones públicas dijo que se tendría que medir con la misma vara los delitos de los militares en dictadura y los del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que contaban con una “cárcel del pueblo”]. Hubo varias reuniones en el centro para discutir este tema. Otra serie de charlas fue sobre la nueva economía; sobre cómo cambiaban las relaciones sociales de producción. Era realmente una usina de ideas y de difusión con mucha apertura, sin preconceptos y con un enfoque de izquierda. Pero con una cabeza abierta, que era lo que Seregni nos exigía. Ya estaba vislumbrando que los frenteamplistas iban a gobernar.

¿Cómo solía ser el enfoque de Seregni?

MB: -Había ciertas cosas básicas que no debían estar discutiéndose con tinte político-partidario todos los días. Era un poco su prédica. Y también su búsqueda de consenso. La tónica de Seregni era esa, independientemente de que gobernara uno u otro partido. Había ciertas cosas que iban más allá de eso y que tenían que resolverse por el bien de los ciudadanos. Después había temas que eran más de políticas de gobierno.

¿De qué cosas sabía más?

MB: -Seregni era una esponja y tenía un esqueleto conceptual muy fuerte. A la vez, veníamos nosotros, de distintas disciplinas. Él las integraba. Incorporaba las cosas que le resultaban interesantes. Tenía esa virtud de integrar de manera conceptual lo que recibía de afuera.

¿Sólo hablaban de política?

MB: -Hablábamos de fútbol y de cosas de la vida. En el terreno familiar era más parco. Se interesaba en contar anécdotas de su vida, de su período militar, de cuando viajo a México, del duelo con el general Ribas. En ese sentido era como un anecdotario. En la cosa más personal Lilí era más abierta; ella tenía una tesitura muy fresca ante la vida. Eran una linda combinación. La importancia de Lilí en el soporte en muchos terrenos era lo que permitía a Seregni desplegarse.

¿Surgía alguna conversación sobre fútbol?

MB: -Él era de Nacional y nos baboseábamos un poco. Era bastante fanático y no le gustaba que le dijeran nada si su equipo perdía. El intercambio era jugoso: un juego de niños, comparado con las cosas que se dicen ahora.

¿Qué cualidades eran las más destacadas en Seregni?

MB: -En su último discurso público, “Seregni: ética y coraje”, se describe una síntesis espléndida de cómo uno lo recuerda. Coraje en el sentido político, no sólo porque era general. Lideraba asumiendo riesgos. Cumplió un rol muy importante antes, durante y después de la dictadura. En el exterior se pedía por la libertad de Seregni; era el preso simbólico de la dictadura. La cosa ética iba más allá; era honesto con sus propias ideas. Se sintetiza con lo que él mismo dijo en su discurso: decir lo que se piensa y hacer lo que se hace. Hay una ética de las responsabilidad, citaba a Max Weber. Cuando fue líder de un partido no hablaba sobre lo que él pensaba, sino que hacía la síntesis de lo que ese grupo político pensaba. ¿Qué es lo que uno toma esencialmente de Seregni? La ética, el coraje político y la honestidad intelectual. Pensar siempre estratégicamente. La famosa mañana siguiente. Su pasaje por el Ejército, que él siempre reivindicó, y que se basa en lógicas de estrategia.

Fuera de servicio

En mayo de 2002 el Centro 1815 realizó un seminario llamado Uruguay: opciones para su inserción en un mundo global. Uno de los disertantes fue el historiador Julio Rodríguez, recordado por Bergara como alguien que venía del Partido Comunista y que tenía mucha participación en el grupo. “Brillante, para mi gusto, por cómo veía la historia”. El 13 de diciembre de 2003, Seregni, en el día de su cumpleaños 87, anunció que el Centro 1815 no seguiría funcionando.

“Estoy muy orgulloso de haber tenido un vínculo privilegiado con Seregni y Lilí; el conocimiento en el terreno familiar me hizo admirarlos”, expresa Bergara. En tanto, Brechner se refiere a Lilí como “una fenómena”. Ambos dirigentes recuerdan a Seregni junto a su esposa, Lilí, en un vínculo de reciprocidad que influyó en el ascenso político del general.